BOLETIN OSAR
Año 5 – N° 11

 

La profundización del núcleo de contenido evangelizador de las «Líneas» (cap. II)
a la luz del camino eclesial al Gran Jubileo
V Encuentro de Teología Pastoral

Pbro. Dr. Lucio Gera

 

ESQUEMA DE LA EXPOSICION

  1. El Capitulo 2do. en el contexto general del Documento LPNE

    1. El Marco global: la «Nueva Evangelización»

    2. La función del cap. 2do. en relación a los restantes capítulos

      1. Desde un punto de vista formal

      2. Desde un punto de vista material

  2. El Capítulo II: Contenido de la Nueva Evangelización

    1. El ordenamiento o estructura del capítulo 2

      1. El eje (núcleo) de los contenidos

      2. Los cuatro contenidos particulares. (cauces, líneas)

    2. Los contenidos de la fe

      1. La fe en Cristo. Cristocentrismo

        1. Integración del tema trinitario

        2. ¿Cómo hacerlo? Cuatro interrogantes

      2. Otros tópicos referidos al contenido de la fe cristiana

        1. La B.V. María (los santos)

        2. La Iglesia: tres aspectos

        3. Los pobres, los débiles, los sufrientes

Este Quinto Encuentro de teología pastoral tiene como objetivo examinar si y en qué medida conservan todavía una validez las «Líneas Pastorales para una Nueva Evangelización», trazadas por el Episcopado argentino en el año 1990. De los cuatro capítulos que tiene este documento, a mi me corresponde presentar, en orden a una evaluación y actualización, el capítulo 2, que se refiere al Contenido de la Nueva Evangelización.

I.- El Capítulo 2do. en el contexto general del Documento LPNE

Es conveniente considerar, en primer lugar, la inserción, mejor, la función de este capítulo en el conjunto del Documento, ya que su validez y posible vigencia, para este tiempo, no puede ser juzgada aislándolo del conjunto del Documento, sino en relación a todos sus capítulos.

1.- El marco global: la Nueva Evangelización

Lo primero que constatamos es que todo el documento se inserta en la convocatoria a una «Nueva Evangelización» lanzada por el actual Sumo Pontífice. Lo primero que cabría, preguntarse es si hoy en día mantiene, y si en los inmediatos próximos años del comienzo del III Milenio mantendrá su vigencia, esta convocatoria a una Nueva Evangelización. O, por el contrario, si hubiera que cambiarla por otra, o bien modificarla. Dejo este interrogante general por si se quiere recogerlo en los grupos de reflexión o en el plenario. A mi modo de ver, habría que mantenerla por dos motivos básicos. Primero, porque el Papa la sigue manteniendo para toda la Iglesia en los últimos Documentos pastoralmente orientadores como son la «Tertio Millennio Adveniente», la Bula «Incarnationis mysterium», y la Exhortación postsinodal «Ecclesia in America» (EA) (especialmente los nros. 1 y 6 de la Introducción y en el Cap. VI, particularmente los nros. 66-68). Y, segundo motivo, porque todavía se mantiene la «época de cambio», como característica básica del curso de este siglo XX, especialmente a partir del tiempo de postguerra de mediados de siglo: época de cambio, de crisis o aun desplazamientos de modelos culturales que son sucedidos por otros. Es decir, porque prosigue todavía la situación histórica de cambio, constatada por el Concilio Vaticano II y que motivó las orientaciones del mismo.

Para mantener la convocatoria a la Nueva Evangelización habría que analizar cómo se vienen sucediendo los cambios en estos últimos cincuenta años y en que situación nos encontramos ahora, en el mundo y en la Iglesia, al estar por comenzar el Tercer milenio. Pero esto, que pertenece a una consideración de la situación histórica, corresponde tratarlo a raíz del capítulo 1 de LPNE, que trata de los desafíos del presente, y no del capítulo sobre Contenidos que yo he de analizar.

Me inclino pues a pensar que hay que mantener el marco general de las Líneas Pastorales, a saber el trazado por la convocatoria a una «Nueva Evangelización». Eso significa, obviamente, que la Iglesia es puesta ante todo ante una interpelación misionera. Si algo pareciera que ha de caracterizar la pastoral de la Iglesia, al menos durante la primer década del Tercer milenio, es la dimensión misionera. Pero, ¿qué se entiende por «misionero»?

