1996BOLETIN OSAR
Año 2 – N° 4
La enseñanza de la Teología Pastoral
Segundo Encuentro de Profesores de Teología Pastoral
Pbro. Dr. Carlos M. Galli
Buenos Aires – 11/6/1996
Introducción
En el marco de la formación pastoral para la nueva evangelización presento el sentido de la enseñanza y el estudio de la teología pastoral. Para delimitar el tema afirmo primero que la formación pastoral es una dimensión de la formación de todo fiel cristiano (ChL 59-60) que, como miembro de la Iglesia, es convocado a la santidad y a la misión (RMi 90). En este contexto eclesial me limito a la formación teológica-pastoral de los agentes pastorales en general y de los candidatos al ministerio sacerdotal en particular, para quienes «pastoral» tiene un doble sentido general y específico. Según Pastores dabo vobis (PDV) la finalidad pastoral que impregna y unifica toda la formación sacerdotal (PDV 57ab) da el marco adecuado para la formación pastoral específica (OT 14, 19-21; CIC 255-258, PDV 57-59).
La formación específica al ministerio pastoral incluye tres aspectos según PDV 57c: «Como cualquier otra formación, también la formación pastoral se desarrolla mediante la reflexión madura y la aplicación práctica, y tiene sus raíces profundas en un espíritu que es el soporte y la fuerza impulsora y de desarrollo de todo».
Este texto permite integrar en la formación lo que hay que ser, lo que hay que saber y lo que hay que saber hacer. Con su óptica propia el texto explicita las tres perspectivas:
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espiritual: cultivar los sentimientos y actitudes del corazón pastoral (PDV 57cf, 58a);
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intelectual: aprender la teología, la instrucción y el arte pastoral (PDV 57cd);
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práctica: ejercitarse en los servicios y las experiencias pastorales (PDV 57e, 58c).
Me limito aquí a la formación teológico-pastoral, o sea, al aspecto teológico y científico de la formación pastoral teórica y específica. Analizo el tema en dos momentos: primero la relación entre teología y pastoral en general (I) y luego la teología pastoral en particular (II).
I. LA TEOLOGIA Y LA PASTORAL
Para abarcar los distintos aspectos de esta relación circular seguimos dos movimientos complementarios: desde la teología a la pastoral (1) y desde la pastoral a la teología (2).
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La dimensión pastoral de la teología
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Las dimensiones especulativa y práctica
La teología, inteligencia de la fe, tiene su origen en la doble dimensión de la fe entendida como acto y como objeto. La teología es un hábito del sujeto creyente y es también la ciencia del objeto creído. «El teólogo es ante todo un creyente, un hombre de fe. Pero es un creyente que se pregunta sobre su fe (fides quaerens intellectum), que se pregunta para llegar a una comprensión más profunda de la fe misma» (PDV 53b). El estudiante de teología, en particular el candidato al ministerio, es un creyente llamado a ser evangelizador. Si visto como creyente el hábito de la teología nace en él del dinamismo del fe que busca entender (CATIC 158) y así madurar en la conciencia creyente (finalidad espiritual, personal), considerado como agente pastoral la teología es un hábito que debe cultivar para cumplir mejor la misión evangelizadora de la Iglesia (finalidad pastoral, eclesial).
Así, el estudio de la teología, que es siempre un acto de la fe teologal, se convierte en un acto de la caridad pastoral. El estudiante de teología, sobre todo si es seminarista, debe estudiar motivado tanto por el deseo de profundizar la fe como por su vocación al servicio pastoral. «La formación intelectual de los candidatos al sacerdocio encuentra su justificación específica en la naturaleza misma del ministerio ordenado y manifiesta su urgencia actual ante el reto de la nueva evangelización a la que el Señor llama a su Iglesia a las puertas del tercer milenio» (PDV 51b). El fin pastoral de toda su formación, en especial de su formación intelectual (PDV 51c, 57b), invita a resaltar la naturaleza práctica de la ciencia teológica.
Con Santo Tomás sostenemos que toda la ciencia teológica, siendo principalmente especulativa porque trata de rebus divinis, es también práctica porque trata de actibus humanis (ST I ,1, 4). De los actos humanos, materia de la moral, se ocupa en cuanto por ellos el hombre se ordena al conocimiento y al amor de Dios, en el cual consiste su felicidad eterna. Por eso la dimensión práctica de la teología se concentra especialmente en la teología moral. Porque este camino del homo viator a la comunión con Dios no es sólo obra del espíritu del hombre sino sobre todo del mismo Espíritu de Dios podemos llamar a la vida cristiana espiritualidad y a su estudio teología espiritual. El estudio de la teología tiene una dimensión espiritual porque alimenta la vida cristiana en las fuentes de la fe. El carácter sapiencial de la teología se pone en acto al buscar justamente la síntesis vital entre la piedad y el estudio. San Buenaventura lo dice así en un texto citado por OT 16a y PDV 53e:
«Nadie crea que le baste la lectura sin la unción, la especulación sin la devoción, la búsqueda sin el asombro, la observación sin el júbilo, la actividad sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, la investigación sin la sabiduría de la inspiración sobrenatural».
Todos necesitamos buscar la unidad de vida entre espiritualidad, teología y pastoral, en primer lugar los mismos formadores y profesores de pastoral (Dir 62). Junto a los cursos específicos de teología espiritual toda la teología tiene una proyección en la espiritualidad o en la vida cristiana práctica, espiritual, personal. Algo similar ocurre con la pastoral.
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La dimensión práctica de la pastoral
La Iglesia es la dimensión comunitaria del ser cristiano, el nivel social de la ontología de la gracia, escribió Congar a propósito de LG II. El título Pueblo de Dios indica justamente esa inserción de la antropología en la eclesiología. Por eso podemos decir que la dimensión práctica de la teología a nivel eclesial es la pastoral, en la que la ciencia teológica asume no sólo la conducta individual sino la acción eclesial. La praxis propia de la Iglesia es nombrada con nombres que denotan aspectos distintos vg. misión, evangelización, apostolado; aquí la llamamos genéricamente pastoral. Así como la filosofía práctica y la teología moral estudian, desde distintos ángulos, el sentido de la acción humana, la teología práctica o pastoral considera el sentido de la acción evangelizadora de la Iglesia: la praxis pastoral.
De modo similar a la espiritualidad también la pastoral puede ser considerada como una dimensión y una disciplina. Los documentos más recientes insisten tanto en la dimensión pastoral de todas las materias teológicas como en el dictado de las materias propias de la teología pastoral. Como ejemplo de esta doble perspectiva, presente también en la Constituación Sapientia Christiana, cito los Estatutos de nuestra Facultad de Teología de Villa Devoto, que destacan la finalidad pastoral de toda la teología e incluyen a la pastoral como una dimensión de la toda la ciencia teológica (Est 56) y a la teología pastoral entre las disciplinas teológicas consideradas principales (Est 67, 1b).
