BOLETIN OSAR
Año 5 – N° 11
Las LPNE: Preparación, significación, recepción.
Un aporte argentino a la formación pastoral
V Encuentro de Teología Pastoral
Pbro. Dr. Carlos María Galli
Esquema
- LA HISTORIA DE LA PREPARACIÓN
- La Iglesia ‘en’ la Argentina
- Cuatro etapas en nuestra historia pastoral posconciliar
- Tercera etapa, primer momento: Iglesia y comunidad nacional en democracia
- La convocatoria a una nueva evangelización
- La primera recepción de la propuesta de Juan Pablo II
- Tercera etapa, segundo momento: Iglesia en la Argentina ¡Levántate!
- La búsqueda compartida de nuevas líneas pastorales
- Hacia el texto definitivo: «un amplio consenso eclesial» (LPNE 5)
- SIGNIFICADO, ESTRUCTURA, NOVEDAD DE LAS LÍNEAS
- Significado y valor de las Líneas
- Estructura e itinerario de las Líneas
- Novedades de las Líneas
- Desafíos (LPNE 11-14)
- Núcleo y cauces del contenido (LPNE 15-32)
- Actitudes (LPNE 33-36)
- Agentes, medios y destinatarios (LPNE 37-59)
- LA HISTORIA DE LA RECEPCIÓN
- La cuarta etapa pastoral posconciliar: 1990-1999
- Primer momento: amplia recepción y viva inspiración
- Segundo momento: telón de fondo y orientación al futuro
Introducción
Nuestro encuentro considera las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización (LPNE) en dos etapas. La primera, retrospectiva, está destinada a revisar la preparación de las LPNE en los ’80 y su recepción en los ’90. Para ello se ofrecen algunas perspectivas históricas, sociológicas y pastorales, que podrán ser enriquecidas en el diálogo. La segunda, prospectiva, invita a actualizar las LPNE para la primera década del nuevo siglo. Tiene cuatro momentos destinados a: profundizar el contenido de las LPNE; relanzarlas para el nuevo milenio; repensar sus desafíos, actitudes y acciones ante las nuevas realidades; evaluar su influjo en la formación pastoral específica. Nuestro programa se articula en base a estos bloques.
El primer bloque se titula «Recepción y aplicación de las ‘Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización’ en los ’90. Algunas perspectivas históricas, sociológicas y pastorales». Antes de considerar aportes pastorales que vienen de la sociología (B. Balián de Tagtachián) y de la planificación (J. Scheinig), me corresponde presentar el texto de las LPNE en el contexto de la historia pastoral argentina en el paso de los ’80 a los ’90. Para eso daré tres pasos, titulados: 1) la historia de la preparación; 2) significado, estructura, novedad de las Líneas; 3) la historia de la recepción. El primer punto, más desarrollado, resume la preparación del texto en su contexto. El segundo resalta valores y novedades deltexto tomado en general, y así introduce en las intervenciones que versan sobre los distintos capítulos. El tercero plantea la cuestión de su acogida para abrir el panel y el diálogo.
Al poner por escrito este estudio histórico-pastoral desarrollo más analíticamente lo que dije oralmente de un modo más sintético. La pequeña historia de las LPNE – que pronto cumplirán diez años – es una página importante de nuestra historia pastoral reciente. Por eso, debe ser conocida y apreciada por los agentes pastorales, especialmente por los formadores y formandos de los seminarios argentinos, cuya Ratio ha asumido explícitamente el horizonte de las Líneas. Así, esta pequeña historia podrá ayudar a laicos y a pastores a asimilar «la tradición pastoral viva de su iglesia particular» (PDV 58) , de acuerdo con algunos de los criterios formativos que fijamos en nuestra Primera jornada del 28/7/1995 y que mantuvimos en el Segundo Encuentro de Teología Pastoral (10-11/6/1996). Entre ellos,
«… ubicarse en el horizonte histórico de la nueva evangelización del tercer milenio… asumir la experiencia pasada teniendo un conocimiento suficiente de la historia pastoral universal, latinoamericana, argentina… asumir las grandes líneas pastorales de las conferencias de Medellín, Puebla y Santo Domingo a nivel continental y de las ‘Líneas Pastorales’ para la Argentina… «.
1. LA HISTORIA DE LA PREPARACIÓN
1. La Iglesia ‘en’ la Argentina
La Iglesia universal se particulariza al asumir un «determinado grupo humano» (AG 19) en un peculiar «territorio socio?cultural» (AG 22). Al encarnarse en los pueblos ella asume sus particularidades sociales y culturales a tal punto que la relación de las iglesias locales a su espacio humano es integrante de su catolicidad. En las iglesias particulares se intercomunican el Pueblo de Dios universal y las culturas particulares. El sujeto del intercambio evangelizador es el Pueblo de Dios encarnado, particularizado, inculturado. Para Pablo VI
«esta Iglesia universal se encarna de hecho en las Iglesias particulares, constituidas de tal o cual porción de humanidad concreta, que hablan tal lengua, son tributarias de una herencia cultural, de una visión del mundo, de un pasado histórico, de un substrato humano determinado» (EN 62).
Por su configuración cultural una o varias iglesias particulares adquieren un estilo propio. «Sea local o particular, cada iglesia tiene siempre, en grado mayor o menor, una fisonomía propia, compuesta de rasgos donde se mezclan lo profano y lo religioso». El Pueblo de Dios, al encarnarse en una región geocultural – local, nacional, regional o continental – se asume sus peculiaridades. «La Iglesia, en cada nación, ha de tomar conciencia de su particular presencia histórica en esa nación; de como ella, que es universal, se particulariza en cada nación». La fisonomía de una o varias iglesias particulares implica así la autoconciencia histórica y cultural que el Pueblo de Dios adquiere en las naciones.
En cada nación existe una iglesia particular a nivel nacional, brasileña o argentina, que es una agrupación de iglesias diocesanas cuyos obispos se reúnen en una conferencia episcopal nacional. La conferencias, como instituciones estables, se han estructurado en la década del 50, a partir del impulso dado a la organización nacional y continental de la Iglesia por Pío XII. Queda a investigar el camino recorrido por la Iglesia de cada país entrecruzando los sucesos eclesiales y nacionales, locales y universales. Al mismo tiempo, habría que captar la composición social y cultural del Pueblo de Dios en cada nación y el itinerario pastoral de cada iglesia a partir del Vaticano II. Además, habría que repasar su inserción histórica y su compromiso evangelizador en las circunstancias de las dos últimas décadas: la transición democrática, la globalización económica, la exclusión social y la crisis cultural. Entonces se podrían trazar las trayectorias, identidades y estilos de nuestras iglesias. Esta es una tarea necesaria y pendiente, sobre todo por lo que hace a «la Iglesia en la Argentina».
La expresión Iglesia ‘en’ la Argentina tiene contenidos eclesiológicos y culturales. Una iglesia particular es la Iglesia en un particular ámbito hsitórico y cultural. Una iglesia inserta en una comunidad nacional es la Iglesia ‘en’ una nación. Juan Pablo II, en los discursos de sus peregrinaciones misioneras o de las visitas ad limina, se dirije a iglesias de una misma nación con la frase «a la Iglesia de Dios que está en …»: «al Pueblo de Dios que está ‘en’ la Argentina». Así el pastor universal reconoce y nombra al «Pueblo de Dios concreto, encarnado en un determinado sector de la humanidad». Ese lenguaje reaparece cuando se dirige a la Iglesia presente en un continente. En el proceso sinodal americano surgió la frase «el Pueblo de Dios que está ‘en’ América». La exhortación Iglesia ‘en’ América considera a «la Iglesia que peregrina en todas las regiones del continente» (EIA 4).
Ya en el inmediato posconcilio la Iglesia argentina se planteó la cuestión de su encarnación en la historia y en la cultura del pueblo. Esto se advierte en la Declaración de San Miguel (1969) de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que adapta las conclusiones de Medellín a nuestro país. En su capítulo Pastoral Popular, releyendo al Concilio y anticipando a Puebla, se refería a «la Iglesia encarnada en el Pueblo» (SM VI, Concl 1), que debe «insertarse en la experiencia nacional del Pueblo argentino» (SM VI, Concl 3), insistiendo en que su acción «no debe ser solamente orientada hacia el Pueblo sino también, y principalmente, desde el Pueblo mismo» (SM VI, Concl 5). Documentos posteriores confirmaron esta tendencia la CEA a reconocerse como Iglesia ‘en’ la comunidad nacional (ICN 1981) o como Pueblo de Dios que encarna los valores del Evangelio ‘en’ la cultura de la Nación (ECC 1986). Las Líneas (1990) retoman las orientaciones de San Miguel (LPNE 59) para impulsar una nueva evangelización «desde el pueblo mismo» (LPNE 58). Esta autoconciencia histórica y cultural, que no se da del mismo modo en todos los miembros ni en todas las etapas de nuestra Iglesia, expresa una riqueza de nuestra particular idiosincracia eclesial.
2. Cuatro etapas en nuestra historia pastoral posconciliar
Es difícil periodizar la historia contemporánea de la Iglesia. También resulta arduo discernir los criterios y fijar los hechos que justifican una periodización. La historia reciente de la Iglesia en la Argentina debe ser narrada e interpretada considerando hechos y textos, eclesiales y seculares, que se dan entrelazados a nivel nacional, latinoamericano y mundial.
En la historia pastoral posconciliar argentina hay, al menos, cuatro etapas que se identifican en base a sucesos civiles y pastorales que marcan momentos de transición, continuidad y novedad. 1) Una primera etapa iría de los años 65/66 a 71/73/76: desde el fin del Concilio y el comienzo de la llamada ‘revolución argentina’ hasta la crisis de la sociedad que envuelve también a la comunidad eclesial. Es el período del primer entusiasmo por la renovación posconciliar 2) La segunda iría del 73/76 al 81/83: desde la precipitación de la Argentina en la violencia y su apogeo en el llamado ‘proceso de reorganización nacional’ hasta las bases y puntos de partida de una nueva etapa. Es el momento de la fragmentación y el congelamiento de un proceso común de renovación pastoral, mientras la vida cotidiana de la Iglesia sigue su curso entre las terribles circunstancias de la dictadura militar. 3) La tercera iría del 80/83 al 89/90: es una nueva etapa eclesial marcada por la búsqueda de una nueva evangelización en la Argentina democrática. 4) La cuarta abarca los ’90: es el camino evangelizador orientado al Jubileo en un contexto de consolidación democrática y de cambios estructurales.
Las LPNE marcan el paso entre dos grandes etapas pastorales – tercera y cuarta – coincidentes con las dos últimas décadas. A la tercera se le puede reconocer su comienzo en 1980/83 y su fin en 1989/90. La cuarta va de 1989/90 a 1999/2000. Dos grupos de criterios nos ayudan a delimitarlas. a) Unos provienen de la historia secular: la transición y el afianzamiento de la democracia; la crisis hiperinflacionaria y el cambio del sistema económico; la caída del muro de Berlín y el imperio del capitalismo globalizado. b) Otros surgen de la misma historia pastoral: la propuesta de una nueva evangelización por parte de Juan Pablo II y la respuesta de la Iglesia argentina preparando las LPNE; la acogida de las LPNE en los ’90; la peregrinación hacia el Gran Jubileo del tercer milenio cristiano.
La tercera etapa abarca la década de los ’80. Desde la historia secular pueden fijarse varios inicios: Iglesia y comunidad nacional (81) y el servicio de reconciliación, la guerra de las Malvinas y la breve visita del Papa (82), las elecciones y el retorno a la democracia (83). Sin duda termina en el año simbólico 1989 (CA 22-29), con el traspaso del gobierno del radicalismo al justicialismo, la crisis hiperinflacionaria y el cambio de sistema económico (89-91), en el contexto mundial del fin de la bipolaridad este-oeste y el predominio del capitalismo democráctico. Hasta 1983 la Iglesia es parte de una sociedad desgarrada y activa protagonista de la recuperación democrática. Desde el ’83 debe aprender a acompañar al país adaptándose a sus nuevas circunstancias políticas, culturales, sociales y económicas. En ese período se detectan dos subetapas que coinciden con el auge (83/87) y la caída del gobierno de Alfonsín (87/89): el paso de un momento a otro indica no sólo cambio de fuerzas a nivel político y económico sino también variaciones en la relación Iglesia-Estado nacional.