Se nos van acumulando los interrogantes: hasta ahora hemos explicitado tres: Primero: ¿ha de ser mantenida la convocatoria a una «Nueva Evangelización»? Segundo: ¿cuáles son los rasgos cambiantes de la época, del movimiento histórico-cultural, y también del movimiento interno de la Iglesia, que la impulsan a una Nueva Evangelización? ¿Son estos rasgos los mismos que señalaban las LPNE al comienzo de ésta época en que fue escrito el Documento? Es decir, una Evangelización que tendría diversos, y en este sentido «nuevos» supuestos históricos y, por consiguiente, ella misma, diversos o nuevos aspectos. Tercero, de alguna manera he determinado lo «nuevo» de la Nueva Evangelización como postura o dimensión «misionera»; ¿qué es lo «misionero»? es la tercer pregunta que nos hicimos. Yo busco la respuesta a esto en estos dos sentidos. El primer sentido es entender lo misionero en relación a un destinatario que está en situación de crisis o está puesto en situación de crisis o de no posesión tranquila de la fe. Misionero sería una evangelización caracterizada por la situación de alguna forma o condición de «lejanía» o de «alejamiento» de los destinatarios de la evangelización. «Lejanía» y «alejamiento» se refieren ambos, a la fe en Cristo, pero no son lo mismo. «Lejanía» es la situación de quienes no son ni han sido cristianos, es la situación que determina lo que llamamos evangelización «ad gentes». Pero sería ya una lejanía de quienes nos son, al final de milenio, más vecinos que antes, dada la globalización y la intercomunicación de culturas. «Alejamiento» sería la situación crítica en la que se encuentra la fe de los creyentes, es decir de la eventual crisis acarreada por los cambios culturales, históricos, geográficos, etc. Crisis que puede encontrarse en diversos estadios de un proceso de indiferencia práctica o de descreimiento o bien también de recuperación. Estos creyentes tendrán que profundizar más en torno a las raíces y razones de su propia fe. La respuesta no será sólo teológica o catequística, sino que deberá ser más vivencial, rezar más, si quiere ahondar las raíces y razones de su fe. El segundo sentido en dirección al cual busco una respuesta a la pregunta acerca de qué es lo misionero es el de la «inculturación«. Es misionera aquella situación en la que la Iglesia afronta la necesidad de inculturar la fe en nuevas formas de cultura, en nuevos estilos de vida; es decir, situación en la que se ve urgida a asumir y confirmar nuevas formas culturales, a exorcizarlas, a instaurar una crítica y a orientarlas hacia la plenitud que otorga la fe y el Evangelio, la plenitud en Cristo. La Evangelización se plantea por lo tanto como algo muy vivo. Aquí hay que tener en cuenta los cambios que se van produciendo en la misma cultura en que uno vive y evangeliza.

2.- La función del capítulo 2do. en relación a los restantes capítulos

Retomando nuestro primer planteo, acerca de la función que cumple este capítulo sobre los Contenidos en el conjunto del Documento LPNE, vemos que él se sitúa en el conjunto de cuatro capítulos. El 1er. cap. se refiere a los «desafíos» que ha de afrontar la Nueva Evangelización; el 2do. cap. a los «contenidos»; el 3er. cap. se refiere «al espíritu que ha de animar a los evangelizadores». Y el 4to. cap. a «la acción evangelizadora y a los actores o agentes (ministros, o personas o instituciones, como p. ej. la Parroquia) y a las acciones».

  1. Punto de vista formal.- Si nos preguntamos sobre la función que, en el conjunto del documento, tiene cada uno de estos cuatro capítulos, y los consideramos desde un punto de vista «formal», es decir, «metodológico». Vemos que se encuadra dentro del método clásico que ordena la reflexión pastoral a través de los tres momentos sucesivos: ver la situación (cap. 1), presentar ciertos contenidos doctrinales (cap. 2) y luego resolver dichos contenidos en la situación descrita a través de orientaciones pastorales. Orientaciones: es decir señalar objetivos (compromiso = opciones) y acciones pastorales destinadas a lograr esos objetivos, a esto pertenecen los últimos dos capítulos 3 y 4. El capítulo 3 responde con actitudes que tienen que tener lo evangelizadores en esta situación y el último capítulo qué acciones hay que poner.