Considero necesario no saltear el primer aspecto que hace a la dimensión pastoral de la ciencia teológica. PDV 55 habla del rigor científico y de la naturaleza pastoral de toda la teología, indicando que «en realidad se trata de dos características de la teología y de su enseñanza que no sólo no se oponen entre sí sino que coinciden, aunque sea bajo aspectos diversos, en el plano de una más completa inteligencia de la fe» (PDV 55b). Por eso pastoral es un concepto teológico fundamental, o sea, básico y fundamentador. Ni su carácter pastoral hace a la teología menos doctrinal ni su estatuto científico debilita su aplicación pastoral. Ambas cualidades han de complemetarse para que el agente pastoral cuente con una sólida formación teológica que le ayude a presentar el mensaje evangélico en su medio cultural y para que el estudiante de teología cultive su sensibilidad evangelizadora atento a la finalidad pastoral de su estudio, sobre todo si se prepara al ministerio sagrado.
La dimensión ‘pastoral’ de la teología exige que el estudiante atienda a la aplicación y a la exigencia pastoral del estudio. Eso requiere asumir que «una adecuada sensibilidad en su aplicación ‘pastoral’ hará que el estudio serio y científico de la teología sea verdaderamente formativo para los futuros presbíteros» (PDV 55b). Por eso esta «exigencia ‘pastoral’ de la formación intelectual confirma cuanto se ha dicho ya sobre la unidad del proceso educativo en sus varias dimensiones» (PDV 51c). La misma finalidad ‘pastoral’ de toda la formación sacerdotal certifica el hecho de que «la situación actual… exige un excelente nivel de formación intelectual, que haga a los sacerdotes capaces de anunciar, precisamente en ese contexto, el inmutable Evangelio de Cristo y hacerlo creíble frente a las exigencias legítimas de la razón humana» (PDV 51b). Por todo esto nos cabe «sintonizar» la formación intelectual con las exigencias pastorales del ministerio (Dir 56). Dimensión, aplicación, exigencia y finalidad indican la proyección pastoral de la teología.
La caridad – vis unitiva – impulsa la íntima unidad entre teología, espiritualidad y pastoral. Algunas materias se prestan especialmente a ello, como la cristología, la gracia o la sacramentología. En su estudio hay que hacer el esfuerzo de saber «leer» en la vida lo que se lee en los libros y saber «leer» en los libros lo que se lee en la vida. Así la teología se convierte en una interpretación de la realidad a la luz de la Palabra. A esa unidad apunta el Papa cuando dice que «a través del estudio, sobre todo de la teología, el futuro sacerdote se adhiere a la Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su ministerio pastoral» (PDV 51c). Un desafío formativo consiste en unir el gusto espiritual de la oración con la seriedad científica del estudio y con la actividad práctica de la pastoral. Como lo mostrara Hans Urs von Balthasar en su artículo programático Teología y Santidadlos Santos Padres siguen siendo modelos porque eran contemplativos, teólogos y pastores.
Todos los tratados teológicos, incluso los más especulativos, proyectan su luz hacia la vida personal y comunitaria, espiritual y pastoral. La fe en el misterio trinitario, centro de la theologia y de la oikonomia cristianas (CATIC 234, 236), tiene consecuencias teóricas y prácticas. No coincidimos con Kant cuando decía que «la doctrina de la Trinidad, tomada al pie de la letra, no permite derivar conclusiones prácticas». Por eso algunos textos de dogmática, al final de cada tema, sacan «consecuencias para la vida cristiana», adelantando un esfuerzo que debemos hacer profesores y alumnos. En especial los profesores que tenemos la responsabilidad de llevar a los alumnos «a una asimilación profunda del misterio cristiano, que sea integral y orientada hacia el ministerio pastoral» (Dir 46).
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La dimensión teológica de la pastoral
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La pastoral como «acción»
La pastoral es en primer lugar una acción, no una ciencia; una praxis, no un logos. Un rico vocabulario indica su índole práctica: «hacer pastoral», «acciones pastorales», «actividad pastoral», «ejercitaciones pastorales», «planificación de la tarea pastoral». La pastoral se hace y a quien la realiza lo llamamos genéricamente «agente pastoral», y si es ministro «pastor». Las variadas actividades que la Iglesia ejecuta (predicar, enseñar, celebrar, servir, guiar, organizar) se unifican en la categoría de acción pastoral, que no es una acción única sino un conjunto de acciones de formas distintas. Es una acción multiforme.
Toda acción requiere un sujeto que sea el principio eficiente de actividad. El gran sujeto comunitario de la acción evangelizadora en la historia es la Iglesia, que continúa la misión de Jesús Evangelio y Evangelizador (EN 6-7). La relación que hay entre la Iglesia y la pastoral es la relación que hay entre un sujeto y su acción. El sujeto de la pastoral es la Iglesia entera, la obra de la evangelización es la misión de todo el Pueblo de Dios (LG 17, AG 35, DH 13, EN 59, ChL 32, RMi 26). Esta unidad funda el vínculo entre la eclesiología y la teología pastoral. Si la primera ofrece una teología del misterio de la Iglesia en su ser y en su obrar la segunda lo despliega operativamente en el presente. En ese punto comparto la tradición de la escuela católica de Tubinga que ha enriquecido a la «teología pastoral» y que me lleva a darle un fuerte acento eclesiológico a la pastoral y un fuerte acento pastoral a la eclesiología. W. Kasper, unos de sus representantes, ha resumido el modo propio (Eigenart) de esta corriente en las notascientificidad, eclesialidad y contemporaneidad.
Esa integración de la misión en el centro de la eclesiología es subrayada por Juan Pablo II:
«La llamada vuelta o repatriación de las misiones a la misión de la Iglesia, la confluencia de la misionología en la eclesiología y la inserción de ambas en el designio trinitario de salvación, han dado un nuevo respiro a la misma actividad misionera, concebida no ya como una tarea al margen de la Iglesia, sino inserta en el centro de su vida, como compromiso básico de todo el Pueblo de Dios. Hay que precaverse, sin embargo, contra el riesgo de igualar situaciones muy distintas y de reducir, si no hacer desaparecer, la misión y los misioneros ad gentes…» (RMi 32).