Desde la historia pastoral la Iglesia argentina inicia una nueva etapa en el horizonte de la nueva evangelización retomando el primer entusiasmo posconciliar (1966-73/74) y comenzando a superar el estancamiento de los ’70 (1976-80/81). La Iglesia argentina, a partir de la renovación conciliar, inserta en difíciles circunstancias nacionales, ha desplegado una multifacética acción pastoral y ha ido formulando, urgida por factores internos y externos, grandes orientaciones evangelizadoras para la nación, que tienen un hito simbólico en las Líneas Pastorales. El comienzo de esta «nueva» etapa puede simbolizarse en el Congreso Mariano Nacional del 80, en los documentos Iglesia y comunidad nacionaldel 81 y Camino de reconciliación del 82 (después de la visita del Papa), o en 1983, año en el que suceden el primer anuncio de la propuesta de una nueva evangelización y la vuelta a la democracia en la Argentina. Teniendo en cuenta los sucesos seculares y pastorales recién mencionados, nos parece que hay dos subetapas en la vida eclesial argentina durante los ’80. Las tipificaré con dos nombres simbólicos: Iglesia y comunidad nacional en democracia (1983/87) e Iglesia en la Argentina ¡Levántate! (1987/90). Las caracterizaré brevemente, introduciendo en el medio una síntesis del primer llamado de Juan Pablo II a la nueva evangelización.
3. Tercera etapa, primer momento: Iglesia y comunidad nacional en democracia
La Iglesia argentina vive y expresa en sus documentos la conciencia de acompañar al país que inicia una nueva etapa. Así dará los primeros pasos en un nuevo tiempo marcado por la recuperación del estado de derecho y la transición democrática. Por eso se ha caracterizado a los 80′ como un tiempo de éxito político y fracaso económico -la década perdida; correlativamente, se ha visto a los 90′ como un período de éxito económico y fracaso social. Su relación con la sociedad estuvo condicionada por la asunción de las trágicas consecuencias de la dictadura militar en todos los planos, por una lenta reubicación ante las libertades recuperadas, los cambios culturales y el mayor pluralismo, por la búsqueda de una relación más adecuada con un Estado que empieza a reivindicar su laicidad, por las tensiones entre una pastoral «propositiva» (vg. educación) y otra «reactiva» (vg. matrimonio y familia).
Al mismo tiempo, se da un cambio generacional y emerge un nuevo entusiasmo. Signos son el auge de grupos juveniles y misioneros, el aumento de vocaciones sacerdotales y contemplativas, el reencuentro de distintos agentes y grupos antes separados o enfrentados. Algunos acontecimientos públicos y masivos simbolizan una vitalidad creciente: las peregrinaciones juveniles a Luján desde 1975, las movilizaciones por la paz con Chile y con Inglaterra (1980/83), la misión del Cristo peregrino previa al Congreso eucarístico nacional de Buenos Aires (10-14/10/1984) y la prioridad pastoral juventud que tiene un pico culminante en el Encuentro nacional de Juventud de Córdoba (12-15/9/1985).
Sin embargo, el primer momento de la tercera etapa está atravesada por un complejo estado de ánimo. Farrell sintetiza esa peculiar sicología eclesial, compleja y paradójica:
«Todo esto (o, sea, el fin del gobierno militar, el inicio del período democrático) … produjo un desconcierto general y un inmovilismo en la mayoría de los agentes pastorales. Se tuvo la sensación de que no se había hecho nada y quedaba oculto todo el trabajo de búsqueda pastoral postconciliar para encontrar las formas nuevas de evangelización. Parecía muy lejano el esfuerzo de estudio y de encuentros por la renovación conciliar desde 1967 en adelante, como también el estudio de la realidad religiosa, moral, cultural, educacional y civil del país en los documentos como la Declaración de San Miguel de 1969, en Iglesia y Comunidad Nacional de 1981, en Dios, el Hombre y la Conciencia de 1983, en Educación y Proyecto de Vida de 1985. También se perdía de la memoria el camino hecho por lograr una pastoral de conjunto con las prioridades pastorales: la actualización conciliar (1967/69), el catolicismo popular (1970/72), la presencia misionera de la Iglesia (1973/4), matrimonio y familia (1975/80), prioridad juventud (1981/86). No se veían los resultados de la convocatoria hecha a la juventud para que expresara su religiosidad en las peregrinaciones multitudinarias a los santuarios marianos como el de Luján desde 1975 y otras en las provincias. La eficacia en la propuesta de ideas sobre la educación (1985) y en la preparación y organización de los católicos en el Congreso Pedagógico Nacional (1985/88) no llegó a compensar la frustración vivida por el mal manejo de la cuestión del divorcio y su aprobación por ley (1985)».
Pero la caracterización de esta nueva etapa no depende sólo de circunstancias argentinas, eclesiales o civiles. Desde el punto de vista pastoral esta etapa tiene otro punto de partida en la propuesta de una nueva evangelización para América Latina hecha por Juan Pablo II en Haití (9/3/1983) y en Santo Domingo (11-12/10/1984), al iniciar la novena de años preparatoria al Quinto Centenario de la evangelización y de la fe cristiana en América.
4. La convocatoria a una nueva evangelización
La convocatoria a una nueva evangelización ha suscitado una abundante reflexión de pastoralistas y teólogos. En otro lugar nos ocupamos de los varios significados que tiene esa fórmula en Juan Pablo II. Aquí sólo recordamos su propuesta de una nueva evangelización para América Latina, factor clave para preparar nuevas líneas pastorales para Argentina.
La búsqueda de una evangelización nueva e incluso esa misma formulación habían surgido antes de Juan Pablo II para expresar la vitalidad pastoral impulsada por la renovación del Concilio Vaticano II. La expresión venía apareciendo en documentos de la Iglesia latinoamericana. Medellín pedía «una nueva evangelización y catequesis» (MD Men 13) e invitaba a una «re-evangelización» para superar la mera «conservación» de la fe (MD VI, 8). Puebla, a la luz de Evangelii Nuntiandi, quería «dar un nuevo impulso evangelizador». Retomando AG 6 afirmaba que las «situaciones nuevas que nacen de cambios socioculturales requieren una nueva evangelización» (DP 366). En la gran ciudad «la Iglesia se encuentra ante el desafío de renovar su evangelización» (DP 433). Actualizar la fe popular ante el secularismo es un cometido fundamental del «nuevo impulso evangelizador» (DP 436).
Juan Pablo II usa por primera vez esta expresión el 9/6/1979 al bendecir una cruz en el santuario Santa Cruz de la ciudad industrial de Nowa Hutta en Polonia. Pero esta referencia comienza a reiterarse a partir de 1983 en América Latina. Hace su primera convocatoria en la asamblea del CELAM del 12/10/1983 en Haití, cuando consagra la frase «evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión». Al año siguiente la retoma en varios textos durante su peregrinación a Santo Domingo al iniciar la novena de años preparatoria al V Centenario. Su perspectiva es histórica: siguiendo la huella de los evangelizadores (I) la Iglesia del presente mira al pasado (II) para lanzarse al futuro (III).
Por eso nueva evangelización es un concepto histórico: indica la novedad que la Iglesia debe introducir en su tarea pastoral presente para continuar y, a la vez, renovar la evangelización pasada. Ya que lo histórico une lo temporal y lo espacial, un concepto temporal de la evangelización relaciona la nueva con la antigua y la segunda con la primera. Pero, como lo temporal reclama lo geográfico, o mejor, lo geocultural, este concepto se abre a la dimensión espacial: refiriéndose en primer lugar, a la nueva evangelización de América, el Papa pasa después a urgir una nueva evangelización de Europa y, finalmente, del mundo entero, marcando la novedad de una etapa apoyada en el Concilio y abierta al tercer milenio.
Así esta convocatoria se convirtió pronto en un principio generador de reflexión, espiritualidad y acción en orden a dar un paso adelante y a entrar en una nueva etapa histórica del dinamismo misionero del Pueblo de Dios en nuestra América y en el mundo (ChL 35). Tal propuesta no es el resultado de circunstancias fortuitas ni de una improvisación momentánea, sino la consecuencia de una maduración vivida en la conciencia de la Iglesia universal, latinoamericana y argentina: la consecuencia pastoral de la renovación conciliar. La nueva evangelización adquiere tal magnitud que resume y simboliza tanto el impresionante proceso de renovación evangélica que queda completar cumpliendo el programa conciliar como la búsqueda de una nueva acción evangelizadora ante los desafíos del próximo siglo XXI. El centro de este proceso de renovación evangélica y evangelizadora es el Concilio Vaticano II, «el gran don del Espíritu a la Iglesia al final del segundo milenio» (TMA 36). Por eso el Papa interpreta que todo el camino sinodal de la Iglesia posconciliar, en todos sus niveles y etapas, ha estado centrado en un «tema de fondo»: la nueva evangelización (TMA 21).
Por lo que hace a América Latina, desde 1984 hay mucho material del Papa disperso en discursos dirigidos a nuestras iglesias, tanto en sus viajes evangelizadores, como en sus reuniones con obispos en visitas ad limina. Desde entonces casi todos los episcopados nacionales han elaborado sus proyectos pastorales para la nueva evangelización. Como ejemplo indico los presentados por los obispos de Chile y Brasildurante la última década. El Sínodo para América se ubicó ab initio en la perspectiva de la nueva evangelización (EIA 6). Dos textos muy significativos para entender su significado, su necesidad y su novedad en América Latina, son el Discurso Inaugural de Juan Pablo II el 12/10/1992 en Santo Domingo y la sección que esa Conferencia dedicara a precisar el sentido de la «nueva evangelización» (DSD 23-30). DSD mantiene el significado histórico-pastoral:
«Hablar de Nueva Evangelización es reconocer que existió una antigua o primera. Sería impropio hablar de Nueva Evangelización de tribus o pueblos que nunca recibieron el Evangelio. En América Latina se puede hablar así, porque aquí se ha cumplido una primera evangelización desde hace 500 años. Hablar de Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca duración. Significa que hoy hay desafíos nuevos, nuevas interpelaciones que se hacen a los cristianos y a los cuales es urgente responder… Implica afrontar la grandiosa tarea de infundir energías al cristianismo de América Latina».
Pero, ya años antes de Santo Domingo, se venía reflexionando en nuestro país acerca de la propuesta pontificia con lucidez y creatividad. Como veremos enseguida, los obispos argentinos recibieron la convocatoria de 1983/4 e inmediatamente empezaron a dar pasos para interpretarla, asumirla, adaptarla y realizarla. La madura reflexión acerca del sentido histórico que tiene la nueva evangelización en el pensamiento de Juan Pablo II se advierte en la «introducción» de las Líneas (LPNE 7-9), a la que podríamos llamar, en una analogía de estructura y lenguaje con la Gaudium et Spes, su introducción histórica. Al comprender las alocuciones de 1984 la CEA nota el cambio de perspectiva que el Papa introduce con respecto a la celebración del IV Centenario promovida por León XIII. Para las LPNE Juan Pablo II completa el enfoque conmemorativo del pasado al presente con el programático del presente al futuro, desplazando el acento hacia el futuro de la evangelización.
«Juan Pablo II, en sus dos alocuciones del año 1984 en Santo Domingo, también evocó ese pasado y señaló su trascendencia histórica. Sin embargo, no podemos dejar de notar el cambio de perspectiva en las intervenciones de ambos Pontífices. Juan Pablo II, en efecto, desplaza el acento hacia el futuro. El nos llama a ‘conmemorar’ tanto el origen como los cinco siglos de estas Iglesias en América Latina y nos urge a echar una mirada al pasado, pero de modo que la conmemoración y el recuerdo sean a la vez el comienzo de una empresa futura. Empresa que ‘consolide la obra iniciada’ (DSD I,1); ‘que continúe y complete la obra de los primeros evangelizadores’ (DSD I,2); que vea en este jubileo ‘un llamamiento a un nuevo esfuerzo creador’ en orden a la evangelización (HSD 6). Nos dirige la propuesta de iniciar ‘una evangelización nueva: nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión’ (HSD 13). La solícita preocupación del Santo Padre está primordialmente referida al futuro de la evangelización. No estamos sólo en el atardecer de cinco siglos, sino en un tiempo de vigilia: en la gestación de una nueva aurora» (LPNE 7).
La introducción histórica de las Líneas asume esta novedad de enfoque en su misma estructura considerando el futuro (LPNE 7), el presente (LPNE 8) y el pasado (LPNE 9). Así, «la providencial convocatoria del Santo Padre», que requiere una mejor autoconciencia histórica de la Iglesia (DSD II,1), sigue este proceso: en razón de una preocupación pastoral primordialmente referida al futuro, nos invita a conocer mejor el presente y los desafíos que ofrece, ya que «América Latina está ante una gran prueba histórica» (HSD 6). Este discernimiento de los retos y los desafíos actuales (DSD III,1), que las Líneas harán en su primer capítulo (LPNE 11-14), va de la mano del esfuerzo por recuperar nuestro pasado pastoral y las enseñanzas del Concilio Vaticano II en orden a la nueva evangelización. Así, la actualización de la memoria histórica, alimenta una «corriente viva de misión y santidad» (DSD II,1) y ofrece «líneas inspiradoras de vida, capaces de alentar e impulsar una vigorosa evangelización que responda a las nuevas necesidades y a la índole de los destinatarios presentes y futuros» (LPNE 9). Conviene notar aquí un interesante círculo hermenéutico: la inspiración que ofrecen los textos liminares de Juan Pablo II al documento de la CEA y la relectura fiel y creativa que hacen nuestras LPNE de la convocatoria y de la doctrina pontificias.