  2. Punto de vista material.- Si nos seguimos preguntando sobre la función de cada uno de estos capítulos, no ya desde un punto de vista formal-metodológico, sino material-concreto. Tendríamos lo siguiente: el cap.1ro. destinado a presentar la situación, la describe centrándola en dos puntos: secularismo y la urgente necesidad de una justicia largamente esperada; se trata por tanto del acontecer histórico, el acontecer del actual secularismo y de la injusticia como situación permanente. El cap. 2do., referido a los contenidos de fe, que hay que transmitir en la evangelización, los concreta en Cristo, María, la Iglesia, el hombre, como inmediatamente vamos a considerar. Los cap. 3 y 4, se concretan en la referencia a las personas de los evangelizadores, a los sujetos agentes de evangelización, proponiendo sea cuáles han de ser sus actitudes en el cap. 3 y sea cuales han de ser su acciones en el cap.4. Si mal no recuerdo, en la primera redacción de este Documento se presentaban tres secciones: desafíos-situación, contenidos, orientaciones pastorales. Esta última sección ha sido desdoblada en dos capítulos: 3 y 4; y me parece que con mucho acierto, porque deja en claro que no se trata solo de señalar acciones, orientaciones para hacer, sino también actitudes de los agentes. Esto apunta más a la subjetividad del agente, no solamente a la exterioridad de la acción. Creo que es uno de los aciertos metodológicos más notables del Documento, si lo comparamos con los documentos vigentes de la época, p. ej. Puebla. Según recuerdo, esto está inspirado en la Evangelii Nuntiandi, documento en el cual Pablo VI introduce un capítulo, aparte del destinado a agentes o actividades evangelizadoras, sobre las actitudes que inspira el Espíritu en la acción evangelizadora.

Por tanto: cap. 1ro, los aconteceres (del secularismo y la injusticia), en referencia a los cuales hay que evangelizar: pertenece a los sujetos destinatarios; cap. 2. contenidos de la fe y de la evangelización; cap3-4-: sujetos evangelizadores o agentes. Ahora, si observamos bien el cap. 2, al hablar de «contenidos» de hecho esta hablando de «personas»: Cristo, María, los hombres, los pobres. Pero al hablar de «personas» como «contenidos», se corre el riesgo de considerar a las personas como simples objetos «sobre los cuales hay que informar, sobre los que hay que hablar» a los destinatarios. Habría que tratar de que los «contenidos» – Cristo, María, los pobres – sean claramente presentados y destacados como «personas» a los destinatarios, que también son personas. Lo que se busca al evangelizar no es solo informar, dar a conocer, sino mover al destinatario a que se deje encontrar por esas personas que son anunciadas (Cristo, María, el hombre, los pobres) y a que ellos salgan al encuentro de los destinatarios. Es necesario ubicar los contenidos como personas que se anuncian. Es decir, si se retoman las LPNE habría que introducir aquí – en el cap. 2do. con más intensidad y explicitación la categoría de «encuentro», que es la que el Papa propuso al Sínodo de América y la que aparece precisamente en el Cap. I del Documento EA con el título de «El encuentro con Jesucristo vivo». Esta es una línea que el Papa viene siguiendo desde siempre, desde la Redemptor hominis, también en los discursos de inauguración de Puebla, en la convocatoria a Sto. Domingo (Cristo ayer hoy y siempre), y el TMA (trienio centrado en Cristo y las personas Trinitarias, en María) y también «Incarnationis mysterium» (p. ej. n 1).

II.- El Capitulo II: Contenido de la Nueva Evangelización

1.- El ordenamiento, la estructura del capítulo 2

El Capítulo esta integrado por dos Secciones: la primera, con el titulo de «Núcleo del contenido evangelizador», n 16-22; la segunda, con el Titulo «Cuatro cauces en los que se despliega el núcleo evangelizador», 23-32.

La primera sección es de carácter más general; la segunda particulariza, desglosa, en cierto modo aspectos de la primera.

El vocabulario empleado no es muy feliz: núcleo-cauces. Las dos imágenes no son coherentes. Detrás están, pero mal tomadas, las expresiones de Juan Pablo II en sus discursos de Sto. Domingo, al inaugurar la novena de años. El Papa entonces, exhortaba a seguir las «huellas» o «cauces» trazados por los primeros misioneros de América, cuya evangelización, por ser primera, había trazado el camino a seguir también por nosotros actualmente, que deberíamos seguir sus huellas. Podría también, detrás de la expresión «cauce» está la imagen de la primera evangelización como la de un río, un torrente de agua de verdad y vida, que se distribuye en diversos cauces. Podríamos hablar, en referencia a las dos secciones del Documento, de Línea global y Líneas particulares, o mejor de Eje, el hilo conductor de los cuatro contenidos particulares que se enuncian: Cristo, María, la Iglesia, los pobres.