Tal integración da una fundamentación teológica sólida y una base de unidad a toda la acción eclesial, reintegrando plenamente lamisión de la Iglesia a la eclesiología (RMi 32), porque la misión designa «la razón de ser» (EN 14) del Pueblo de Dios. La eclesiología debe entender la afirmación conciliar: «la Iglesia peregrina es, por naturaleza, misionera» (AG 2a). Decir «por naturaleza» o «esencialmente» es reconocer que la misión es algo sin lo cual la Iglesia no es Iglesia. Si la naturaleza de una cosa se determina también por su fin ? la causa final es causa causarum ? la Iglesia se determina por su finalidad misionera, evangelizadora y pastoral. Ella, como Cristo, su Esposo y Cabeza, existe propter homines et propter nostram salutem. La inserción de la misión en la eclesiología del cap II de LG (n 17) deja establecido para la teología que la misión universal es una dimensión esencial de la eclesiología, fundando una eclesiología dinámica. Nos identificamos con este proyecto, aunque no necesariamente con todos los desarrollos concretos de Dianich, cuyo mérito ha sido avanzar por el sendero indicado por Le Guillou y Moltmann para entender la Iglesia a la luz de la misión, haciendo de la misión «el principio hermenéutico de la eclesiología». Por eso la misión pasa a indicar todo el aspecto histórico?dinámico de la Iglesia según el «principio de circularidad» entre la Iglesia y la Misión, por el que una hace a la otra. Una eclesiología dinámica piensa al sujeto eclesial a partir de la misión, porque el acto misionero funda o genera a la Iglesia. Esta correlación entre eclesialidad y misionalidad hace al Pueblo de Dios esencialmente misionero: su ser es un «estar en misión», in statu missionis.
Este principio de circularidad Iglesiamisión ha sido asumido por el Magisterio, sobre todo desde la relatio finalis del Sínodo Extraordinario de 1985 a 20 años del Concilio que sintetiza sus grandes líneas, a partir de las cuatro constituciones, en la frase La Iglesia, a la luz de la Palabra de Dios, celebra los misterios de Cristo, para la salvación del mundo. Su segunda parte se articula según los conceptos de misterio, comunión y misión dando el cuadro eclesiológico dominante en los últimos documentos del Magisterio (RF II, A?D; ChL 18?20, 32; PDV 12, 73?75) que ve a la Iglesia como un misterio de comunión misionera
La eclesiología de comunión, trinitaria y eucarística, mira a la Iglesia en relación a la Trinidad y la Eucaristía. Esta visión se repite en ChL 32 que muestra la circularidad entre la Iglesia y la misión porque la comunión es para la misión y la misión es para la comunión. Por eso dice: «‘la comunión genera comunión’ y esencialmente se configura como ‘comunión misionera‘… La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que ‘la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión'» (ChL 32).
Por mi parte, permaneciendo fiel al esquema de los dos primeros capítulos de LG que son Misterio?Pueblo y a la lógica del capítulo II que culmina con la misión del Pueblo de Dios (LG 17), prefiero el orden misterio?pueblo?misión. Y coincidiendo con Congar en que el Pueblo de Dios es «quien» porta el misterio/sacramento de comunión/salvación en el mundo veo al misterio del Pueblo de Dios(ChL 8) como el sujeto de la comunión misioneraLa Evangelii Nuntiandi, para mí el mejor documento pastoral de la historia de la Iglesia, indica a todo el Pueblo de Dios como sujeto-agente de la misión (EN 59), resalta el carácter esencial que la evangelización tiene para la Iglesia (EN 14) y presenta una visión de conjunto (EN 17-24) que permite organizar sus distintos capítulos en base a los componentes esenciales y permanentes de toda acción pastoral. La evangelización (EN 18) es una acción comunicativa (naturaleza) por la que la Iglesia (agente) trasmite la Buena Nueva (contenido) a la humanidad (destinatario) para renovarla con la fe en el Evangelio de la salvación (finalidad) por medio de actitudes (subjetivas) y de medios (objetivos). Esta estructura básica articula a agentes (I-VI) y destinatarios (V) mediante objetivos (II), contenidos (III), actitudes (VII) y medios (IV). Estos elementos básicos se dan en todas y cada una de la acciones pastorales, pero siempre de un modo particular, situado y concreto.
Si evangelizar entraña siempre una novedad, porque es comunicar a Jesucristo que renueva todas las cosas (Ap 21,5), una nueva evangelización puede ser comprendida desde aquella visión global si se buscan las distintas novedades en los sujetos (agentes y destinatarios), en el objeto (contenido) y en las mediaciones de la acción pastoral (medios y actitudes) (SD 23-30). Tal lógica de la acción evangelizadora subyace a la propuesta pontificia de una evangelización nueva en los métodos (medios), en el ardor(actitud) y en la expresión (del contenido). También organiza la estructura interna de las LPNE que en sus distintos capítulos presentan los principales desafíos (I), el núcleo y los cauces del contenido (II), las renovadas actitudes (III) y algunas acciones destacadas por su potencial evangelizador (IV).
Uno de esos componentes esenciales es el mensaje que la Iglesia anuncia, el objeto de la revelación y de la fe que de un modo sintético llamamos «Palabra de Dios» e incluso «Evangelio». El es el contenido de la evangelización, tarea que se dirige a suscitar, alimentar y llevar a plenitud el «acto de fe» comunicando el «objeto de la fe». Por eso la acción pastoral tiene su raíz primariamente en la fe y secundariamente en todo lo que fortalece la fe.
Por esto se puede decir que el estudio como acto contemplativo nos enseña a «recibir» y nos prepara al acto práctico de la pastoral en cuanto «dar». De este modo el evangelizado se vuelve evangelizador y el discípulo se convierte en maestro, aprendiendo a recibir y a dar permanentemente. En sentido amplio la fe, y la teología como ciencia de la fe, dan los principios, los criterios y los contenidos básicos de la acción evangelizadora.
La teología, «ordenada a alimentar la fe» (In I Sent 1, 2) ayuda a la inteligencia de la fe y así robustece mediatamente latrasmisión de la fe. Siendo la fe el principio y el fin (PDV 53c), el clima y el habitus o «principio operativo permanente» (PDV 53a) de la teología, ésta ayuda a comprender el contenido de aquella, que es el mismo contenido que comunica la pastoral en sus múltiples formas. Así la teología enriquece la fe de la Iglesia que es la raíz de toda acción evangelizadora. Una de las bases de una adecuada pastoral es una buena y sólida teología que provea los principios, criterios y contenidos fundamentales a desplegar en la tarea apostólica. Cubriendo la pastoral un campo más amplio que la teología, ésta le ayuda a aquella ayudando a comprender el contenido de la fe y de la evangelización.
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La «unidad» entre teología y pastoral
En particular «la teología ofrece su contribución para que la fe sea comunicable», dice la Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo. La inteligencia de la fe debe ayudar a la comunicación de la fe. Este fue uno de los acentos que tuvo en nuestro siglo el intento de la «teología kerigmática» que propuso ver no sólo la inteligibilidad sino también la predicabilidad de las proposiciones teológicas, en polémica con una teología excesivamente manualística. La comunicabilidad, propiedad esencial de la Palabra de Dios que es el «alma de la teología» (DV 24), es una dimensión intrínseca de su enseñanza y su aprendizaje, que facilita las distintas formas de trasmisión eclesial de la Palabra. Aquella comunicabilidad va mucho más allá de un enunciado momentáneo porque la Palabra permanece y opera de un modo dinámico: es y hace lo que dice. Ella nos es comunicada no sólo para que la conozcamos sino para que la practiquemos (Mt 7,24). El momento pastoral de la teología requiere que el «entender» ayude al «predicar» y que el «conocer» conduzca al «practicar».