5. La primera recepción de la propuesta de Juan Pablo II
Las LPNE surgen después de varios documentos en los que el Episcopado se planteó la nueva evangelización. La primera recepción explicíta y situada de la convocatoria papal es el texto Bases para una labor pastoral en orden a una nueva evangelización con motivo del V Centenario del descubrimiento de América (16/11/1985). Recordando al Discurso de Santo Domingo dicen que «a la luz estas claras orientaciones del Santo Padre, la Conferencia Episcopal Argentina ha resuelto encarar el trabajo de esta nueva evangelización para nuestro país, tomando como base la aplicación del método: ver, juzgar y obrar«. Esta resolución será citada en documentos posteriores y permanecerá como la base firme para elaborar las mismas LPNE. Tomando el esquema ver – juzgar – obrar se ponen ciertas bases repasando documentos del magisterio universal, latinoamericano y nacional y se sugieren algunos objetivos mediatos e inmediatos para caminar hacia 1992. El texto abre un espacio para ulteriores aportes y vislumbra el efecto de la visita del Papa programada para 1987.
«Este documento… señala el camino a seguir y se irá enriqueciendo con los aportes de la sabiduría, el celo y la experiencia de los diversos sectores del Pueblo de Dios… La próxima visita del Santo Padre a nuestro país, que colmará de gozo el alma cristiana de nuestra Patria, será por su misma finalidad un extraordinario impulso evangelizador, que sin duda dejará una huella profunda en esta esforzada tarea común de la nueva evangelización que implante definitivamente la civilización del amor».
Al mismo tiempo, del 85 al 86, el antiguo Equipo Episcopal de Teología, constituido en Comisión Episcopal de Fe y Cultura, comienza a madurar el proyecto de un documento que se llama, primero, Evangelización de una cultura que nace (23/8/1985) y luego Hacia una nueva evangelización del hombre argentino y su cultura. Se plantea la evangelización de la cultura desde sus distintas dimensiones: religiosa, familiar y social, laboral. El extenso borrador tiene un buen desarrollo doctrinal que relee el magisterio contemporáneo y lleva a un discernimiento pastoral de la situación de nuestro pueblo en todos los aspectos de su cultura. Incluye interrogantes concretos, preanunciando algunas preguntas de la futura Consulta al Pueblo de Dios. Lamentablemente no fue asumido por la asamblea episcopal. Por eso, la Comisión decidió publicar a su nombre sólo un resumen de carácter histórico-pastoral.
El Evangelio ante la crisis de la civilización (ECC) sale el 25/4/1986 y retoma la propuesta de evangelizar la cultura hecha por Pablo VI (EN 18-20) y Puebla (DP 385-443) en el horizonte de una nueva evangelización del pueblo argentino. La identidad nacional, que sufre la crisis de la civilización, con las tensiones entre lo originario y lo moderno, reclama una mayor autoconciencia histórico-cultural de la Iglesia junto con un lúcido discernimiento de los signos de los tiempos. ECC es la primera reflexión episcopal consistente, aunque breve, acerca de una nueva evangelización de la cultura del hombre argentino. Se ubica en la senda de Iglesia y comunidad nacional (ICN), texto que en 1981 fue una primera recepción, aunque parcial, de la cuestión de la cultura planteada por Puebla y por Juan Pablo II.
Aquel documento «de largo aliento» -como le gusta decir a Mons. Karlic- es uno de los más importantes de la CEA en el siglo. Se anticipa a la nueva etapa vislumbrando la hora de un nuevo hito fundacional y de un nuevo acto evangelizador para el país. Considera la relación entre el Pueblo de Dios y nuestra «comunidad nacional» en la línea de San Miguel, pues la Iglesia «camina unida a la humanidad y se solidariza con su suerte en el seno de la historia» (OA 1, ICN 1). Se apoya en la doctrina antropológica y sociopolítica del magisterio, recibiendo enseñanzas de Puebla sobre la cultura y del Papa sobre la persona y la nación.
Entre sus valores resaltamos algunos. 1) Por primera vez la CEA hace, en la huella de Puebla (DP 3-14, 408-428), una lectura periodificada denuestra historia, tanto en perspectiva cultural (ICN 3-36) como sociopolítica, incluyendo el análisis del movimiento político moderno tanto universal (ICN 108-110) como argentino (ICN 111-113), en la búsqueda de un modelo adaptado (ICN 114-137). 2) En Fundamentos doctrinalessigue el esquema persona – comunidad – nación, centrándose en las nociones de dignidad y cultura. Considera a la nación como realidad cultural y como entidad política, distinguiendo nación de estado (ICN 77-85) y presentando la misión de la Iglesia como «inspiración cristiana de la sociedad» (ICN 84). 3) En él la CEA por primera vez recoge el magisterio social en materia política (PT, GS, OA) no sólo para reflexionar sobre el bien común y la soberanía del pueblo sino para hacer una opción por la democracia como estilo de vida y régimen político (ICN 108, 111, 114) llegando a dar pautas para la «normalización de la vida política» (ICN 132-137) y promoviendo el camino de la transición democrática. 4) Otra aporte para «reconstruir la Nación a partir de sus bases morales y culturales más profundas» es que convoca a «un espíritu y una práctica de la reconciliación» (ICN 199). Ante los desencuentros y los desgarramientos que vienen del pasado y las violencias cruzadas y las violaciones a los derechos humanos de los ’70 (ICN 30-37, 132-137, 196-203) impulsa convergencias básicas para ir hacia «una total y profunda reconciliación nacional» (ICN 199). Sus pilares deben ser los que Juan XXIII propuso como fundamentos de «la paz en la tierra»: la verdad, la libertad, la justicia y el amor capaz de llegar a la misericordia del perdón (ICN 200/2, DM 12).
ICN, que se puede simbolizar en las palabras persona, nación, cultura, historia, democracia y reconciliación, tuvo una recepción muy positiva, especialmente en el ámbito político, y se convirtió en un texto inspirador del llamado «servicio de reconciliación» que la CEA brindó como un aporte propio al «proceso de democratización». Documentos posteriores, especialmente durante los años 1982/85, se apoyarán en sus claras enseñanzas. Entre ellos se destacará el magistral Camino de reconciliación para la nación desgarrada del 11/8/82.
A la luz del doble marco expuesto – latinoamericano: la convocatoria a la nueva evangelización, argentino: Iglesia y comunidad nacional – se entiende más el pequeño pero sustancial aporte de El Evangelio ante la crisis de la civilización. Luego de los tres capítulos dedicados a la crisis cultural, la identidad nacional y la autoconciencia eclesial, despliega, en el último, cuatro grandes desafíos pastorales en los distintos planos de la vida y la cultura: 1) la excesiva autonomía del hombre -secularismo- en el ámbito religioso; 2) la injusticia en el plano de la convivencia nacional e internacional; 3) la crisis de valores y de vínculos en la familia; 4) la cuestión del trabajo en la relación con el mundo (ECC 9-27). Evangelizar al hombre y a su cultura -asumiendo la cuestión del sentido de la vida y de la historia (ECC 28)- apunta a éste pueda realizarse, a la luz del Evangelio, como «hijo de Dios, hermano de los hombres y señor del mundo». A lo que agrega: «Y ha de desentrañar todo el potencial humanizador de la fe para colaborar así en la gestación de una vida más plenamente humana, ya en esta tierra» (ECC 29). Se hallan aquí, in nuce, los principales desafíos (LPNE 14) y la parte principal del núcleo inspirador de las futuras Líneas (LPNE 16).
Por otra parte, el ECC se ubica entre los documentos que exhortan a participar a los miembros del Pueblo de Dios en la búsqueda, el discernimiento, la programación y la realización de una nueva pastoral orgánica. Este llamado al compromiso de todos los cristianos se traducirá en las distintas formas de participación que se implementarán después de 1987 y se constituirá en un antecedente de lo que dirán las Líneas acerca de la responsabilidad de todos los bautizados en la nueva evangelización (LPNE 38). El texto del ECC, en el que se advierten las manos de E. Karlic, C. Giaquinta y L. Gera, expresa en este punto preciso una de las preocupaciones dominantes de Mons. Giaquinta, entonces y siempre: fundamentar la pastoral de la nueva evangelización en una teología del Pueblo de Dios. Dice ECC:
«Todo lo que hemos dicho es el esbozo de una amplia reflexión que el Pueblo de Dios necesita hacer para bien de la Iglesia y de la Patria. Para ello hará falta proseguir el esfuerzo aquí iniciado… Todo esto ha de comportar una búsqueda orgánica y personal de todos los miembros del Pueblo de Dios; es decir, de todos los bautizados… Para que esta búsqueda no se quede en un puro estudio de situación y desemboque, en cambio, en acción programada de una nueva evangelización, es preciso también que todo el Pueblo de Dios crezca en la conciencia de su común misión evangelizadora, que obliga a todos los bautizados» (ECC 31-33).
Así, este documento es otro hito en el camino de preparación de las LPNE.
6. Tercera etapa, segundo momento: Iglesia en la Argentina ¡Levántate!
Estos primeros tanteos iniciales acerca de la nueva evangelización van a recibir un poderoso impulso con la segunda venida del Papa a la Argentina. Esta peregrinación misionera afianza el proceso que conduce a encontrar y formular nuevas líneas evangelizadoras. La visita pastoral de Juan Pablo II, asociada a la celebración de la Jornada Internacional de la Juventud fuera de Roma (6-12/4/1987), es decisiva para acelerar el camino hacia las LPNE.
La CEA convocó al acontecimiento con la Carta Pastoral La visita del Papa Juan Pablo II a la República Argentina (29/6/1986), en la que invita a reflexionar sobre el misterio de la Iglesia, el ministerio del pastor universal, y la figura y el magisterio de Juan Pablo II. Recuerda la primera venida, de la que se despedía con un «hasta pronto», se pregunta «¿con qué Argentina se encontrará Juan Pablo II?, y espera un fuerte impulso misionero. Junto con las sugerencias organizativas los obispos expresan: «anhelamos que en el Papa se manifieste la imagen del Buen Pastor,para que nuestra Patria, como parte de América Latina, se sume a la nueva evangelización convocada por el mismo Juan Pablo II en Santo Domingo». Faltando cinco meses el Episcopado, conforme a su propósito de preparar al pueblo fiel para que obtenga abundante fruto de ese acontecimiento pastoral, dio a conocer un Mensaje más breve titulado Que todos sean uno para que el mundo crea (8/11/1986). Allí decía:
«¡Viene el Papa!… Renovado nuestro espíritu en la unidad, la venida del Papa compromete a toda la Iglesia para la nueva evangelización. El mismo Juan Pablo II la propuso a América Latina, en ocasión del Quinto Centenario de la llegada de la Cruz de Cristo a nuestro Continente. El Papa vendrá, y nosotros, enriquecidos por su magisterio, convocaremos a toda la Iglesia para impulsar con renovado ardor esta nueva evangelización, que deseamos asumir como servidores de la Palabra y del pueblo de nuestro país».
No sólo los obispos expresaron sus aspiraciones ante semejante evento. En los meses previos se realizaron muchas iniciativas para dar a conocer la enseñanza del Papa y varias voces se alzaron para situar el acontecimiento en nuestra historia pastoral. Se veía necesario plantear los principales desafíos a la evangelización, formular una reflexión teológico-pastoral situada y proyectar líneas de una pastoral de conjunto. Se sentía la urgencia de un nuevo impulso ante el crecimiento cruzado del secularismo y de las sectas. Parecía llegar al fin una etapa signada por la incapacidad de pensar, decidir y obrar en común, causada en gran parte por el repliegue hacia lo individual acaecido en los negros ’70 y por la falta de diálogo en medio de difíciles conflictos eclesiales y sociales. Para que la nueva evangelización de la Argentina no fuera sólo undesideratum hacía falta fortalecer el tejido eclesial y convocar a metas pastorales comunes. En ese contexto se cargan de sentido las palabras de los obispos citadas más arriba: «El Papa vendrá, y nosotros, enriquecidos por su Magisterio, convocaremos a toda la Iglesia para impulsar con renovado ardor esta nueva evangelización…«.
Es difícil analizar el fruto de aquel paso pastoral del Pontífice, lamentablemente opacado en la opinión pública por los sucesos militares y políticos provocados por los «carapintadas» en la semana (santa) siguiente a su visita. Queda para otros la evaluación histórico-pastoral del impacto del acontecimiento así como el estudio del mensaje contenido en sus textos. Ahora nos interesa recoger el estímulo evangelizadortrasmitido por la figura y la presencia del Papa a través de sus actitudes, gestos y palabras. Una exhortación resume lo que el Papa hizo y dijo: en su homilía en la Misa en el estadio de Vélez Sarsfield, compartida con obispos, consagrados y agentes pastorales, lanzó un llamado profético: «Iglesia en la Argentina, levántate y resplandece porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti». Así, laconvocatoria que invitaba a la nueva evangelización de América Latina en general se convertía en un llamado particular que urgía la nueva evangelización de Argentina.