1.1.- El eje (núcleo) de los contenidos.- Comencemos por el núcleo o eje, hilo conductor, que esta enunciado en el n. 16, precisamente como «línea global»: «Proponemos este núcleo inspirador como línea global de la evangelización nueva: en vísperas del sexto siglo del cristianismo en América, la Iglesia necesita, con su predicación y su testimonio, suscitar, consolidar y madurar en el pueblo la fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, presentándola como un potencial que sana, afianza y promueve la dignidad del hombre.» El núcleo es este: la fe cristiana (que es fe en Dios, Cristo, etc.) es un potencial que funda y promueve la dignidad del hombre. En la primera sección del Capítulo, dedicada a explicar este eje, aclara cómo se vinculan fe cristiana y dignidad humana e insiste en que ambos polos: fe en Cristo…etc., y dignidad humana (el hombre) no pueden ser disociados entre sí. La fe cristiana no puede ser disociada de la dignidad humana, este es el esmero fundamental de todo el Documentos LPNE: no disociar fe en Cristo de dignidad humana, no disociar Dios-Cristo del hombre. Por consiguiente, en la Nueva Evangelización no disociar predicación de la fe y promoción humana (n. 22). Detrás de esta afirmación se está diciendo que en la Iglesia argentina no se tema tanto integrar en la pastoral al hombre, al tema de la justicia, a lo social y al pobre. Esto se dice no de una manera ideológica sino evangélica, doctrinal, teológica.

Si se quiere evaluar la actualidad de LPNE yo diría que, si algo hay que conservar de LPNE es esta afirmación. Esta afirmación, en el contexto de los desafíos enunciados por el Documento, se contrapone a la vez al secularismo y a la situación de injusticia, indigna del hombre. Al secularismo: porque este movimiento disocia al hombre de Dios, a lo humano de la fe, de modo que mantiene vigencia solamente el hombre, lo humano aislado (sin Dios, sin fe: al menos la fe o Dios no tienen que ver con lo humano). Y contra la situación de injusticia e indignidad humana, porque funda más profunda y plenamente esa dignidad en la fe en Dios.

El capítulo 2do. tiende a vincular los contenidos con la acción pastoral, sin confundir vincula, no disocia. Es el modo de pensar en la lógica de la encarnación donde lo humano se une con lo divino, no se confunde pero no están disociados. Habría que acostumbrarse a pensar toda la teología en la lógica de la encarnación.

1.2.- Los cuatro cauces o líneas particulares

Conforme a la estructura del capítulo II, este eje enunciado y explicado en la sección primera, habría de mantenerse, reiterarse y explicitarse en cada uno de los cuatro cauces. No es que haya una cosa que es el eje y los cuatro cauces. El eje entra en los cuatro cauces, no podemos disociar sino vincular.

Así sucede con el primer contenido o línea particular: el anuncio de la fe en Cristo. Como se puede observar por los subtítulos: n 25: «Cristo centro, contenido central de nuestra fe»; que se vincula, según los dos subtítulos siguientes en n 26 y 27 con la «perspectiva o dimensión antropológica de la fe en Cristo», es decir, fe en Cristo y dignidad humana y luego en n 27: «El misterio de Cristo – misterio de fe obviamente – la dignidad del hombre y la dignidad del pobre». Esto señala los tres escalones por los que (según la redacción primera de este documento) pasa cada uno de los contenidos particulares de fe: Cristo, como objeto de fe, la persona de Cristo – luego la dimensión antropológica en general, el hombre, la dignidad humana – y luego un caso especial, la dignidad del pobre como sacramento de Cristo.

Este eje, el de la vinculación entre fe y dignidad humana se conserva en la presentación del segundo cauce o línea particular, dedicada a María, la devoción mariana, n. 28 -29.

En cuanto al tercer cauce o línea particular, dedicado a la Iglesia, no se conserva el propósito de mostrar cómo el eje fe-dignidad humana pasa por la Iglesia. Se habla de la Iglesia comunión y de la Iglesia misionera, pero ha desaparecido o se ha debilitado mucho el tema del hombre y su dignidad. Allí cuadraría bien el n. 22, acerca de no separar la evangelización, predicación de la fe cristiana y promoción humana. Esta omisión se debe a que el texto sobre la Iglesia fue insertado en una redacción posterior. La redacción original tenía como estructura: Fe en Cristo y María – El hombre y dignidad humana – Los pobres .

Este último, «los pobres» ha quedado como cuarto cauce, separado de la Iglesia y ya distanciado de María y de Cristo. Como tal, el tema de la pertenencia a la Iglesia, que se ha integrado posteriormente, como cauce o línea tercera, quiebra la coherencia del capítulo 2 tal como había sido proyectado originalmente. Esto suele ocurrir en el proceso de redacción y corrección de este tipo de documentos colectivos y a veces resulta difícil integrar los nuevos aportes en la estructura unitaria original. El tema de la Iglesia, como comunión y misión podría haber pasado a encabezar los capítulos 3 y 4, destinados precisamente al Sujeto evangelizador, a sus actitudes y a la acción correspondiente. De modo que, en tren de examinar la actualidad o no de LPNE yo propondría que se trate de lograr una mejor articulación de estos temas, de estos contenidos de la fe y de su proyección hacia el hombre.