Utilizando la terminología tomista decimos que el acto de la contemplación del misterio de la fe, que la teología alimenta, impulsa su trasmisión activa por la predicación. Santo Tomás, en la cuestión acerca del género de vida que debía llevar Jesús, sostiene que El debió vivir entre los hombres con un estilo de vida activo adecuado al fin de la encarnación, que es la salvación de los hombres (ST III, 40, 1). Ante la objeción de que debía haber tenido una vida más perfecta, contemplativa y solitaria, el Aquinate, según lo que ya había dicho hablando de la perfección (ST II-II, 182, 1; 188, 6), sostiene que «aquella vida activa que se ocupa de predicar o enseñar trasmitiendo a otros lo contemplado es más perfecta que la vida que se ocupa sólo de la contemplación, porque aquella supone la abundancia de la contemplación. Y por eso Cristo eligió tal género de vida» (ST I, 40, 1, ad 2um).
Para ayudar a comunicar pastoralmente la fe la teología cumple múltiples servicios (GS 44, 58). Por ejemplo, tiene que encarar el desafío de «la evangelización de las culturas y de la inculturación del mensaje de la fe» (PDV 55c) e incluso propender a ser una teología inculturada (AG 22). Santo Domingo indica tres aportes que el ministerio pastoral de la teología debe prestar al Pueblo de Dios en América Latina: contribuir a la inculturación de la fe; impulsar la acción pastoral; sostener la opción por los pobres (SD 33). Por eso hace falta una teología más inculturada, pastoral y profética. Hace poco Gutiérrez, siguiendo la segunda parte deSanto Domingo, indicó algunos servicios que debe prestar la teología al pensar las cuestiones de la nueva evangelización, la promoción humana y la inculturación del Evangelio en América Latina. Hoy la teología ha de ayudar para que del único Evangelio sepamos sacar «nuevas luves para los problemas nuevos» (SD 24, Fidei depositum 3).
Hay que resaltar la unidad entre teología y pastoral para evitar cierta oposición difundida entre teología y pastoral. Reduciendo la primera a su dimensión teórica, dando la primacía a la segunda por ser práctica y oponiendo de manera disyuntiva ambas esferas se ha caído a veces en un activismo caprichoso sin suficiente fundamento doctrinal. Cuando se pierde el conocimiento teológico que sustenta la pastoral se termina obrando acríticamente por directrices de arriba (autoritarismo), por impulsos de adentro (subjetivismo) o por modas de afuera (ideologismo). «Como si pastoral fuese sinónimo de irracional, de antiintelectual, de informal, reduciendo ese arte eximio a un experimentalismo sin ton ni son, olvidando el respeto que merece cada ser humano por el que Cristo murió». Ni la teología debe encerrarse en un intelectualismo abstracto o apastoral ni la pastoral debe convertirse en un activismo pragmático o ateológico, como si fueran compartimentos estancos y separados.
La Iglesia conciliar (DV 1, GS n. 1) y posconciliar, inspirada en la distinción que ya hacía Juan XXIII entre el contenido (doctrina) y el modo (pastoral) de presentarlo (GS 62b), da una síntesis madura cuando afirma:
«lo que es pastoral no se opone a lo doctrinal, ni la acción pastoral puede prescindir del contenido doctrinal del que, más bien, saca su esencia y su validez real. Ahora bien si la Iglesia es ‘columna y fundamento de la verdad‘ (1 Tim 3,15) y ha sido puesta en el mundo como Madre y Maestra, ¿cómo podría olvidar el cometido de enseñar la verdad que constituye un camino de vida?» (RP 26b).
Hay una relación dialéctica entre la acción pastoral y la reflexión teológica:
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El obrar pastoral requiere del saber teológico. De allí el necesario diálogo entre los que hacen pastoral – pastores, agentes – y los que la piensan teológicamente – teólogos, pastoralistas. De allí también la necesidad de que los agentes pastorales cualificados nutran el contenido de su fe mediante el conocimiento teológico-pastoral.
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El saber teológico requiere del obrar pastoral. Tanto la espiritualidad como la pastoral proveen a la teología una dosis deexperiencia individual y comunitaria que arraiga vitalmente y enriquece dinámicamente la tarea intelectual.
Una síntesis madura nos indica que no debe haber praxis sin teoría ni teoría sin praxis. Por eso debemos procurar una teología más pastoral y una pastoral más teológica.
«La pastoral se mantiene en contacto con la realidad, es decir, con los problemas del ministerio y con las soluciones que de ahí proceden en los distintos tiempos y especialmente en el presente, pero está ligada a la teología y de ella se nutre en dos momentos fundamentales: a) interpela y provoca a la teología (particularmente a la teología moral), poniéndole problemas que no puede y no pretende resolver de manera autónoma y simplemente empírica, porque sobre ellos hay que proyectar la luz de la fe; b) estudia las aplicaciones prácticas de las soluciones teológicas, teniendo en cuenta las situaciones concretas y respetando la pluralidad de las opciones posibles, cuando se trata de materias opinables».
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La sabiduría teológico-pastoral expresa el esfuerzo de la teología, de sí científica, abstracta y universal, por acercarse a iluminar la acción histórica, concreta y particular. Ella se ubica en la confluencia entre la realidad histórica, la reflexión teológica y la praxis pastoral. En ese sentido la teología sigue cierto curso de la cultura moderna que pasa de un conocimiento más contemplativo a otro más histórico y práctico, analizando la acción en la historia (GS III, 33-39) y poniendo de relieve las categorías «praxis» e «historia» en la modernidad. Acompañando y discerniendo estos acentos han surgido en este siglo distintas teologías de la praxis. Más aun, en las últimas décadas en América Latina se caracteriza a la teología de la liberación como una «reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la Palabra de Dios» o en Europa se describe a la teología como «la conciencia crítica de la praxis eclesial y mundana a la luz de la Palabra de Dios». En la medida en que esa praxis surge de «la fe que actúa por la caridad» (Gal 5,6) o es animada por el amor «con obras y de verdad» (1 Jn 4,18) la teología se vuelve teología de la caridad, llámese docta caritas e intellectus amoris, notificando que «Dios es Amor» (1 Jn 4,8) o. como dice bellamente el Catecismo, que «el ser mismo de Dios es Amor» (CATIC 221).