En la asamblea plenaria posterior la CEA hizo una evaluación de la visita y dio una primera respuesta al pedido del Pontífice. El documentoIglesia en la Argentina ¡Levántate! del 2/5/1987 dice que «su llamado a la evangelización se hace más urgente que nunca. Por eso, junto al Papa, repetimos con fuerza: Iglesia en la Argentina, levántate y resplandece…«. En ese marco los obispos, primeros responsables de la misión pastoral, se comprometen a convocar al Pueblo de Dios para preparar líneas comunes de una nueva evangelización.
«Lo repetimos en primer lugar a nosotros mismos. Nos comprometemos a estar abiertos a las inspiraciones del Espíritu y a no apagar su fuego, para que a la luz del Evangelio podamos discernir los signos de los tiempos y ocupar de este modo, junto a nuestro pueblo, el lugar que Dios nos asigna en la historia de la salvación. Esto requerirá, como el Papa nos señala, gran humildad, entereza de ánimo y serenidad de espíritu. Con la participación de miembros de todo el Pueblo de Dios prepararemos líneas fundamentales de una evangelización nueva ‘en su ardor, en sus métodos y en su expresión'» (íd., n. 21).
Así, las primeras búsquedas acerca de la nueva evangelización, que venían haciéndose desde 1984/5, se convertían en una decisión firme y en una convocatoria amplia para caminar hacia nuevas líneas pastorales. Esa plenaria de mayo del ’87 abrió un nuevo momento pastoral.
1987 era, por una parte, año mariano universal, en cuyo marco se editarían los documentos sobre María -Redemptoris Mater (1987)- y la mujer –Mulieres Dignitatem (1988). En ese mismo año se celebraría el sínodo de obispos sobre la vocación y la misión de los laicos, que se expresaría en la exhortación Christifideles Laici. Además, a 20 años de Populorum Progressio, Juan Pablo II daría a luz la segunda encíclica de su trilogía social: Sollicitudo Rei socialis, dedicada al sentido cristiano del desarrollo: moral, integral, solidario.
Por otra parte 1987 era año catequístico nacional. Del 10 al 12/10/87 unos 15.000 catequistas celebraron el Segundo Congreso Catequístico Nacional en Rosario, a 25 años del primero (1962, Buenos Aires). Desde su convocatoria (17-4/1986) se proponía «promover el itinerario catequístico permanente en las comunidades eclesiales como respuesta a las exigencias de una nueva evangelización». Se enmarcaba, claramente, en el horizonte de la nueva evangelización. Fruto maduro del aquel encuentro es un documento publicado al año siguiente: Juntos para una evangelización permanente (14/4/1998). El texto, que integra la historia catequística local en la convocatoria del Papa a la nueva evangelización en 1984(n. 5), su posterior visita pastoral a nuestro país en 1987 (n. 13), el año mariano universal (n. 146) y la preparación del Quinto centenario y del Tercer milenio (n. 145), expresa la conciencia de iniciar una «nueva etapa» (ns. 17-21). Su aporte conceptual más importante versa el «itinerario catequístico permanente» (ns. 50-66) en un marco dado por la tematización explícita de la «nueva evangelización» (ns. 22-49) y de la «pastoral orgánica» (ns. 120-147), en la que incluye una pequeña historia de las prioridades pastorales de conjunto y de los principales documentos de la CEA en las décadas 60 a 80 (ns. 121-126). El lector notará no sólo un nuevo hecho-texto que es otro hito hacia las LPNE sino, también, la presencia de temas que serán retomados y destacados por las Líneas en un contexto más amplio. Una cita permite sintetizar algunas de estas novedades y conexiones temáticas, que subrayamos:
«Por fidelidad a la Iglesia de hoy, tenemos que reconocer y buscar caminos de una mayor integración de la catequesis en la pastoral orgánica. Esta representa el marco referencial constante de toda actividad eclesial. Además de ser una necesidad sentida por todos, resulta imprescindible para la puesta en marcha de la ‘nueva evangelización’, y consecuentemente, para la implementación de la catequesis y del itinerario catequístico permanente» (Juntos, n. 120).
7. La búsqueda compartida de nuevas líneas pastorales
La decisión del Episcopado manifiesta en la exhortación Iglesia en la Argentina ¡Levántate!, situada en el contexto histórico y pastoral referido, es el punto de partida de la preparación de las LPNE. En marzo de 1988 la Comisión Ejecutiva de la CEA resuelve, por un lado, preparar, realizar y evaluar una «Consulta al Pueblo de Dios»; por el otro, que se den distintos pasos para ir pensando las nuevas líneas de evangelización. Estas iniciativas conforman la historia de la preparación mediata e inmediata de las LPNE, que se encuentra muy resumida en su «prólogo», titulado Realidad y búsqueda de la Iglesia en la Argentina (LPNE 1-4). Si el punto de partida «mediato» es la propuesta de la nueva evangelización, la respuesta dada por la CEA tiene como hitos previos las Bases del 16/11/1985 y la resolución de Iglesia en la Argentina ¡levántate! (2/5/1987) n. 21: «proyectar líneas fundamentales para la nueva evangelización con la participación de todo el Pueblo de Dios» (LPNE 1). Entonces, podemos decir, comienza la preparación «inmediata» que durará unos tres años y que se realizará mediante novedosas formas eclesiales de consulta y participación, las que en cierto modo recuperan la gran dinámica participativa que generó la COEPAL en la segunda mitad de los ’60. Esta búsqueda «compartida» pertenece a la gran Redaktionsgeschichte de las Líneas.
Las mismas LPNE dirán que esa decisión se encauzó, en primer lugar, mediante la Consulta al Pueblo de Dios, realizada en la primera mitad del ’88. «Esa participación se inició con la Consulta al Pueblo de Dios (abril-mayo de 1988). A ella, manifestando gran interés, respondieron 77.034 personas» (LPNE 2). El formulario programado por la misma CEA y con la ayuda de la Facultad de Teología buscaba auscultar el sentir y el pensar de un número representativo de miembros del Pueblo de Dios en la Argentina. Sus 10 preguntas, con opciones cerradas y abiertas, estaban precedidas por una invitación de la Comisión Ejecutiva. En su primer número se relataba la historia reciente del pedido de una nueva evangelización, incluyendo explícitamente el llamado de la visita pastoral del Papa. El segundo decía:
«Es nuestra convicción que el anuncio del Evangelio de Jesucristo es la misión de todo el Pueblo de Dios. Y para actuar como único Pueblo del Señor todos los cristianos han de unir sus esfuerzos y tareas, en una acción pastoral común, coherente y debidamente conducida. Por este motivo, queremos empeñarnos en suscitar la participación de todo el Pueblo creyente, en la búsqueda de líneas fundamentales para una evangelización nueva en su ardor, en su estilo, en sus métodos y en su expresión. Creemos que en el seno de nuestra amplia comunidad cristiana existen gérmenes y dinamismos apostólicos que han de ser recogidos y cultivados. Invitamos, por tanto, a dicha participación, realizando la presente Consulta que, si bien está dirigida principalmente a los católicos, queremos extenderla también a otros hermanos cristianos y a no cristianos de buena voluntad, para que nos ayuden con sus ideas, opiniones y la expresión de sus inquietudes y esperanzas. Es la hora de buscar -entre todos e incansablemente- nuevos caminos de evangelización, que respondan a las necesidades de este tiempo, de todos los hombres de nuestra patria, y especialmente de los más pobres y humildes…».
La Consulta fue una primera instancia amplia de participación en orden a las LPNE. Se enviaron 46.675 formularios a todo el país y se recibieron de vuelta 23.523 encuestas, de las cuales 14.900 fueron respondidas de forma individual y 8.623 de modo grupal. Eso da una cantidad de 81.164 personas consultadas. Apenas se terminó se dio una primera síntesis de la información nacional. El texto final o Informe Nacional es acompañado por varios estudios sociopastorales muy útiles. Nos parece que, terminado el trabajoso procesamiento e interpretación de los datos, hay dos resúmenes breves del resultado de la Consulta dados en 1990. El primero es la síntesis objetiva de las respuestas que hace el Informe Nacional y que es presentada como «apreciación sintética de los resultados». Dice que
«El Pueblo de Dios consultado pide una Iglesia donde todos, obispos, sacerdotes y laicos, den testimonio explícito de vida evangélica, comprometiéndose con la justicia y el amor al prójimo, trasmitiendo el mensaje de Cristo en todos los sectores y especialmente entre los más pobres y los que más sufren.
Con una vida espiritual basada en la fe en Cristo, el perdón y la misericordia de Dios, la lectura de la Biblia, la vida sacramental renovada, la oración individual y comunitaria, y la fe vivida en familia.
Para lo cual proponen: mayor formación y participación de los laicos, predicar de un modo más cercano a la vida, realizar celebraciones más participadas y festivas, difundir la Doctrina Social de la Iglesia, orientar las comunidades hacia la evangelización.
Superando las dificultades derivadas de la falta de sacerdotes, la falta de dedicación y constancia de los fieles, un ambiente desinteresado y hostil, con poco lugar para la vida espiritual, la pérdida del sentido del pecado y la diversidad de criterios en materia moral».
Las mismas LPNE traen otro resumen que, en su redacción final, es como una relectura pastoral de los aportes de la Consulta. «Del conjunto de las respuestas recibidas surgen, con nitidez, ciertas características de la conciencia eclesial de los consultados que permiten delinear un perfil de la Iglesia en la Argentina. Someramente expondremos las más relevantes (LPNE 2). ¿Cuál es ese perfil eclesial argentino? LPNE 3 lo expone. Lo transcribo porque manifiesta constantes surgidas en el proceso de preparación de las Líneas.
«En primer lugar, se pone de manifiesto que la Iglesia en la Argentina aspira a alimentar su fe en la vida sacramental y la Palabra de Dios. Además, el ámbito más apreciado para despertar, vivir y acrecentar la fe es la familia. De este modo las respuestas ratifican el lugar irremplazable de la institución familiar, afirmado insistentemente por la Iglesia. La familia ha sido, sin duda, uno de los pilares de la primera evangelización y de la transmisión continuada de la fe en nuestras tierras.
Emerge, a su vez, como preocupación central: cómo lograr que la Iglesia en la Argentina sea más misionera. Preocupación que mira, tanto al estilo de la acción pastoral, cuanto a los contenidos de la evangelización y a la metodología de la misión. Son numerosas las respuestas que aluden ‘al poco espíritu misionero’ y a la ‘falta de testimonio cristiano’, expresando una sincera autocrítica por parte de los consultados. Las frecuentes menciones de la opción preferencial por los pobres y la evangelización de la vida cotidiana, parecen confirmar el deseo de lograr un mayor testimonio personal y un perfil eclesial más misionero.
El dinamismo nuevo, imaginado por los consultados, reclama principalmente, mayor participación del laicado en la actividad evangelizadora, y una imprescindible renovación de las estructuras parroquiales, para que sus comunidades sean más acogedoras, abiertas y misioneras.
De muchas formas se expresa con insistencia la necesidad de un mayor recurso a los medios de comunicación social, como instrumentos de evangelización. Simultáneamente, se pone de relieve la importancia que los consultados otorgan al testimonio de vida personal, a la oración y a la dedicación del propio tiempo para afrontar la misión.
Las respuestas referidas al contenido del mensaje evangelizador, piden que sea más misionero y que tenga en cuenta ‘los problemas de la vida moderna’ e ilumine el ‘sentido de los males del mundo’, que constituyen el mayor obstáculo para creer. Deberá expresarse en un lenguaje comprensible para la mentalidad actual y acompañar el anuncio explícito de Jesucristo con respuestas concretas a la problemática antropológica.
Para potenciar el protagonismo de los laicos en la evangelización, se reclama una formación profunda, completa y actualizada. Además de la insuficiente formación, muchos reconocen las dificultades del ambiente, como por ejemplo la pérdida del sentido del pecado (49%). Se insinúa también el deseo de que la Jerarquía convoque más explícita y decididamente al laicado.
En la búsqueda de mayor coherencia se percibe la inquietud de relacionar la fe con la vida. Muchos piden que la adhesión de fe a Cristo se exprese en ejemplos de justicia y amor, y se alude específicamente al compromiso evangélico de la opción preferencial por los pobres. Hay coincidencia por parte de los alejados y de los no cristianos, en el aprecio de tales valores.
Si bien algunos hacen referencia a cierta tensión entre espiritualismo y horizontalismo, el análisis de la totalidad de las respuestas manifiesta que, en la realidad eclesial argentina de hoy, existe un equilibrio entre la dimensión espiritual-sacramental y la dimensión horizontal-social, con un ligero predominio de la primera. Cuando se responde sobre los obstáculos para creer, también aparece como irrelevante esa tensión, ya que el horizontalismo no es muy señalado, ni por defecto (Iglesia poco comprometida con la justicia, 23%), ni por exceso (Iglesia demasiado metida en lo político, 12%). Tal equilibrio, sin embargo, pareciera no ser aceptado fácilmente por todos ya que los más alejados y algunos agentes pastorales son muy críticos para con la Institución. Ello pone de relieve la necesidad de una acción pastoral misionera más efectiva.