La aplicación del eje en los cuatro cauces se ve bien en el cauce la fe en Cristo, después se desdibuja la aplicación del eje en cada cauce en particular.

2.- Los contenidos de la fe:

2.1.- La fe en Cristo: n 24-27.- Cristo es presentado como el centro de nuestra fe, Cristocentrismo, sobre todo en los números 25-26.

Creo que el Documento recoge el pensamiento de Pío XII, de Pablo VI, del Concilio Vaticano II, del primer Directorio de Catequesis, de modo que no queda duda sobre la propuesta de la Iglesia de poner a Cristo como centro de la fe. Esta línea es infaltable.

  1. Ante todo, habría que integrar más explícitamente la consideración de la Sma. Trinidad. En el tiempo de mi formación, la atención de los teólogos y estudiantes era reclamada exclusivamente hacia la Trinidad «inmanente». Sólo ella no podía tener un gran influjo en la espiritualidad y la pastoral: se subrayaba la afirmación de que las obras ad extra eran comunes a toda la Trinidad y por lo mismo la Trinidad era considerada y vivida exclusivamente como Divinidad, Dios uno. Pero a partir del famoso artículo de Rahner, en el año 1950, se comenzó a prestar atención a la Trinidad «económica» y a la diversidad de las propiedades personales de cada una de ellas, de modo que comenzó a tener mayor influencia en la historia salvífica, en la espiritualidad, en la catequesis y pastoral la Paternidad del Padre, la Filiación del Hijo y la Espiración del Espíritu, como relaciones subsistentes diferentes.

  2. En las LPNE no esta del todo ausente la Trinidad, pero está un poco dispersa y apenas mencionada, habría que explicitarla de manera más destacada como contenido central de la evangelización. El problema estará en cómo hacer esto a nivel pastoral, en un documento pastoral, en la predicación, en la catequesis, en la piedad. Es decir, si se quiere explicitar más, subrayar el contenido trinitario de la evangelización surgen algunos interrogantes que están ligados entre sí:

    1. ¿Cómo hacerlo de manera adaptada al común de la gente? Respecto a la cual no hay que pretender razonar y explicar la Trinidad, ni la gramática de la Trinidad como lo hacemos en teología con la multiplicidad y complejidad de aspectos que distinguimos en ella. Recuerdo haber leído un informe de algún misionero jesuita de la zona litoral de nuestro país, en que informaba acerca de su predicación y enseñanza catequética a los indígenas. Evitaba presentarles la Trinidad por la complicación que implicaba presentarles este artículo de nuestra fe. Pero por otra parte, me decían una vez Joaquín Allende que, en la religiosidad popular de América Latina, tal vez más en la región andina, suele aparecer la representación plástica y la devoción a la Trinidad. Hay ciudades, lugares, instituciones puestas bajo el nombre y patrocinio de la Trinidad. Habría que desarrollar una iconografía trinitaria. El recurso a las imágenes, a lo litúrgico es algo que conviene rescatar.
      Pienso que esto de presentar de manera adaptada la Trinidad debería buscarse en los siguientes aspectos: El primero, destacando, conectando reiteradamente a cada una de las Personas y su propiedad personal con las correspondientes atribuciones o apropiaciones: el amor del Padre; el estado filial, obediencia-entrega del Hijo; el impulso y entusiasmo unitivo y misionero del Espíritu . O el conjunto de la Trinidad como motivo de asombro ante el «misterio» insondable de Dios. Creo que habría que inspirarse en las consideraciones y oraciones de los santos devotos de la Trinidad, p. ej. Sor Isabel de la Trinidad, Santa Catalina, etc. Un segundo aspecto, valerse con frecuencia de las formulas sintéticas, tipo bíblico-litúrgico (idea de comunión) y ver cómo suscitar la representación plástica, iconográfica de la Trinidad. En este aspecto habría que recuperar el tema que ha trabajado L. Florio acerca de los vestigios e imágenes creados de la Trinidad. También articular las exposición catequéticas, teológicas, dentro de un cuadro o marco trinitario.