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II. LA TEOLOGIA PASTORAL
La búsqueda recíproca entre la teoría y la praxis llevó, en los dos últimos siglos, a dos movimientos convergentes que sólo podemos nombrar. Uno va desde la ciencia teológica hacia la acción histórica con las distintas teologías de la praxis, del mundo y de la historia; el otro vadesde la acción pastoral hacia la reflexión teológica. En este último ámbito en que se desarrolló como asignatura académica, desde fines del siglo XVIIII, tanto en el catolicismo como en el protestantismo, la teología de la acción pastoral.
Esta pequeña hermana en la familia teológica debe su «minoridad» en parte al ser una disciplina relativamente moderna (cuestión histórica) y en parte al tener una naturaleza bastante discutida (cuestión epistemológica). En parte también lo debe al estar cómodamente sostenida sobre la amplia base de la dogmática y la moral, en particular de la eclesiología (cuestión interdisciplinar). No es posible abordar aquí el conjunto de problemas contenidos en estos enunciados. Por eso nos limitamos a presentar esta disciplina teológica de un modo general ubicándola y caracterizándola. Para eso en primer lugar la situamos en el marco de los principios interiores de la acción pastoral (1), en especial del conocimiento pastoral (2). En segundo término comprendemos su estatuto teológico delimitando su naturaleza (3), método (4) y división (5), combinando varios criterios de organización de sus asignaturas.
Como punto de partida nos conformamos con decir, sin entrar en debates con autores o escuelas, que el objeto que estudia esta disciplina esla acción pastoral de la Iglesia:
«Por tanto, es necesario el estudio de una verdadera y propia disciplina teológica: la teología pastoral o práctica, que es una reflexión científica sobre la Iglesia en su vida diaria, con la fuerza del Espíritu, a través de la historia» (PDV 57d).
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Los principios interiores de la acción pastoral
Como toda acción, la pastoral supone un «agente» que actúa. ¿Desde dónde «actúa» el agente pastoral, miembro del Pueblo de Dios evangelizador? El agente pastoral es una persona, un cristiano y un evangelizador. Todo el que actúa lo hace a partir de lo que es, porque operare sequitur esse. La pastoral pone en juego todos los hábitos del «agente», sus cualidades humanas, cristianas y apostólicas. Los hábitos son capacidades o potencias dispuestas mediante actitudes y habilidades, principios activos o potencias operativas. Las capacidades deben habituarse, prepararse, entrenarse, habilitarse, disponerse a actuar bien. Todos tenemos «manos» pero ninguno opera como un gran cirujano ni pinta como un gran pintor. Todos tenemos «pies» pero ninguno juega al futbol como un gran jugador ni baila como una gran bailarina. Algo similar ocurre en la vida moral en cuanto depende de un conjunto de actitudes profundas y estables (hábitos) que llamamos virtudes, por las que obramos moralmente bien. Ser justos depende del ejercicio de la virtud de la «justicia», virtud principal desde el punto de vista humano para una buena relación con los demás. Las virtudes nos entrenan para obrar moralmente bien, desde el corazón y con alegría.
La vida pastoral también depende de actitudes, virtudes o hábitos que llamamos hábitos pastorales y que son el punto de partida inmediato de nuestra tarea pastoral. Como acción moral la pastoral requiere poner en juego muchas virtudes, dirigidas a un fin pastoral, para obrar acertadamente. El agente – obrero y artista – de la pastoral debe cultivar una serie de actitudes pastorales para actuar con conciencia, libertad y responsabilidad. A los hábitos morales puestos al servicio de la evangelización los llamamos virtudes pastorales. En el nivel volitivo las virtudes sociales de la justicia y del amor guían nuestro obrar. La justicia nos lleva a cumplir nuestros «deberes» apostólicos que son correlativos a los «derechos» de nuestros hermanos bautizados. La caridad, «alma de todas las virtudes», impregna de amor nuestra actividad evangelizadora (EN 79). Tradicionalmente el celo pastoral incluía tanto la fuerza de la obligación moral ex iustitia como el fuego o ardor apostólico del amor.
Hoy, después de PO 14 y de PDV, vemos con más claridad la primacía de la caridad pastoral. El centro y la cima de toda la vida cristiana es la caridad. Si la persona humana encuentra su plenitud en el amor y en la entrega de sí misma a los demás, siguiendo la lógica del don de la caridad derramada en su corazón por el Espíritu (Rom 5,5), el agente pastoral y sobre tod el pastor realizan su vocación a seguir «el camino más perfecto» (1 Cor 13,1) cultivando el amor pastoral. La principal virtud teologal (moral) es por eso la principal virtud pastoral. El amor nos lleva a dar la vida por la evangelización y la salvación de todo el hombre y de todos los hombres, como Pablo: «sentíamos por ustedes tanto amor, que queríamos darles no sólo el Evangelio de Dios sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos» (1 Tes 2,8). La caridad pastoral es la donación total de sí, «no es sólo aquello que hacemos sino la donación de nosotros mismos» (PDV 23b).
La formación pastoral no es sólo aprender algunas «nociones» o utilizar distintas «técnicas» sino que es, sobre todo, la formación delcorazón pastoral. El agente pastoral no es sólo el que «hace» acciones evangelizadoras como si fuera una especie de «servidor público» de servicios apostólicos sino servidor del Pueblo de Dios según el modelo de Jesús-Siervo (PDV 21c, 22a), que actúa «con un corazón de servidor. El evangelizador debe tener el corazón de Jesús «primer y más grande evangelizador» (EN 7a). El agente pastoral, y sobre todo el pastor, debe tener el corazón de Jesús, el Buen Pastor (Jn 10,11), porque su misión es «comunicar la caridad de Cristo, Buen Pastor» (PDV 57a). Lo principal de la formación pastoral es cultivar «aquellas actitudes y comportamientos que son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia y que se compendian en su caridad pastoral» (PDV 21b).
«Mas el estudio y la actividad pastoral se apoyan en una fuente interior, que la formación deberá custodiar y valorizar: se trata de lacomunión cada vez más profunda con la caridad pastoral de Jesús, la cual, así como ha sido el principio y fuerza de su acción salvífica, también, gracias a la efusión del Espíritu Santo en el sacramento del Orden, debe ser principio y fuerza del ministerio del presbítero. Se trata de una formación destinada no sólo a asegurar una competencia pastoral científica y una preparación práctica, sino también, y sobre todo, a garantizar el crecimiento de un modo de estar en comunión con los mismos sentimientos y actitudes de Cristo, buen Pastor: ‘Tener entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo’ (Flp 2, 5)» (PDV 57f).