Cuando los consultados se refieren a los principales aportes que puede hacer la Iglesia en orden al bien común de la Nación, indican: la mayor difusión de la Doctrina Social de la Iglesia (47%); la enseñanza acerca del amor, el matrimonio, la familia y el sexo (41%); y la dedicación preferencial hacia los más pobres (36%)
8. Hacia el texto definitivo: «un amplio consenso eclesial» (LPNE 5)
Mientras se procesaban lentamente los datos que darían pie a estas conclusiones la Comisión Ejecutiva de la CEA, coordinada por el eficaz trabajo del Secretario General, Mons. J. M. Arancibia, formó un grupo de teólogos y de pastoralistas que, al mismo tiempo que recibían e interpretaban aquellos datos, iban estudiando los mensajes pontificios relativos a la nueva evangelización y buscando el camino de renovación que necesitaba nuestra Iglesia. En ese contexto surgió el «Papel de trabajo» Líneas para una evangelización nueva, que fue estudiado y enriquecido por los obispos en la asamblea de octubre de 1988.
Los aportes, modos y observaciones recibidos de los pastores y de otras personas consultadas formaron el material para elaborar el «documento de trabajo» (amarillo), titulado Líneas para una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión, aprobado en la plenaria del 3-8/4/1989. Este instrumentum laboris, luego de sintetizar las respuestas de la Consulta (IL 4-12), decía: «Recogiendo las opiniones del Pueblo de Dios expresadas mediante la Consulta, a la luz del magisterio de la Iglesia y más particularmente de las enseñanzas de Juan Pablo II, presentamos este Documento de Trabajo» (IL 13). El texto, base inmediata de las LPNE, contenía cuatro capítulos y ocho preguntas integradas en aquellos, que facilitaban la reflexión pastoral y el envío de respuestas. Además tenía tres anexos: los dos textos del Papa de 1984 y las Bases de la CEA de 1985. Como notificaba una comunicación interna para los miembros de la CEA, mediante este Documento de Trabajo se pretendía «llevar adelante un segundo momento de participación de miembros del Pueblo de Dios, especialmente de los agentes pastorales cualificados». Fue enviado a todas las diócesis y a los organismos eclesiales de nivel nacional provocando una segundainstancia amplia de consulta, que se vio facilitada por la entrega de tres subsidios prácticos. Podemos dar testimonio, por experiencia propia, de que el IL fue trabajado con responsabilidad en muchas partes y de que las respuestas a las preguntas contenían propuestas interesantes.
Las respuestas fueron consideradas en un encuentro de trabajo realizado del 4-6/10/1989 del que participaron algunos obispos y la mayoría de los miembros del equipo designado por la Comisión Ejecutiva para colaborar con las Líneas. Junto con el ordenamiento y la evaluación de las respuestas los participantes hicieron sus propias apreciaciones y sugerencias. El fruto de ese diálogo se volcó en un abultado informe estudiado por la Comisión Permanente el 13/12/1989 y remitido luego a todos los obispos. Se articulaba en cuatro partes: 1) Consideraciones generales (p. 2); 2) Síntesis de las respuestas recibidas (ps. 3-31); 3) Apreciaciones que inspiran las respuestas (p. 32-34); 4) Algunas sugerencias (ps. 35-37). Así, el Instrumentum Laboris fue enriquecido por muchos «modos» tomados del importante material brindado por las respuestas y por otros aportes presentados hasta la primera plenaria del ’90. Así se elaboró el texto definitivo aprobado en San Miguel el 25/4/1990.
Por eso, el texto de las LPNE expresa «un amplio consenso eclesial» (LPNE 5) alcanzado en las distintas instancias de reflexión, consulta, participación y diálogo realizadas. Las mismas Líneas resumen el proceso inmediato de su gestación entre 1988-1990 ya narrado.
«En nuestra Asamblea de octubre de 1988 tomamos conocimiento de la buena acogida obtenida por la Consulta al Pueblo de Dios y elaboramos un ‘Papel de Trabajo’ preliminar, que nos permitió dar un primer paso e imaginar los siguientes. El conjunto de los aportes recibidos mediante la Consulta al Pueblo de Dios y la concomitante reflexión teológico-pastoral, confluyeron en el Documento de Trabajo ‘Líneas para una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión’. Aprobado – en general – en la Asamblea de abril de 1989, estimamos oportuno suscitar una nueva instancia participativa. Con tal fin lo ofrecimos a la consideración y estudio de los agentes pastorales calificados de todas las diócesis del país. Sus reflexiones fueron analizadas por la Comisión Permanente de la CEA en diciembre de 1989, encomendándose a un grupo de colaboradores realizar una redacción que asumiera las conclusiones de la Consulta y los contenidos del Documento de Trabajo, junto con los demás aportes recibidos, a fin de ser presentada en la Asamblea de abril de 1990» (LPNE 4).
En efecto, el iter recorrido permite constatar que una acción evangelizadora orgánica y coherente puede ser asumida con más facilidad por todos mediante un proceso gradual que genere creciente consenso y explícita comunión. Ya la primera apreciación general hecha sobre las respuestas a la consulta del IL decía: «Para evitar una actitud voluntarista, es de desear que las futuras ‘líneas’ recojan y expresen unconsenso eclesial generado antes de modo paciente; de lo contrario se convertirían en un documento más, sin que logren plasmar unaevangelización nueva«. Semejante proceso participativo dio su fruto en un documento que expresa un amplio consenso y que, por eso, fue dado y recibido con entusiasmo.
«Ahora aprobamos con alegría estas «Líneas pastorales para la nueva evangelización» y nos comprometemos a impulsar y animar su puesta en práctica, con el convencimiento de que recogen y expresan un amplio consenso eclesial y que son capaces de orientar, en nuestra patria, una misión evangelizadora nueva, más orgánica y vigorosa» (LPNE 5).
2. SIGNIFICADO, ESTRUCTURA, NOVEDAD DE LAS LÍNEAS
1. Significado y valor de las Líneas
Las LPNE han de ser vistas como acontecimiento y como texto. Su forma de preparación y su promulgación constituyen un acontecimiento histórico en la Iglesia argentina posconciliar. Este hecho tiene varios significados de carácter positivo. Expresa la recepción, bastante consensuada, por parte del episcopado argentino, de la propuesta de nueva evangelización hecha por Juan Pablo II. También refleja la puesta en marcha, después de casi dos décadas, de un vasto proceso de consulta y de participación destinado a pensar una acción eclesial de conjunto. En ese contexto tiene como novedad, después de más dos décadas, el recuperar la memoria del documento de San Miguel (1969) y asumir explícitamente algunas de sus principales líneas, en particular al hacer la opción por los más pobres como exigencia de la catolicidad (LPNE 32), al convocar a evangelizar no sólo «hacia» sino también y sobre todo, «desde el pueblo» (LPNE 57) y al manifestar expresamente su vigencia:
«Conscientes del potencial evangelizador de los pobres (DP 1147), recordamos la vigencia pastoral de las respectivas Orientaciones dadas en San Miguel (1969) sobre Pobreza (SM III) y Pastoral Popular (SM VI), enriquecidas luego por Puebla (DP 1134-1165)» (LPNE 59).
Por eso no extraña que haya sido acogida con simpatía por personas y por grupos que habían llevado adelante la tarea pastoral, en las décadas anteriores, guiados por las orientaciones de los documentos del Concilio, Medellín y San Miguel. El servicio evangelizador hacia y desde el pueblo, y la opción preferencial por los pobres, fueron «líneas» que las Líneas asumieron decididamente y que mencionan no menos de trece veces.
En ese horizonte las Líneas han tenido la audacia de proponer una pastoral más orgánica en base a líneas comunes de contenido, espíritu y acción, que contienen mucha riqueza teológica y creatividad pastoral. Lo hacen sin pretender un plan pastoral completo sino invitando a que sean asumidas por los agentes y las comunidades según su propia y singular condición. El paso dado, desde la búsqueda de un plan nacional de pastoral de conjunto al trazado de «líneas pastorales orgánicas» (LPNE 10), indica una evolución en el camino pastoral de nuestra iglesia en el posconcilio. El texto de las LPNE es muy claro en este punto:
«Las proponemos como puntos esenciales, tanto de la enseñanza como de la acción de la Iglesia, de manera que todos los agentes pastorales hemos de sentirnos guiados e impulsados por ellas, para provocar el protagonismo de cada bautizado y evangelizar más hondamente a nuestro pueblo. Sin constituir propiamente un Plan Nacional de Pastoral, servirán para revisar la actividad eclesial y para inspirar la planificación de las diócesis, sectores, asociaciones y movimientos, en orden a afianzar un sentir y actuar común en todas las iglesias particulares» (LPNE 5).
Dentro de una visión más unificada, integral y dinámica de la acción evangelizadora, que contiene y trasciende a la promoción humana (LPNE 22), las LPNE se han anticipado concientemente a la IV Conferencia de Santo Domingo, al presentar puntos pastorales, esenciales comunes,como líneas estables y abiertas de nueva evangelización.
«En nuestra patria les otorgamos un carácter estable, a la vez que abierto a ulteriores perfeccionamientos, de manera especial los que surjan por inspiración del acontecimiento de Santo Domingo, y de las experiencias laicales que encarnen un eficaz protagonismo evangelizador, capaz de impregnar, más profundamente, la cultura de nuestro pueblo con la savia vivificante y liberadora del Evangelio de Jesucristo» (LPNE 6).
Con sus riquezas y limitaciones las Líneas se ofrecen para impulsar y encauzar una nueva evangelización, e incluso para inspirar y fundamentar procesos de planificación pastoral a nivel de diócesis, sectores, asociaciones y movimientos. De este modo, sin ser «un plan», ayudarán a trazar distintos «objetivos» y a formular variados «planes» en las iglesias particulares. Por eso en los ’90 se darán dos fenómenos interesantes: a nivel teórico, la conjunción de los temas de nueva evangelización, líneas pastorales y planificación pastoral orgánica; a nivel práctico, el comienzo o la consolidación de procesos tanto de planificación de pastoral diocesana y parroquial como de renovación o coordinación de pastorales especiales. Las Líneas ampararán varias iniciativas para una nueva evangelización, como deseaba la CEA:
«Es nuestro deseo proponer para la Iglesia en la Argentina, algunas líneas pastorales orgánicas, capaces de inspirar, impulsar y encauzar la evangelización nueva» (LPNE 10).
El texto ya preveía ulteriores perfeccionamientos y oportunas evaluaciones (LPNE 6, 46).
«Por lo tanto, todo lo propuesto en estas Líneas pastorales para la nueva evangelización, nos estimula y compromete. En consecuencia, nos disponemos a evaluar y animar en cada diócesis y, simultáneamente, desde la Conferencia Episcopal, la actividad pastoral futura de la Iglesia en nuestra patria» (LPNE 46).
Por estas razones las LPNE han sido un novedoso acontecimiento evangelizador. Pero esto no quita que se observen algunas deficiencias. Se ha indicado, por un lado, que hubo cierta superposición y falta de integración entre el procesamiento de datos de la Consulta y la elaboración de las Líneas. Por otro, falta en este documento una interpretación y un discernimiento del camino recorrido por nuestra Iglesia en las décadas anteriores, así como un cuadro más completo de la situación social, cultural y religiosa a fines de los ’80. Pareciera que hoy, una década después, estamos en mejores condiciones de asumir un pasado inmediato complejo y traumático, y de trazar un perfil completo y actualizado de nuestra Iglesia.
Por fin, otro mérito de las Líneas fue iniciar un examen de conciencia eclesial y una cierta autocrítica pastoral, a partir de datos de la Consulta(LPNE 2-3) y de una voluntad explícita de hacer eficaz, a partir de la opción por los pobres, la «necesaria conversión de toda la Iglesia» (LPNE 58). Esta línea, que venía desde Puebla (DP 1134), será retomada en Santo Domingo: «la nueva evangelización exige la conversión pastoral de la toda la Iglesia» (SD 24). Es una lástima que esta actitud evangélica, promovida por la CEA en documentos anteriores (ICN 66; DHC 2-11), no haya sido suficientemente asumida. Habrá que esperar al llamado a la conversión del Papa en Tertio Millennio Adveniente. Pero, tampoco entonces, resultará satisfactorio el ejercicio del examen del conciencia para la conversión eclesial.
2. Estructura e itinerario de las Líneas
Luego de su «prólogo pastoral» y de su «introducción histórica» las LPNE presentan su estructura literaria y su itinerario discursivo adelantando el contenido de sus cuatro capítulos.