    2. Otro interrogante, si se quiere subrayar y explicitar más el contenido trinitario de la evangelización es el de armonizar entre si las referencias teocéntricas, a lo que ya se refieren las LPNE en el n. 26, pero que habría que completarlo: cristocentrismo, teocentrismo trinitario, antropocentrismo. Cristo como centro mediador (en Cristo que es Dios, el hombre adquiere un puesto más central: no es sólo centro de la creación, sino centro, mediador entre Dios y el hombre). Pensar en Cristo-centro de manera no estática, geográfica, sino en sentido dinámico, como núcleo o motor que encierra toda la fuerza impulsiva del mundo, que impulsa a la persona, el alma hacia el Padre dando la fuerza del Espíritu. Sería conveniente – lo hace el Papa – combinar esto, con la idea de la vida o la historia humana como peregrinación: venir del Padre e ir hacia el Padre, por Cristo camino que nos da la fuerza del Espíritu (Trinidad como contemplación estática o narrativa). Aquí, me parece, habría que explotar más el tema de la vida como don, donación. Hay que utilizar mucho la metáfora, no tanto el contenido conceptual o racional.

    3. Un tercer interrogante particular estaría en ver cómo presentar a Cristo que sufre y muere en la cruz en el marco de la Trinidad, del Padre y del Espíritu. El Padre que entrega al Hijo; el abandono del Hijo en la cruz. Esto que ha surgido, sobre todo a partir de la década del ’70 como Cristología trinitaria, es un tema ya claro y directamente teológico al que habría que dedicar, por sí solo, no sólo una charla, sino tal vez una reflexión en equipo durante una cierta etapa. A raíz de esto habría tal vez que explotar más el mensaje evangélico del don, de la vida como donación; o de la donación hasta la muerte, o la autolimitación, como sentido de la vida. Y recuperar el tema del martirio.

    4. En lo que se refiere a Cristo, creo que habría que asumir más decididamente el tema conciliar, que reitera Juan Pablo II, del Cristo que por su encarnación está presente de algún modo en todo hombre. El tema de la solidaridad de Cristo con todo hombre y viceversa.

2.2. Otros temas referidos al contenido de la fe cristiana:

  1. La B. V. María (n. 28-29). Hay que mantener el tema de la Maternidad de María, este tema es muy antropológico. El recurso a la maternidad de María es una imagen muy oportuna en medio de tanta pobreza, tanto dolor. Es una imagen de la Iglesia Madre, como la Iglesia no siempre se manifiesta como madre, María ejerce ahí una función muy notable.
  2. Iglesia (n. 30-31). Presenta múltiples aspectos: la cuestión es cuáles integrar y en qué momento de una reflexión teológico-pastoral adecuada a la situación histórica presente.
    1. El aspecto de la Iglesia como comunión y misión. No puede faltar: prioridad de lo misionero. El tema de la Iglesia en LPNE y todavía hoy viene muy ligado al de Nueva Evangelización..
    2. El tema de comunión como «pertenencia» a la Iglesia: es la perspectiva en la que se pone LPNE. Este tema entra en la perspectiva de la pertenencia. El tema que al principio no estaba se incluye por algunos pedidos. Estos marcaban mucho la pertenencia jurídica y yo le añadí la «apertura cordial», «cordial pertenencia a la Iglesia».
      Y es comprensible en la articulación global de este documento o también en relación con algunos supuestos no siempre explícitos: responde, 1) al deseo de pertenencia de todo hombre: pertenecer a un grupo, a un conjunto, pertenencia a lo pequeño (pequeña comunidad) pero también a conjuntos amplios, más masivos: la Iglesia. Detrás está la imagen de la piedad popular que congrega a la gente, a mucha gente. 2) Además pertenencia cordial, es decir, afectiva: tiene dos sentidos recíprocos, primero, que mucha gente se siente pertenecer o quiere pertenecer afectivamente a la Iglesia, aún más allá de todos los requisitos jurídicos de pertenencia plena y que por lo mismo desea ser acogida cordialmente en ella.
      Detrás puede estar la imagen de los separados; también de los profesantes de una religiosidad popular que tienen fe y confianza en Dios o en la Virgen aunque no tengan una formación catequética; pertenencia por una fe confiada aunque poco instruida. También, pertenencia de quienes se saben pecadores, aunque se los mantenga alejados de una participación plena: eucaristía, etc. Por esto, este tema de la pertenencia hay que leerlo en conexión con la última parte del documento, el n. 47 donde se habla del Bautismo, tema que aportó Gerardo Farrel. El fundamento de la religiosidad popular es el bautismo. Es donde coincide la religiosidad popular con la Iglesia, donde se hace litúrgica. El núcleo de la piedad popular es la pertenencia, el bautismo, es el sentido que Dios está presente en la vida, quien a veces me ayuda o a veces no pero es Dios. Eso es la religiosidad popular, es como la Biblia cuando las cosas van bien es Dios el culpable y cuando van mal también. Es el Antiguo Testamento donde todo está regido por Dios, si el permite que algo vaya mal es porque debe tener algún sentido.