Lo mismo es dicho apelando al lenguaje del «espíritu». La nueva evangelización significa poner vino nuevo en odres nuevos en dos sentidos: a) atendiendo a los destinatarios es presentar la novedad de Jesucristo en las «cosas nuevas» de los hombres y los pueblos; b) atendiendo a los agentes es buscar una espiritualidad que anime con nuevas actitudes las nuevas acciones evangelizadoras. «Entendemos por espíritu de la evangelización nueva, las actitudes que han de presidir y orientar a los agentes evangelizadores, y a toda la Iglesia en la Argentina, para llevar adelante esta misión» (LPNE 33a). Una nueva espiritualidad evangelizadora designa un cúmulo de actitudes espirituales que son fuente interior de la actividad pastoral y obra del Espíritu, «el agente principal de la evangelización» (EN 75h). Por eso se habla de «espíritu evangelizador», «mística evangelizadora», «espiritualidad misionera», «espíritu misionero», resumiendo actitudes comunes a todos los miembros del Pueblo de Dios protagonistas, cada uno a su modo, de la misión evangelizadora.
«Espíritu» expresa una doble referencia: al Espíritu Santo, alma de la Iglesia y su misión, y a las actitudes espirituales que impulsan a los fieles a compartir la experiencia de Jesucristo asumiendo con un nuevo ardor (EN 80) la tarea apostólica. Por eso algunos documentos recientes precisan ese conjunto de actitudes que animan la misión (EN 75-80, DP 1294-1310, RMi 87-91, LPNE 33-36). El mismo término se utiliza, análogamente, para indicar la espiritualidad propia de los ministros-pastores. «Como cualquier otra formación, también la formación pastoral se desarrolla mediante la reflexión madura y la aplicación práctica, y tiene sus raíces profundas en un espírituque es el soporte y la fuerza impulsora y de desarrollo de todo» (PDV 57c). Aquí tenemos la raíz de una espiritualidad pastoral.
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Las formas del conocimiento pastoral
En el nivel intelectual necesitamos también de ciertos hábitos que desde el conocimiento iluminen nuestra tarea apostólica. Lainteligencia iluminada por la fe es un principio interior que conoce y dirige la acción evangelizadora. Por eso el agente pastoral debe tener una profunda fe, un creer que sea simultáneamente confiar en Dios y saber por Dios. En la fe, principio de conocimiento teologal, que se enrique tanto por la vida de oración como por el estudio de la teología, se integran otros hábitos intelectuales al servicio de la pastoral.
Lo que llamamos el «arte» pastoral abarca un conjunto de conocimientos, instrucciones y habilidades para saber actuar pastoralmente. La pastoral es arte de las artes. Para San Gregorio Nacianzeno «conducir al hombre es el arte de las artes y la ciencia de las ciencias, porque se trata del más variado y múltiple de los vivientes». En él parece inspirarse la famosa fórmula que divulgara San Gregorio Magno: «El gobierno de las almas es el arte de las artes». Allí recomendaba ciertas actitudes para cumplir bien la carga pastoral vg. «que sea cercano a cada uno por la compasión y se dedique más que ningún otro a la contemplación» (II, 5; 62), buscando el equilibrio entre la distancia de la contemplación y la cercanía de la misericordia, tensión que vivimos todos. Fue Pablo VI quien dijo: «El arte del sacerdote, si es que cabe hablar de arte, es, cual dice San Gregorio, el arte supremo. El sacerdote debería poner a contribución todas sus facultades, en especial las más humanas». También Juan Pablo II presenta a nuestro ministerio como ars artium y PDV 57d incluye, con la teología pstoral, otros conocimientos menos científicos y más prácticos sintetizados en la palabra «arte» y en un «conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos».
En cuanto arte o recta ratio la pastoral integra muchos saberes «artísticos», teórico-prácticos, que habilitan y orientan las distintas acciones al servicio de la misión evangelizadora y salvífica. Por eso el agente pastoral debe tener cualidades propias de los saberes y las artes correspondientes a otras vocaciones: algo del arte del maestro que enseña, del artesano que modela, del médico que cura, del actor que interpreta, del poeta que crea, del político que conduce, del constructor que edifica, del jardinero que cultiva, del abogado que defiende. En particular el pastor debe tener algo de arte pedagógico, médico, dramático y político, según sus diversas funciones pastorales. El pastor es como un
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maestro: el arte pedagógico es persuasivo porque saber enseñar abre el corazón y la inteligencia a la verdad. El mejor maestro es el que nos trasmite mejor lo que sabe, no el que más sabe. Por ser su función profética el pastor está llamado a ser maestro.
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médico: la medicina no es solo ciencia sino también arte de curar. Cura no solo el que más sabe sino el que mejor sabe diagnosticar, cuidar y curar. El pastor tiene la cura pastoral.
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actor: el actor representa, interpreta, escenifica, personifica. El pastor tiene un ministerio representativo y sobre todo en la acción ritual representa e interpreta la dramática salvífica.
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conductor: el político no es el politólogo, el que sabe ciencia política, sino el que sabe conducir políticamente. La acción política es distinta del discurso político. La pastoral es como la «política» de la Iglesia. El pastor está llamado a conducir la pastoral.
Esto es necesario para comprender y emprender la acción pastoral no sólo como técnica y organización sino también como arte y prudencia. Por eso otro hábito imprescindible es la prudencia pastoral. Como virtud reguladora de carácter mixto, intelectual y moral, ésta es la sabiduría necesaria para acertar la decisión concreta a tomar y la acción determinada a realizar. Es el conocimiento más inmediato para iluminar intelectualmente la tarea a hacer aquí y ahora, en las circunstancias concretas. Es afin a la prudencia «política» que se ejerce «in ordine ad bonum commune» (ST II-II, 50, 2, ad 3um). Requiere tanto el ejercicio del discernimiento humano como la apertura al consejo del Espíritu divino. Indica el máximo esfuerzo del conocimiento por iluminar la acción a decidir y ejecutar; por eso se encuentra en el límite entre el pensamiento, de sí abstracto, y la acción, de sí concreta.
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La teología de la acción pastoral
La fe, el arte y la prudencia capacitan al pastor con la dosis de sapiencia y reflexión que necesita para pensar su actividad. Junto a estos hábitos intelectuales-pastorales, se requiere además la teología pastoral, hábito científico del creyente-agente, cuyo objeto (material) es la misma acción pastoral. En esta expresión se unen dos palabras: teología, que es un logos científico y abstracto, ypastoral, que es una praxis particular y concreta. Con ese nombre designamos a la teología de la acción pastoral, un discurso sobre la acción evangelizadora de la Iglesia que manifiesta singularmente la índole práctica y científica de la teología.
«La pastoral no es solamente un arte ni un conjunto de exhortaciones, experiencias y métodos; posee una categoría teológica plena, porque recibe de la fe los principios y criterios de la acción pastoral de la Iglesia en la historia» (PDV 57d).