«En el primero, se señalan los dos desafíos más importantes que habremos de asumir, para darles respuesta mediante los trabajos pastorales de la nueva evangelización. A la originalidad del contenido está dedicado el segundo capítulo, en el que se formula una línea global, desarrollada luego en cuatro cauces simultáneos y convergentes. Puesto que la novedad exige conversión y cambio de actitudes, el tercer capítulo expone a modo de mística el espíritu que ha de animarnos. En el cuarto, bajo el título de ‘Nuestro compromiso con la nueva evangelización’, se presta atención a los agentes, los medios y los destinatarios. En tal contexto, se pone de relieve el protagonismo activo de todos los bautizados, destacándose tres acciones, potencialmente muy evangelizadoras, orientadas al mayor número posible de personas. Finalmente, a modo de conclusión, se cita un texto de Juan Pablo II» (LPNE 10).
La articulación es clara y parece tener dos esquemas subyacentes. Por un lado, el del método ver – juzgar – actuar. Mientas que el cap. 1 mira y discierne desafíos, el cap. 2 presenta y desarrolla contenidos que iluminan la realidad y orientan la acción. Por su parte, el cap. 3 sugiere y motiva actitudes que animan a obrar a los agentes y el cap. 4, en el marco del intercambio entre agentes y destinatarios, precisa y destaca tres acciones a realizar de manera conjunta y prioritaria. Por otro lado, el texto de las LPNE supone y aprovecha la estructura teo-lógica propia de la acción pastoral, tal cual fue presentada por Pablo VI. En Evangelii Nuntiandi presenta una visión de conjunto de la evangelización (EN 17-24) que organiza sus capítulos en base a los componentes esenciales y permanentes de toda acción pastoral. La evangelización (EN 18) es una acción comunicativa (naturaleza) por la que la Iglesia (agente) trasmite la Buena Nueva (contenido) a la humanidad (destinatario) para renovarla con la fe en el Evangelio de la salvación (finalidad) por medio de actitudes (subjetivas) y de medios (objetivos). Esa estructura básica, que articula a agentes (I-VI) y destinatarios (V) mediante objetivos (II), contenidos (III), actitudes (VII) y medios (IV), subyace a todas las acciones pastorales particulares y concretas y está en el trasfondo de las LPNE.
Este esquema teológico-pastoral permite entender las «novedades» de la nueva evangelización, en tanto ésta es una nueva acciónevangelizadora. Si evangelizar entraña siempre una novedad, porque es comunicar a Cristo, el Hombre Nuevo (Ef 2,15), que renueva todas las cosas (Ap 21,5) e inaugura el «mundo nuevo» del Reino de Dios (EN 18, 23, 75), una nueva evangelización puede comprenderse desde aquella visión global si se buscan las distintas novedades en los sujetos (agentes y destinatarios), el objeto (contenido) y las mediaciones (medios y actitudes). Así lo hizo, un bienio después de las Líneas, la IV Conferencia de Santo Domingo, en un texto que contiene valiosas sugerencias pero que no podemos analizar aquí (DSD 23-30). Esta «lógica» de la acción evangelizadora subyace también a la propuesta constante del Papa de procurar una evangelización nueva en los métodos (o medios), en el ardor (una actitud) y en la expresión (del contenido). Nos parece, también, que organiza la estructura interna de las LPNE ya que, según vimos en el texto de Líneas 10, los distintos capítulos son desplegados de una manera orgánica y coherente tratando de señalar en ellos las distintas novedades: en los dos desafíos (cap. 1), en el núcleo y los cauces del contenido (cap. 2), en las renovadas actitudes (cap. 3) y en las acciones destacadas (cap. 4).
El mismo documento tiene el cuidado de enlazar permanentemente sus capítulos e incluso las secciones y temas interiores a cada capítulo. Varios textos resumen el contenido y sirven de articulación estructural (LPNE 10, 14, 15, 23, 32, 41, 47). Un ejemplo es el párrafo final del capítulo segundo, en el que la línea global del contenido evangelizador – la fe en Dios que promueve la dignidad del hombre (LPNE 16) – está ensamblada con los desafíos del secularismo y de la injusticia (LPNE 14), de modo sintético y con fuerza profética.
«Para concluir, el contenido de la línea global de la evangelización nueva y los cuatro cauces que lo explicitan, pretenden satisfacer el hambre de Dios mediante el pan de la Palabra y la sed de justicia con la promoción más íntegra de la dignidad humana» (LPNE 32).
Otro ejemplo lo encontramos en el cuarto capítulo, de marcada naturaleza pastoral, que propende «una más orgánica y vigorosa acción evangelizadora» (LPNE 37). En esta parte, que vincula a agentes, medios y destinatarios, se insiste una y otra vez, hablando en general o en particular, en la necesidad de una nueva acción pastoral más orgánica y organizada (LPNE 41, 42, 42, 46, 53, 59). Sin duda las Líneas apuntan a que todos los agentes pastorales – individuales, comunitarios, institucionales – «se inserten activamente en la pastoral orgánica de la Iglesia conducida por los sucesores de los apóstoles» (LPNE 42). En este contexto se entiende la metáfora de la red – tan evangélica, tan postmoderna – usada por el Papa y aplicada a la conjunción de la acción apostólica de todos los bautizados (LPNE 39). Un párrafo recapitulador, que cierra el número dedicado a alentar que «los fieles laicos se pongan de pie en nuestra Iglesia», vincula esta perentoria necesidad de protagonismo y coordinación pastoral con los dos desafíos, que afectan también a los miembros de la Iglesia.
«En fin, para hacer vitalmente intensa y profunda la evangelización nueva, todos hemos de ceñir con mayor fuerza los ‘nudos de la red apostólica constituida por todos los bautizados’ (HSD 6), permitiendo que la Palabra de Dios, la acción del Espíritu Santo y la corrección fraterna, nos vayan purificando del secularismo y la injusticia, que también a nosotros pueden afectarnos» (LPNE 41).
3. Novedades de las LPNE
No es objeto de este trabajo exponer los contenidos de cada uno de los cuatro capítulos. Su resumen y valoración, en especial del cap. 2, se harán en las exposiciones siguientes destinadas a evaluar su vigencia y a actualizar sus aportes. Aquí sólo deseo sintetizar varias novedades del texto de las LPNE, que se agregan a las indicadas en puntos anteriores.
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El resumen de los principales desafíos del «actual proceso histórico-cultural» (LPNE 11) en los temas del secularismo (LPNE 12) y la injusticia o «justicia demasiado largamente esperada» (LPNE 13, citando DSD III,1), así como la «coherencia intrínseca» entre ambos (LPNE 14), pone de manifiesto, al menos, cuatro novedades. a) La consideración simultánea y orgánica de los desafíos a la evangelización que se presentan en las dimensiones religiosa y social de la vida humana. b) La recapitulación sintética y serena de los mejores aportes complementarios de las líneas teológico-pastorales latinoamericanas centradas en la cultura y en la liberación. c) El impacto que ambos retos entrelazados presentan a la coherencia entre la fe y la caridad (LPNE 14, citando Gal 5,6). d) La correspondencia que tiene esta dupla con el núcleo del contenido evangelizador que se traza como línea global (LPNE 21):
«Transmitiendo con claridad y vigor la relación entre la fe en Dios y el reconocimiento de la dignidad del hombre, que nos propone el Concilio y nos testimonia la obra de los primeros misioneros, se podrá impulsar una acción evangelizadora coherente, capaz de dar respuesta a los desafíos enunciados» (LPNE 15).
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El núcleo inspirador del contenido evangelizador (LPNE 16-22) y los cuatro cauces particulares en los que aquel se despliega (LPNE 23-32) tienen una cantidad inmensa de valores que seguramente la ponencia del P. Gera pondrá de relieve. Aquí quiero indicar sólo algunos aportes que hacen a la comprensión de lo nuevo de una evangelización nueva y que indican también una novedad en el proyecto evangelizador de la Iglesia argentina. Para eso, entre tantos textos, me limito a transcribir la formulación sintética del núcleo inspirador:
«Proponemos este núcleo inspirador como línea global de la evangelización nueva: en vísperas del sexto siglo del cristianismo en América, la Iglesia necesita, con su predicación y su testimonio, suscitar, consolidar y madurar en el pueblo la fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, presentándola como un potencial que sana, afianza y promueve la dignidad del hombre» (LPNE 16).
El misterio de Cristo es el centro de la fe y, por eso, de toda evangelización. LPNE 24 destaca «la centralidad de Cristo como objeto de nuestra fe y contenido de la tarea evangelizadora». El contenido central y novedoso de la evangelización es Jesucristo, Evangelio de Dios para la salvación el hombre (Mc 1,1; EN 7). Cristo, Dios-Hombre, une a Dios y al hombre, y dignifica al hombre al llevarlo a la comunión con Dios. El cristocentrismo de la fe cristiana vincula de manera orgánica y profunda al teocentrismo y al antropocentrismo. Esta doctrina, que para Juan Pablo II es tal vez la novedad principal del Concilio (DM 1), es asumida explícitamente por las Líneas (LPNE 26).La verdad sobre Cristo se abre así hacia la profesión de fe trinitaria y hacia una antropología teológica. Desde el polo divino -Dios uno y trino revelado en Cristo- se puede asumir e iluminar la problemática que hace a la relación del hombre con Dios: la fe y la religión frente al secularismo y a las sectas. Desde el polo de la dignidad humana -el misterio y el valor del hombre revelado en Cristo- se puede asumir e iluminar el desafío antropológico de la modernidad y los problemas que se dan en la relación del hombre con el hombre, que debe ser animada por la justicia y el amor.
Una nueva evangelización busca una nueva expresión de aquel contenido central para presentarlo de forma adecuada al hombre contemporáneo en la senda inaugurada por el Concilio (LPNE 15), asumiendo la preocupación antropológica de la sensibilidad moderna (LPNE 21) y la inquietud contemporánea por la dignidad humana y el clamor por una mayor justicia (LPNE 21). En esto, el núcleo de las Líneas quiere ser fiel al Vaticano II al presentar el mensaje cristocéntrico asumiendo la perspectiva antropológica y cultural.
«Para afrontar los desafíos del secularismo y la injusticia, conviene recuperar los rasgos que dieron identidad a la Iglesia en América Latina y atender al acento pastoral del Concilio Vaticano II, preocupado por asumir las justas aspiraciones del hombre contemporáneo y todo lo válido de su cultura» (LPNE 15).
Al servicio del núcleo evangelizador, que une de manera indisoluble fe cristiana y dignidad humana (LPNE 18-20), el documento relee y aprovecha enseñanzas del magisterio conciliar y pontificio. Un núcleo tan profundo, vigoroso y original permite no sólo responder a los desafíos históricos (LPNE 21) sino también presentar la integración de la promoción humana en la evangelización, culminando así un gran esfuerzo de síntesis doctrinal.
«Insistimos en la importancia de la línea global que hemos desarrollado, por ser, a nuestro juicio, el contenido sobre el cual habrá de poner su énfasis la evangelización nueva. El factor original de ella es la conexión y unidad entre la realidad de Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, afirmada en la fe cristiana y el hecho de la inviolable dignidad del hombre. En consecuencia, la predicación de la fe (evangelización) y la tarea de promoción de la dignidad humana (justicia, derechos, etc.), nunca han de ser presentados de forma disociada, como si configurasen dos líneas paralelas en la misión de la Iglesia. Han de ser testimoniadas y proclamadas como pertenecientes ambas a la misma y única misión evangelizadora» (LPNE 22).
No es posible trazar aquí toda la historia del tema en el magisterio actual, pero sí marcar la continuidad de la doctrina de la CEA en esta compleja materia. Mucho antes de las formulaciones sintetizadoras del Sínodo de 1971, de Pablo VI (EN 29-39) y de Puebla (DP 480-490), el documento de San Miguel tuvo afirmaciones luminosas, recogidas en LPNE 22.
«El Episcopado argentino expresó concisamente este nexo en el año 1969, al declarar que ‘como la vocación suprema del hombre es una sola, la divina, la misión de la Iglesia es también una sola: salvar integralmente al hombre. En consecuencia la Evangelización comprende necesariamente todo el ámbito de la promoción humana. Es pues, nuestro deber, trabajar por la liberación total del hombre’ (SM IV, 2)» (LPNE 22).