    El tema de la comunión-misión como unión entre las Iglesias particulares, que comparten entre si diálogo, bienes, etc.

    A partir de 1955 las iglesias en Latinoamérica salen de su aislamiento diocesano y se hacen conferencias nacionales, pero a su vez, sale de su aislamiento nacional y se hacen conferencias de nivel latinoamericano. Ahora el Papa pide que se trabaje a nivel Americano. Pero es sobre todo el tema de Juan Pablo II, del Sínodo y Documento para América. El cap. IV se refiere al «encuentro con Cristo para la comunión». Ahora, me parece que el Documento recoge débilmente la propuesta de Juan Pablo. El documento es una caja de resonancia de lo tratado y expresado por los Obispos en el Sínodo; ahora entre los miembros del Sínodo no dejaba de haber, si no desconcierto, si una cierta sorpresa y timidez, tal vez, ante el planteo que se hace a la Iglesia de América Latina, de extender el círculo de su comunión pastoral hacia el Norte, hacia la Iglesia de A. del Norte y Canadá. Es un tema de universalismo de la Iglesia, que se plantea como recogiendo el desafío y la tendencia al universalismo de la globalización, entendida a nivel casi exclusivamente económico-comercial (y también en cierto modo político, Parlamentos ampliados a nivel continental, etc.). Esto puede significar que, a nivel de fundamentos teológicos, habría que volver al tema de la Catolicidad de la Iglesia. Hay un proyecto de grandeza histórica, donde está la invitación a la comunión de las Iglesias particulares que sepan compartir y buscar la justicia.

    Bajo un aspecto más particular, debemos recoger el tema de Mons. Giaquinta: compartir bienes, también en el aspecto económico dentro de la Iglesia Argentina. Compartir no sólo la riqueza económica, sino las personas.

  3. Los pobres, débiles y sufrientes (n 32)

    El Documento de las Líneas tiene una cosa muy acertada como es presentar a los pobres y a los sufrientes como sacramento de Cristo. Cristo se revela en el pobre, «Cristo oculta su gloria en el dolor del pobre» como oculta su gloria en la cruz, y por eso el pobre es sacramento de Cristo sufriente, de Cristo en la cruz. Desde la Encarnación todo dolor del mundo es figura de Cristo. Todo el amor del mundo, aún de aquellos que no se les ha predicado a Cristo es prefiguración del amor de Cristo en la cruz.

    Se debería añadir el tema de los pecadores.

    Ver – ya en la parte más pastoral – si no hbiera que encuadrar el tema de la pobreza en la problemática de la justicia-dignidad humana y del Mercosur.

    El problema de salir al paso a la inquietud y el escándalo por el «dolor y sufrimiento» que se encuentra en el mundo. Un punto que esta recogido en los resultados de la Consulta al Pueblo de Dios (en la Introducción de LPNE). El mismo Documento comienza a referirse sobre todo a los pobres, pero habría que avanzar en dar alguna expresión más amplia y mejor a este interrogante sobre el dolor del mundo, de los hombres. La gran pregunta de Job, o aún de los pecadores que pueden vivir su dolor como castigo.

    El tema argentino de la «justicia y la reconciliación» en el seno de la sociedad.

Apéndice

Deseo volver al comienzo de esta exposición y hacer una nueva observación sobre la estructura general del Documento. De tener que actualizar LPNE y eventualmente, de hacer un nuevo documento, que pudiera inspirarse en LPNE, yo repensaría también el modo de articular el conjunto de los Capítulos, explicitando algunos aspectos que en LPNE están contenidos tan solo implícita, virtual o parcialmente.

Al considerar la estructura del conjunto del Documento LPNE habíamos visto que tiene un primer capítulo dedicado a la situación-desafíos; un 2do. cap. dedicado al contenido: de carácter más doctrinal; un 3r cap. dedicado a las actitudes del sujeto evangelizador y un cuarto dedicado los agentes y acciones evangelizadoras a realizar.