Conviene precisar el sentido de la expresión teología pastoral. Las distintas interpretaciones que en los dos últimos siglos se le ha dado en las teologías católica y protestante manifiestan muchas tensiones expresadas en tres binomios: eclesial-clerical, científica-práctica, teológica-histórica. Por eso nos corresponde aclarar brevemente las cuestiones que hacen a su contenido material (1), su estatuto científico (2), y su índole histórica (3).
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En el origen histórico del estatuto académico de esta disciplina, marcado por el enciclopedismo y el josefinismo, «la Ilustración concibió la pastoral como una técnica que intenta alcanzar por el camino de la razón y de la experiencia algunas reglas de prudencia pastoral. Frente a semejante concepción hoy se advierte la necesidad de lograr una comprensión teológica fundamental de la cura de almas. La pastoral, considerada como la predicación y la trasmisión del Evangelio de una manera acorde con la esencia del mismo y con las circunstancias históricas de cada época, y como la realización y la prolongación de la obra salvífica en el presente y en el futuro, es la suma de todas las actividades divinas y humanas que tienden a realizar la salvación. La pastoral esel compendio de las formas de acción de la Iglesia«. Pastoral es una palabra que «compendia» lo que realiza la Iglesia «en su vida diaria» (PDV 57d). Por eso los distintos autores sintetizan el contenido o materia de la teología pastoral en la expresiónacciones eclesiales o pastorales. Recientemente se prefiere sintetizar su objeto en la expresión praxis eclesial o evangelizadora.
Aquello que polariza la reflexión pastoral es la realidad de la Iglesia tomada en su totalidad orgánica y en su dinamismo histórico. En su totalidad orgánica porque no se trata solamente de una reflexión reducida al ministerio de los pastores. La mirada se dirige a toda la Iglesia, con la totalidad de sus miembros. Si el término pastoral no evocara más que a los pastores sería mejor hablar de «teología práctica», como es el uso germano. Pero esta designación tiene el inconveniente de hacer creer que las otras funciones teológicas son desprovistas de su significación práctica, como vimos más arriba. Por eso mantenemos el término «pastoral», precisando que designa la acción evangelizadora de todo el Pueblo de Dios, conducido por los pastores. Contenido «material» de esta disciplina es el movimiento vivo de la misión de toda la Iglesia, lo que Chenu llamó «la Iglesia en acto», en su dinamismo viviente, en el camino de su misión histórica guiada por el Espíritu. Por eso el discurso teológico acerca del acto pastoral configura una auténtica praxeología.
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Estas acciones son objeto de la ciencia teológica en cuanto guardan relación a Dios, ya que «en la doctrina sagrada todo se trata desde el punto de vista de Dios, bien porque es el mismo Dios, o porque está ordenado a Dios como principio y fin» (ST I , 1, 7). Por eso «la ciencia sagrada trata de todas estas cosas, pero lo hace en orden a Dios (secundum ordinem ad Deum)» (id.). Sostenido en esta tradición decía Francisco de Vitoria que «el deber y la función del teólogo es tan vasto que ningún argumento, ninguna discusión, ninguna materia parecen ajenas a su profesión» y apoyado en esa razón justificaba su intromisión en la cuestión de indis. Porque la teología intenta conocer toda la realidad desde Dios y hacia Dios su materia es amplísima y en su seno se originan las distintas «teologías de genitivo». Con mayor razón es objeto de la teología la acción salvadora que Dios realiza a través de Cristo continuada eclesialmente en el presente. Este es el núcleo de una teología «de» la pastoral, el discurso que la conciencia reflexiva de la Iglesia hace de su obrar actual.
PDV 57 indica su «categoría teológica plena» porque es «una verdadera y propia disciplina teológica«. Esta consideración epistemológica indica que la ciencia pastoral es plenamente teología porque la formalidad con que encara sus cuestiones no es otra que la lumen fidei que analiza todo sub ratione Dei, desde el punto de vista de Dios (ST I, 1 y 7). De este modo la pastoral, considerando su materia propia, participa de la teología que es una única ciencia, en la que las múltiples disciplinas se unifican en la unidad del conocimiento de Dios. Lejos estamos del enciclopedismo teológico que suma extrínsecamente ciencias como si fueran especies distintas. Aquí afirmamos la pertenencia de la teología pastoral a la teología como ciencia una, unificada por su objeto o perspectiva formal, dado por la Revelación, y compuesta por varias disciplinas distinguidas por sus contenidos u objetos materiales.
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La índole histórica de la teología pastoral se debe a que analiza la acción de la Iglesia «en la historia». Esto la distingue de la eclesiología, que considera a la Iglesia en la totalidad de su misterio contemplado en el presente como de la historia de la Iglesia que la analiza en su devenir temporal del pasado al presente. Para A. Graf (1811-1867), un clásico de la pastoral, hay tres formas básicas de estudiar la Iglesia: en su misterio dogmático, en su devenir histórico, en su acción pastoral. La pastoral considera la realización actual de la misión de la Iglesia, lo que le da una fuerte nota de contemporaneidad o actualidad.
Por esta razón «no hay que considerarla como mera ciencia (teórica) que expone lo que se desprende de la eclesiología y de la moral con validez universal aplicable a este caso, sino como ciencia práctica (existencial), que intenta reflejar lo que hay que hacer precisamente ahora y que sólo se reconoce como tarea, si la situación presente se hace objeto de un análisis teológico a la vez que sociológico». La atención a la situación presente es tan importante que algunos autores llegan al punto de sostener que allí radica el objeto formal de la pastoral, que sería «la realización de la Iglesia en cuanto está condicionada por la situación presente». Nuestra posición, dada en el punto anterior, considera a la teología pastoral como el estudio de la acción histórica de la Iglesia en el presente (materia) vista desde la perspectiva de la fe (formalidad). Con Seveso sostenemos que el saber pastoral se halla siempre en el cruce entre el contenido del mensaje y la situación histórica.
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El método teológico-pastoral
Para conocer al hombre-destinatario y a la misma praxis pastoral para evangelizarlo, no basta el conocimiento de la esencial del sujeto y de la acción sino que se precisa también un conocer su situación histórica. Para esto la pastoral requiere instrumentalmente los mejores aportes de las ciencias humanas y sociales, tanto analíticas como hermenéuticas. Esto le confiere a su método, desarrollado ejemplarmente por la Gaudium et Spes, un carácter mixto, deductivo-inductivo, teórico-práctico, empírico-teológico y por eso interdisciplinar, en la medida en que la luz de la fe discierne, asume, instrumenta e integra los válidos datos científicos y pedagógicos en el nivel propio de un discurso teológico-pastoral.