En este contexto se valora la novedad de perspectiva de las LPNE al acentuar la mediación antropológica en la presentación de los contenidos evangelizadores. Por un lado, la antropología se integra en el contenido material del mensaje cristiano desde su fundamento cristológico, en la senda abierta por Gaudium et Spes (GS 11-45) y por Puebla (DP 304-339). En esa dirección Gera sugirió, hace años, desarrollar «una lectura antropológica del Credo» que funde el misterio del hombre en el misterio central de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu, no desvirtuando sino explicitando el contenido antropológico de aquel centro teologal, trinitario y cristológico. Por el otro, las LPNE nos dan una perspectiva formal, ya que el contenido de la fe cristiana es presentado marcando su potencial humanizador, dignificador y liberador (LPNE 15-22). Cada uno de los cuatros cauces despliega el núcleo evangelizador acentuando la perspectiva antropológica. La proyección humana de los misterios es desarrollada en los niveles: 1) cristológico: Cristo fundamenta y revela la dignidad de todo hombre (LPNE 26-27); 2) mariológico: María es madre y modelo de los hombres (LPNE 29); 3) eclesiológico: la Iglesia debe ser más cordial en su comunión (LPNE 30) y más dialogal en su misión (LPNE 31); 4) ético-social: la dignidad del pobre es «una realidad teológica», que funda la opción pastoral por los pobres, débiles y sufrientes (LPNE 32), tema retomado de forma más práctica en la «tercera acción destacada» (LPNE 55-59).
Hay que poner de relieve la novedad profética de las Líneas. Por un lado, dos años antes de la Conferencia de Santo Domingo y cuatro antes de Tertio Millennio Adveniente, LPNE presenta con claridad y hondura el cristocentrismo de la nueva evangelización. La IV Conferencia enfatizará ese centro cristológico de la misión de la Iglesia: hacer presente a Cristo como Evangelizador y Evangelio. Este eje cristológico articulará el texto de sus Conclusiones en muchos sentidos y de variadas formas. Aquí sólo recordamos la síntesis de su profesión de fe: «La Iglesia de Latinoamérica y del Caribe proclama su fe: ‘Jesucristo ayer, hoy y siempre’ (Hb 13, 8)» (SD 302), y de su plegaria pastoral: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, Buen Pastor y Hermano nuestro, nuestra única opción es por Ti» (SD 303). Por otra parte, la articulación entre la fe cristiana y la dignidad humana hecha por las Líneas tiene tal riqueza y vigor que contiene potencialmente algunas de las líneas inspiradoras que Santo Domingo desplegará al relacionar la nueva evangelización con la promoción humana y la inculturación del Evangelio, ya que pertenece al dinamismo de la (nueva) evangelización promover integralmente al hombre e inspirar evangélicamente la cultura. A mi modo de ver, los vínculos fe-promoción y fe-cultura son diversas variaciones del tema de fondo, que esla unidad del binomio fe-dignidad (LPNE 16, 20, 24, 27).
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No cabe comentar las tres actitudes puestas de relieve en el capítulo tercero (LPNE 34-36) en el marco del «espíritu de la evangelización nueva» (LPNE 33). Baste decir que las Líneas asumen creativamente otras dos novedades del posconcilio que hacen a una nueva acción evangelizadora. Por un lado, se suma a los documentos (EN 75-80, DP 1294-1310, RMi 87-91) que concluyen con un capítulo dedicado a las actitudes interiores o espirituales (EN 74) que han de animar a los agentes pastorales, aportando así a una espiritualidad pastoral o a una mística evangelizadora. Por el otro, al resaltar actitudes muy evangélicas que son, por sí mismas, muy evangelizadoras, las Líneasintuyen la necesidad de poner «vino nuevo en odres nuevos», o sea, de buscar una nueva espiritualidad para una nueva evangelización.
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El último capítulo (LPNE 37-59), el más enriquecido a partir de los aportes hechos al documento de Trabajo ’89, une lo referido a agentes, medios y destinatarios «recíprocamente implicados» (LPNE 37). Desde el punto de vista pastoral tiene varias novedades que apuntan a una nueva evangelización para la nueva civilización del amor (LPNE 60; cf. TMA 52). Ya nombramos algunas, como la promoción de una pastoral más orgánica o la asunción por parte de la Iglesia argentina de la opción por los más pobres. Basta registrar otras tres, que pueden ser recuperadas en el diálogo del encuentro. Por un lado, las Líneas asumen una novedad a nivel de «agentes» señalada por documentos anteriores (ChL 64) y posteriores (SD 97): la nueva evangelización, responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios, requiere un nuevo y mayor protagonismo evangelizador de los laicos (LPNE 38-41).
«Para que el anuncio de Jesucristo y la promoción de la dignidad humana sean ofrecidos a toda la sociedad argentina, convocamos a cada uno de los bautizados a ser protagonista activo de esta gesta evangelizadora nueva en los sectores y ambientes que le son propios» (LPNE 40).
Por otro, el documento alienta la renovación de antiguas estructuras pastorales, como la parroquia (LPNE 43-44), y la promoción de otras relativamente nuevas, como los sectores (LPNE 39-40), las comunidades de base (LPNE 44) y los movimientos (LPNE 45). Por fin, selecciona, destaca y desarrolla tres líneas pastorales a nivel bautismal (LPNE 48-50), catequístico (LPNE 51-54) y social (LPNE 55-59). Sin resumir sus propuestas de acción, importa reconocer los criterios que justifican el destacar estas tres acciones, «potencialmente muy evangelizadoras, orientadas al mayor número de personas» (LPNE 10). Estos criterios se refieren a su eficacia como medios y a su alcance con respecto a los destinatarios:
«Entre las múltiples posibilidades que encuentra la nueva evangelización, queremos destacar tres acciones que pueden revitalizar una paciente y perseverante acción pastoral. Estas tres acciones han sido elegidas porque cumplen una doble condición: la de ser potencialmente muy evangelizadoras, y la de alcanzar al mayor número posible de personas (LPNE 47).
3. LA HISTORIA DE LA RECEPCIÓN
1. La cuarta etapa pastoral posconciliar: 1990-1999
La cuarta etapa pastoral de la Iglesia posconciliar en la Argentina coincide con la presente década: es el tiempo de un compromiso por la nueva evangelización en camino hacia el Jubileo del 2000 en el contexto de las transformaciones y los desafíos de los ’90.
Desde la perspectiva de la historia secular la etapa comienza en 1989-91 con el traspaso del gobierno y el afianzamiento de la democracia junto con el cambio estructural económico y el inicio de la estabilidad monetaria en el contexto internacional del fin del conflicto este-oeste y el imperio del capitalismo globalizado. Abarca toda la década con los dos mandatos de Menem (1989-95, 1995-99) y está a punto de cesar con las elecciones del 24 de octubre y el cambio de gobierno el 10 de diciembre. En su interior se descubren, desde el punto de vista político-institucional, dos subetapas, que coinciden con el paso de la primera a la segunda presidencia en virtud de la reforma constitucional (1994) y la reelección (1995). Desde la óptica económico-social permanece la estabilidad ligada a dos fenómenos diversos: el mayor crecimiento (1991-94) y el mayor desempleo (1995-99). Desde la perspectiva cultural se puede decir que, si en los 80′ emergieron realidades como el pluralismo religioso y ético, la crisis de los vínculos familiares, la agonía del estado de bienestar, etc., en los 90′ impactan megatendencias como la globalización, el neoliberalismo y la postmodernidad.
En la segunda mitad de la década se advierte cada vez más un estilo eclesial que se rige por las actitudes de servicio y diálogo ante la Sociedad y busca relacionarse con el Estado respetando los principios conciliares de «autonomía y cooperación» (GS 76). Símbolos de esta realidad son la elección de Mons. E. Karlic como presidente de la CEA (1996) y la expresión de Mons. J. Casaretto: «lejos del poder y cerca de los pobres». En efecto, sobre todo a partir de la crisis hiperinflacionaria (1989), la Iglesia ha acompañado y ha asistido al pueblo más indigente ante las nuevas formas de pobreza y de exclusión, combinando la denuncia pública y la acción efectiva. Cáritas adquiere una presencia más notoria como organización eclesial de la caridad social, conforme a la renovación que venía haciendo desde sus «bodas de plata» (14/11/1981), en el marco de un ejercicio mayor de la subjetividad de la sociedad civil y del nuevo protagonismo de las organizaciones del tercer sector comunitario – distinto del estado y del mercado (CA 49) – como espacio de solidaridad. La credibilidad de la Iglesia crece al punto que, en encuestas de opinión de los últimos años, comparte los primeros lugares del reconocimiento público con los medios de comunicación social.
Desde la perspectiva de la historia pastoral el hito decisivo que marca una nueva etapa son las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización. Ellas marcan, de forma efectiva aunque dispar, la vida de nuestra Iglesia durante los 90′. Este período puede tener su punto de conclusión y transición con el fin de este año 99′ o, más bien, con la celebración del Año Santo del 2000, que comenzará el 25/12/1999 y se realizará contemporánemante en Roma, Jerusalén y las iglesias locales (IM 2). En esta década se ha crecido en la conciencia de estar comenzando otra fase, la que corresponde a la nueva evangelización de la Argentina. Ésta tiene por detrás, mediatamente al Concilio Vaticano II e inmediatamente a las LPNE y, por delante, inmediatamente al Gran Jubileo y mediatamente al tercer milenio cristiano.
Mi hipótesis acerca de la recepción de las Líneas es la siguiente: en un primer momento, de 1990 a 1994, más o menos, las LPNE reciben una viva acogida en distintos niveles y tienen el poder de inspirar antiguas y novedosas iniciativas en orden a una nueva evangelización. En un segundo momento, a partir de la difusión de la Carta Tertio Millennio Adveniente (1994), mantienen su influjo en la pastoral ordinaria, pero su repercusión específica pierde fuerza porque se integran en un nuevo ciclo pastoral inspirado por la propuesta pontificia de preparar y celebrar el Jubileo. Esta subetapa pastoral, del 95′ al presente, orienta a la Iglesia argentina y a su tarea evangelizadora hacia el futuro inmediato del cruce al nuevo milenio. Intentaré justificar esta interpretación caracterizando brevemente ambos momentos.
2. Primer momento: amplia recepción y viva inspiración
Los obispos impulsaron inmediatamente el conocimiento y la implementación de las LPNE, conforme al compromiso explícito que habían tomado al aprobarlas:
«Ahora aprobamos con alegría estas Líneas pastorales para la nueva evangelización y nos comprometemos a impulsar y animar su puesta en práctica, con el convencimiento de que recogen y expresan un amplio consenso eclesial y que son capaces de orientar, en nuestra patria, una misión evangelizadora nueva, más orgánica y vigorosa» (LPNE 5).
Las Líneas son, en general, muy bien recibidas, debido al amplio consenso en el que están fundadas, a la riqueza de sus contenidos, a su estilo pastoral y a las novedades que proponen como líneas comunes. Un editorial de CRITERIO, revista que dedicara varios artículos y el número entero de Navidad de 1996 a pensar caminos de nueva evangelización, publicó las Líneas completas en tres entregas y las recibió con este entusiasmo:
«Al ofrecer estas páginas queremos contribuir a descubrir qué es la nueva evangelización de América Latina, a la que nos ha convocado el Papa. Nuestra Iglesia no es decadente sino débil, no es infiel sino necesitada. Lo cual hace que estemos muy agradecidos y contentos de que los Obispos argentinos hayan aprobado las Líneas pastorales para la nueva evangelización».
El primer testimonio institucional de esta cálida acogida es el Encuentro Nacional de Responsables de Pastoral Juventud, realizado en agosto de 1990 en Paraná, que se constituyó en el ámbito de una primera recepción del documento, en este caso por los responsables de la pastoral juvenil, una de las áreas de mayor continuidad en la Iglesia argentina durante el posconcilio y sobre todo desde la Prioridad Juventud (1980-85). Ese encuentro partía de la visión de la realidad juvenil ofrecida por la Encuesta Nacional de los Jóvenes para los Jóvenes que continuaba, con mayor rigor científico, el camino abierto por la Consulta. Su difusión dio la oportunidad de publicar el interesante «marco doctrinal» del Encuentro preparado por la Comisión Nacional de Pastoral de Juventud que asumía, explícita y creativamente, el núcleo teológico de las LPNE y algunas de sus perspectivas pastorales.
Las LPNE procuraban servir «para revisar la actividad eclesial y para inspirar la planificación de las diócesis, sectores, asociaciones y movimientos» (LPNE 5). Sin poder evaluar lo sucedido en todas estas estructuras las Líneas comienzan a ser aprovechadas para acompañar o suscitar procesos de renovación y de planificación pastoral en varias diócesis. Esto permite la revitalización de algunas iglesias locales, la comunión efectiva de los agentes pastorales, el discernimiento de desafíos y la propuesta de metas comunes. Esta renovación de pastorales locales se ha dado en distintas formas: como grandes objetivos, o líneas precisas, o propuestas sectoriales, o campañas misioneras, o incluso como planes orgánicos. Habría que hacer el relevamiento de las cartas y planificaciones pastorales; y de los sínodos, semanas o asambleas diocesanas que se inspiraron en las LPNE de forma directa o indirecta. Da la sensación de que en los ’90, a través de las Líneas, se han imbricado la búsqueda de una nueva evangelización y los planes de pastoral orgánica. Además hubo otra coincidencia: la celebración del quinto centenario de la evangelización y de la fe cristiana en América se dio en nuestro país cuando las Líneas estaban desplegando sus primeras potencialidades.