Dejemos de lado, en este momento, el cap. primero sobre los desafíos y consideremos los últimos tres capítulos, del 2 al 4, que es la parte, por así decir más directamente teológico-pastoral. Me parece que esta parte teológico pastoral podría ser estructurada dentro de un doble marco, trinitario y eclesiológico, de la siguiente manera:

Ante todo tendríamos, con el cap. 2do., dedicado a contenidos:- el Padre de Nuestro Señor Jesucristo y – mariano, que tiene una dimensión salvífica. En cierta manera concluye con el tema de la dignidad del hombre y de los pobres y débiles, que son como asumidos al obrar salvífico, redentor-liberador, del Padre en Cristo. Diría que este capítulo, se podría centrar en el tema del designio o misterio salvífico del Padre; es decir, sería estructurado bajo la figura prioritaria del Padre y como designio salvífico del Padre. Pero el designio salvífico del Padre es designio de hacernos santos, de que participemos del misterio de su vida divina. Por tanto, podría estar enmarcado en la idea de la Iglesia santa y de los cristianos llamados a la santidad. El tema y la categoría de «misterio», refieren al Padre, por un lado, y, por otro, a la vocación de la Iglesia a la santidad. Misterio de santidad. Sería una visión al modo del ultimo Documento del Sínodo del 85 que propone la santidad como contraposición al secularismo. Este propone ser simplemente hombre, no santo. La santidad es estar en comunión con Dios.

En segundo lugar, tendríamos el capítulo siguiente, que es en el Documento el 3ro, dedicado a las actitudes del evangelizador. Son actitudes interiores: actitud misionera, actitud de unidad o comunión interior de la Iglesia como precondición para la misión, pero son fundamentalmente actitudes. Esta segunda sección podría ser trazada bajo el patrocinio del Espíritu Santo, que impulsa a la Iglesia a la comunión. Así como antes fue la Iglesia misterio de santidad, de comunión con Dios, en Cristo; ahora sería las Iglesia misterio de comunión de los fieles entre sí bajo la unificación que produce el Espíritu.

Y en tercer lugar el último capítulo de LPNE esta dedicado a los ministros, es decir, a la Iglesia, como evangelizadora y a la acción concreta evangelizadora que hay que realizar en este momento histórico, podría ser puesto bajo el patrocinio de Cristo evangelizador (como el último Cap. de EA) y de la Iglesia-misión.

Tendríamos, pues, desde el punto de vista trinitario, encuadrado los tres capítulos en el Padre de NS Jesucristo, luego en el Espíritu, que suscita en la Iglesia las actitudes de comunión y el ardor misionero; y en tercer lugar, la acciones pastorales prioritarias bajo el patrocinio de Cristo evangelizador y de la Iglesia-misión.

El esquema trinitario no seguiría el mismo orden que el de TMA, pero podría, en cada capítulo, mostrarse a Cristo como centro que refiere a una de las otras dos personas, el Padre o el Espíritu. El. esquema eclesiológico en cambio sigue al pie de la letra el de la Exhortación Christifideles laici, que ordena y desarrolla los capítulos conforme a la tríada: la Iglesia misterio (de santidad comunión con Dios), la Iglesia comunión (de los hombres entre sí) y la Iglesia misión (misión de anuncio de la fe y de promoción humana en el mundo).

Además de prioridades en un Documento habría que señalar contextos sintéticos completos, donde las prioridades se integren. Porque mientras se fijan prioridades, significa que no abandonamos la pastoral común y total de la Iglesia. Hay que tratar de armonizar una síntesis de conjunto con las prioridades pastorales.

NB: La Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America me parece que no ha podido resolver de manera conveniente su articulación. Parte de la idea del «encuentro con Cristo vivo», el punto de partida espiritual sería la comunión con Cristo (lástima que no ha desarrollado un comentario de las figuras evangélicas del encuentro que presenta). El cap. 2 se refiere a la situación de América: «El encuentro con Cristo en el hoy de América» primero bajo el punto de vista de la situación religiosa, de la fe y luego de la situación socio-política (dignidad). Luego cap. 3 «encuentro con Cristo que llama a la conversión».

Luego, cap. IV, como «encuentro con Cristo que llama a la comunión» en la dimensión interna de la Iglesia. Luego, cap. V, encuentro con Cristo, y comunión interna de la Iglesia, ordenados a la solidaridad en la dimensión social del Continente: la promoción humana, la justicia social, etc. Lo que me parece descolocado es el último capítulo, el VI, dedicado a la Nueva Evangelización. Habla de la catequesis, la evangelización de la cultura, las sectas y la evangelización ad gentes, es decir, de la evangelización como anuncio de la fe. Como si con eso ya concluyera la Nueva Evangelización, la misión de la Iglesia. Es decir, como se lo que dijo en el cap. anterior: encuentro de la Iglesia con Cristo en orden a la solidaridad en el ámbito social, político del Continente, es decir, en el ámbito de la promoción humana de la justicia, no perteneciera al contenido de la misión, de la Nueva Evangelización. Sin darse cuenta, tal vez, vuelve a insinuar una disociación entre el anuncio de la fe cristiana (en Cristo, etc.) y su incidencia en la promoción de la dignidad humana.