No es posible abordar aquí la compleja cuestión del método teológico-pastoral. Baste decir que, por ser teología, tiene su mismo método en su doble proceso histórico y sistemático, pero desarrollando especialmente su dimensión práctica. Por eso, aprovechando distintos aportes de los métodos verjuzgar-obrar, la doctrina social de la Iglesia (DSI), la interpretación y el discernimiento teológicos de los signos de los tiempos, la reciente teología latinoamericana y la planificación pastoral orgánica, podemos reconocer tres momentos relacionados circularmente: histórico, sistemático y práctico. Dejo para otra oportunidad el desarrollo completo de estos momentos en su interpenetración mutua.
Tomando el lenguaje de la DSI podemos decir que la teología pastoral intenta dar:
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criterios de discernimiento para mirar y analizar la realidad histórica, secular y eclesial, pasada y sobre todo presente, con «ojos de fe y corazón de pastores» (DP 14-15);
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principios de reflexión, recibidos de la Revelación y de la Fe, que le confieren su categoría teológica plena (PDV 57d) e iluminan teológicamente la tarea pastoral;
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orientaciones para la acción que, al modo de líneas pastorales estables y abiertas (LPNE 6) perfilan una estrategia evangelizadora global en el presente momento histórico.
Por eso en la situación actual de la Iglesia y del mundo la teología pastoral está llamada a pensar a fondo la nueva evangelización del tercer milenio. En este gran horizonte hay que situar la formación de todos los agentes pastorales y en particular de los pastores para la nueva evangelización (PDV 2, 51, 70; FPSM 13-21) como ya se viene haciendo a nivel de documentos y artículos. Los nuevos tiempos requieren nuevos evangelizadores: laicos y laicas (ChL 3, 34-35, 64), religiosos y religiosas (VC 81-99) y presbíteros, cuya formación inicial y permanente nazca de la conciencia «de la absoluta necesidad de que la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros ‘nuevos evangelizadores'» (PDV 2e).
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La división de la teología pastoral
En la primera jornada de teología pastoral tenida en La Falda el 28/7/1995 buscamos algunos criterios para organizar los cursos teológico-pastorales. Como en otras disciplinas teológicas un primer criterio distingue una sección general llamada pastoral fundamental o introductoria y una sección especial que abarca las pastorales específicas clasificadas de muy distintas formas. Lapastoral fundamental plantea los principios básicos que permiten comprender toda acción pastoral en general y sus distintos componentes en particular a la luz de la experiencia y de la enseñanza eclesial tanto universal como particular.
La pastoral especial o específica encara las distintas «formas» – medios, caminos, métodos y sistemas – que tiene la acción evangelizadora (EN 40). La tradición ha organizado esa pluralidad de acciones pastorales en base al triplex munus de Jesucristo participado por toda la Iglesia (LG 31) y en especial por los pastores (PO 4-6, PDV 26). La típica división de la pastoral especial estudia los ministerios eclesiales de la predicación y el testimonio de la Palabra, la comunicación de la Gracia por medio de la economía litúrgica y sacramental, y la conducción de la comunidad cristiana con su servicio al mundo por la Caridad. Son las acciones profética, sacerdotal y real de toda la Iglesia y por eso de todos y cada uno en la Iglesia. Se las denomina pastoral profética, litúrgica y hodegética o también con las palabras simbólicas martyría (desde el kerigma a la didaskalia), leitourgía ydiakonía.
Esta esquema general de las materias pastorales debe ser completado con la incorporación de otros criterios de organización temática. Decimos «criterios» a tener en cuenta y no a plasmarse necesariamente en nuevas asignaturas. Sin ser exhaustivos y recogiendo los que se encionaron en La Falda parece conveniente tener en cuenta, además de la triple función pastoral de la Iglesia, otros criterios de orientación teológico-pastoral. Entre ellos:
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ubicarse en el horizonte histórico de la nueva evangelización del tercer milenio (TMA 21, 57) discerniendo los nuevos signos de los tiempos (SRS 35-40; ChL 4-7; PDV 5-10; CA 22-29) especialmente en América Latina (SD 164-209), los nuevos desafíos pastorales (LPNE 11-14) y los nuevos areópagos de la cultura contemporánea (RMi 37c);
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asumir la experiencia pasada teniendo un conocimiento suficiente de la historia pastoral universal, latinoamericana, nacional, regional, congregacional e incluso local, para tener memoria e incorporar «la tradición pastoral viva de su iglesia particular» (PDV 58b, Dir 56);
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conocer la búsqueda pastoral de la Iglesia universal en el Concilio Vaticano II y en los sínodos posconcialiares universales y particulares que «forman parte por sí mismos de la nueva evangelización» (TMA 21);
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asumir las grandes líneas pastorales de las conferencias de Medellín, Puebla y Santo Domingo a nivel continental y de lasLíneas Pastorales para la Argentina (LPNE 5-6, 10);
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equilibrar la formación común a todos los miembros del Pueblo de Dios y la formación específica según el propio carisma o ministerio (PDV 58d,e);
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iniciar en el espíritu, la teoría y la práctica de la pastoral orgánica y planificada;
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recapitular pastoralmente las otras dimensiones formativas humana, espiritual, intelectual
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integrar la espiritualidad en la pastoral, tanto los fundamentos de la teología espiritual como la práctica del acompañamiento espiritual en lo personal y lo comunitario;
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«colocar el Evangelio en diálogo activo con la modernidad y lo postmoderno, sea para interpelarlos, sea para dejarse interpelar por ellos. También es el esfuerzo por inculturar el Evangelio en la situación actual de las culturas de nuestro continente…» (SD 24);
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inicar en la pastoral de las comunidades humanas, en especial de la familia y de la sociedad, asumiendo en la evangelización liberadora la promoción humana y la opción por los pobres (SD 157-163, LPNE 22, Dir 56);
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presentar la pastoral de los distintos sectores (LPNE 38) que se dirigen a destinatarios diferenciados por las características de su propio sector social o cultural;
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apoyar teóricamente las ejercitaciones pastorales intensivas o extendidas, comunes a todos, y el cultivo de carismas especiales y tareas especializadas, propias de algunos;
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distinguir entre las materias pastorales principales y las materias de las ciencias auxiliares;
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tener en cuenta la enumeración de materias de la ratio argentina;
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los distintos modelos de organización de los cursos pastorales que ya se vienen haciendo
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Conclusión: Caridad pastoral y reflexión teológica
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La relación entre teología y pastoral es una forma particular de la unión en la distinción y de la distinción en la unión que hay entreconocimiento y amor, por la que el conocimiento alimenta al amor y el amor profundiza el conocimiento. En nuestro caso es la relación entre el conocimiento teológico y la caridad pastoral, que ha de regirse por aquel sabio principio pastoral tomado del Catecismo Romano(Prefacio 10) y dicho en primer lugar de la catequesis, que afirma: «por encima de todo, la Caridad». Por eso
«toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el Amor de nuestro Señor, a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que el Amor» (CATIC 25).