En el campo práctico, durante esta primera fase de los ’90, la misma CEA o algunas de sus comisiones emitieron subsidios doctrinales o pastorales específicos para ayudar a profundizar y aplicar las LPNE, Algunos son más teóricos, al servicio de la celebración del Quinto Centenario, de una adecuada hermenéutica para la pastoral bíblica o de la respuesta ante el fenómeno de la «nueva era». Otros son más prácticos, orientados a la renovación de la parroquia y de sus instituciones; a la pastoral bíblica y catequística; a las comunidades eclesiales de base; a la pastoral del bautismo, la reconciliación y la eucaristía.
En el campo teórico hay que decir que, en esos años, se publicaron estudios más o menos analíticos sobre puntos particulares de las Líneas, algunos de los cuales citamos en las notas. Por su parte, la Sociedad Argentina de Teología (SAT) acompañó explícitamente la recepción de las LPNE en el ámbito teológico, dedicando «semanas nacionales de teología» a la reflexión sobre algunos de sus temas en el contexto de la nueva evangelización: la presentación de las mismas Líneas por J. Filipuzzi (1990), la cristología (1991) y la relación cristología – antropología a la luz de Gaudium et Spes (1995) en la línea del «núcleo evangelizador»; la justicia (1992) y los nuevos movimientos religiosos (1993) en torno a los desafíos; la eucaristía en el marco de las Líneas y del Congreso Eucarístico Nacional (1994).
La más importante de las publicaciones se titula Senderos Pastorales: el único comentario completo al texto entero de las LPNE, preparado por I. Pérez del Viso y editado por la Comisión Episcopal de Fe y Cultura. Ese trabajo comenta el documento punto por punto, elaborando 50 breves meditaciones de gran riqueza espiritual y pastoral. Fue pensado como ayuda para la formación permanente de los agentes evangelizadores en el marco de la segunda acción destacada, que pide una formación «continua, actualizada y efectiva» (LPNE 51; cf. SD 57, 99). Además de la riqueza y originalidad de sus reflexiones, este comentario tiene un doble mérito: a) es el único escrito que vincula, en cada tema, la doctrina de las LPNE con las Conclusiones de Santo Domingo, eligiendo sabiamente citas de ambos documentos, textos que fijan «las metas y los objetivos de la acción evangelizadora». b) Los Senderos no repiten esos objetivos sino que buscan «caminos para avanzar hacia ellos» formulando criterios para «una renovación de la metodología pastoral» (p. 5). Cada uno de estos «principios metodológicos» (p. 7), tiene un aspecto teórico, que explica su sentido a la luz del núcleo inspirador de las Líneas, y otro práctico, que ilumina su aplicación con algún ejemplo. Por eso se titulan «senderos pastorales» que nos invitan a avanzar, como Iglesia peregrina y misionera, en el surco del Camino, que es Cristo (Jn 14,6). Recomiendo vivamente la lectura y el diálogo en torno a este interesante subsidio, que aun tiene vigencia.
La revisión de la acogida de las Líneas encuentra un momento explícito de evaluación en una consulta hecha por la CEA cuando todavía Mons. Arancibia era su secretario general. En 1992 se realizó la única evaluación a nivel nacional de la ejecución de las LPNE que conocemos. El formulario enviado a las diócesis contenía cinco tópicos:
«1) Señale las actividades desarrolladas en las diócesis para dar a conocer LPNE; 2) ¿Qué opinión tiene sobre el conocimiento y la aplicación de LPNE en la diócesis, en los diversos sectores del Pueblo de Dios?; 3) ¿Consideran que LPNE han ayudado realmente a buscar una evangelización renovada en la diócesis?; 4) A partir de las LPNE, ¿se ha incrementado el protagonismo de los laicos en la tarea evangelizadora?; 5) De las tres acciones destacadas en LPNE, ¿cuál de ellas ha sido más tenida en cuenta?».
Otra vez debo decir que no puedo estudiar detenidamente este documento, prácticamente desconocido. Se obtuvieron respuestas de 43 diócesis (66%). En algunas de ellas respondieron dos consejos diocesanos. Se evaluaron 60 respuestas: 40 de consejos presbiterales (61%) y 20 de consejos pastorales (31%). Los resultados indican que: 1) en esos primeros dos años (90-92) hubo una intensa actividad de las diócesis para dar a conocer las LPNE, sobre todo en jornadas para el clero y para agentes de pastoral; 2) su conocimiento se difunde en agentes pastorales primarios pero permanecen desconocidas por el pueblo; su aplicación es juzgada como «incipiente»; 3) las Líneas han ayudado ‘bastante’ a la renovación pastoral, sobre todo alentando una pastoral más planificada y el compromiso evangelizador del laicado; 4) también ayudan a un mayor protagonismo laical, sobre todo en dos campos: actividades misioneras y participación en estructuras pastorales; 5) si bien se nombran muchas iniciativas surgidas o confirmadas a partir de las LPNE – vg. una pastoral más organizada, la pastoral social, la pastoral catequística – la preferencia por las tres acciones destacadas es apenas perceptible, aunque hay nuevas propuestas locales en algunas de ellas.
La primera conclusión del estudio es: «en general, las LPNE han sido muy bien recibidas; por su preparación a través de una consulta, por su contenido y por su estilo». Tanto su conocimiento como su aplicación son incipientes, por lo que deben ser todavía más divulgadas y mejor aplicadas, lo que requiere tiempo y dedicación. Las Líneas están ayudando a las diócesis a renovarse y a los laicos a comprometerse más, fundamentalmente en dos ámbitos (88%): en una pastoral más orgánica y en una acción más misionera. Las respuestas permiten advertir una gran vitalidad pastoral manifiesta en muchas acciones. Pero también llevan a constatar que: no se han «recibido» aspectos centrales de las LPNE, no parecen «destacarse» mucho las acciones prioritarias, no hay datos para evaluar su recepción en otras instituciones y ambientes. En ellas se pide perseverar en su ejecución alentando mecanismos de consulta y revisión permanentes y dando propuestas concretas y subsidios específicos. En síntesis: las LPNE ayudan en esos años, de modo incipiente, a una pastoral más orgánica y misionera.
3. Segundo momento: telón de fondo y orientación al futuro
«Corresponde a los Obispos cumplir con el servicio apostólico de discernimiento y de animación, y conducir de un modo orgánico todas las acciones pastorales, a fin de ‘que la Iglesia sea, en medio de nuestro mundo, dividido por las guerras y discordias, instrumento de unidad, de concordia y de paz’. Por lo tanto, todo lo propuesto en estas Líneas pastorales para la nueva evangelización, nos estimula y compromete. En consecuencia, nos disponemos a evaluar y animar en cada diócesis y, simultáneamente, desde la Conferencia Episcopal, la actividad pastoral futura de la Iglesia en nuestra patria» (LPNE 46).
En este segundo momento parece que las LPNE no son promovidas por la CEA con la misma fuerza y atención que en el período anterior. Por eso queda incumplido el propósito manifestado por la Conferencia de evaluar y animar con sus líneas inspiradoras la vida pastoral orgánica de las diócesis y del conjunto de la Iglesia en nuestra nación. Junto a esta falta de un seguimiento permanente hay otras razones del relativo debilitamiento de las LPNE: la asimilación serena por parte de algunos hasta el punto de convertirse en el marco pastoral ordinario; la natural pérdida de entusiasmo por parte de otros a medida que pasan los años; la indiferencia por parte de aquellos que no superan los límites de su propio individualismo; la aceleración de los cambios históricos y la aparición de nuevos desafíos.
No en menor grado parece que la atención a las Líneas sufre el impacto de la novedad que introduce Juan Pablo II con TMA, documento que traza, en la segunda mitad de la década, el rumbo de la Iglesia universal y también las prioridades pastorales de las iglesias particulares. Entonces las LPNE, destinadas a influir no sólo en la coyuntura inmediata sino también en el mediano plazo, quedan como telón de fondo de la pastoral argentina orientada ahora hacia el Jubileo. Sin poder anticipar estos derroteros pastorales hay que reconocer que los Obispos quisieron dar a las Líneas cierto carácter duradero. Por eso, el comienzo del cuarto capítulo lleva por título: una más orgánica y vigorosa acción evangelizadora: remedio a la crisis moral. Ante la «crisis fundamentalmente moral… que atraviesa hoy la sociedad argentina», la CEA propugna «una más orgánica y vigorosa acción evangelizadora, llamando a la conversión para sanar de raíz los males que nacen del corazón del hombre» (LPNE 37).
«Esta acción evangelizadora es el aporte que la Iglesia ‘en’ la Argentina, quiere brindar como remedio eficaz y duradero a la crisis moral que padecemos. Aporte que ha de ser fruto de una pertenencia más consciente del bautizado al Cuerpo de la Iglesia, y de una presencia más valiente y lúcida de los cristianos en los diversos ambientes como sal de la tierra y luz del mundo» (LPNE 37).
Resulta bastante razonable que, después de TMA, se hayan imbricado, a escala universal y, por eso, también en el nivel particular de nuestra Iglesia argentina, la nueva evangelización, aquí promovida por las Líneas, y el camino al Jubileo. Junto con el Papa pensamos que la pastoral actual debe comprenderse desde el pasado y hacia el futuro: el presente de la nueva evangelización debe verse desde el pasado inmediato del Concilio Vaticano II y hacia el futuro inmediato del Jubileo, símbolo del ingreso en el tercer milenio (TMA 19-21). Sin embargo, en esta orientación hacia el futuro, no siempre se han explicitado las semillas contenidas en las Líneas ni se las ha relacionado con las nuevas perspectivas de TMA.
En la mejor tradición Juan Pablo II presenta al Jubileo como un tiempo de gracia, justicia y salvación en Cristo (TMA 9-16). Y quiere que la celebración jubilosa del segundo milenio de la Encarnación, concebida como «plenitud de los tiempos» (LPNE 1, 9, 15, 17, 55, 59; IM 2), tenga una preparación «mediata» en el camino recorrido por la Iglesia desde el Concilio hasta 1994 (TMA 17-28) y una preparación «inmediata»durante el lapso temporal que va de 1995 al 2000 (TMA 29-55). Ese preparativo inmediato sigue un camino de dos fases con ricos contenidos teológicos, espirituales y pastorales: la primera con un bienio (TMA 31-38) y la segunda con un trienio (TMA 39-54). Así, la segunda mitad de la década se organiza siguiendo los tiempos de ambas fases: la primera abarca 1995/96, la segunda el trienio 1997/99. Este trienio «propiamente» preparatorio tiene una arquitectura cristocéntrica y trinitaria (TMA 39): «desde Cristo y por Cristo, en el Espíritu, al Padre» (TMA 55).
Me parece que la segunda fase – el trienio trinitario, teologal, sacramental y mariano – ha sido mejor recibida que la primera en las iglesias de Argentina y en sus planes de pastoral. Puede haber influido el hecho de que la primera fase se precipitó rápidamente, sin tiempo para asumirla adecuadamente, sobre todo porque tenía rasgos más conflictivos que la segunda. En esa fase toda la Iglesia y todos en la Iglesia fuimos convocados al examen de conciencia para la conversión (TMA 31-36). En la Argentina ese pedido ha tenido una tibia recepción a nivel nacional, expresada en algunos textos de carácter magisterial, teológico e histórico. Faltan datos para evaluar su «eco» en las iglesias diocesanas y en las comunidades locales, siendo difícil superar el nivel de la impresión y la opinión en este punto.
Otra observación confirma nuestra hipótesis sobre el cambio de acento entre los dos lustros de la década debido a la relación LPNE-TMA: la misma Sociedad Argentina de Teología (SAT) que, como vimos más arriba, ayudó con su reflexión a la recepción de las Líneas en los primeros ’90, en la segunda mitad de la década acompaña teológicamente el itinerario eclesial hacia el Jubileo. Esto se constata detallando los temas y los títulos de sus semanas anuales: la relectura de la teología de la Gaudium et Spes ante los nuevos signos de los tiempos (1995), el sentido cristiano de la historia en el camino hacia el milenio (1996), el contenido trinitario del trienio preparatorio y de cada uno de sus años (1997), el perfil de la Iglesia – universal y particular – que ingresa en el siglo XXI (1998/99).
En síntesis, se notan dos etapas de los noventa: en la primera mitad se verifica el influjo inmediato de las LPNE; la segunda está marcada porTertio Millennio Adveniente. Por eso, una seria revisión de la acogida y de la implementación de las Líneas debe atender no sólo a los contenidos, los niveles y las modalidades de la recepción sino también a sus agentes y sus momentos. Sin embargo, considero un signo providencial que, casi al mismo tiempo que termina el trienio, adviene el Jubileo y las LPNE cumplen diez años, se presente y se acepte la propuesta de evaluarlas, revisarlas, actualizarlas y relanzarlas para la primera década del nuevo milenio. Ojalá que la narración y la interpretación de su breve pero rica historia pastoral, junto con los restantes aportes de este Encuentro, nos ayuden en esta nueva tarea.