PROYECTO DE FORMACIÓN
Después de un arduo trabajo de muchos años, los formadores de nuestro Seminario Arquidiocesano, han elaborado este Proyecto Formativo para que sea el marco en el cual se inspire y desarrolle la formación de los candidatos al sacerdocio ministerial.
Inspirado en las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, asumiendo las orientaciones del Episcopado Argentino para la formación de los Seminarios en nuestro país, e incorporando nuestras genuinas tradiciones y experiencias, quisiera que este proyecto se hiciera vida en cada uno de nuestros seminaristas ayudándoles a responder siempre con mayor generosidad y entrega a la llamada del Señor.
Que el Espíritu Santo, protagonista principal de la formación les ayude a interiorizar los sentimientos de Cristo, Buen Pastor, para que un día puedan configurarse con El a través de la recepción del Sacramento del Orden.
La Virgen Inmaculada, aquella que formó el corazón sacerdotal de Cristo y bajo cuyo patrocinio se puso nuestro Seminario, nos acompañe cada día y nos anime a responder como Ella, con generosidad al llamado del Señor.
Card. Jorge M. Bergoglio s.j.
8 de Mayo de 2005
Solemnidad de Nuestra Sra. de Luján
Presentación
Haciendo un poco de historia podremos comprender el lugar que ocupa este Proyecto Formativo del Seminario Metropolitano de la Inmaculada Concepción de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
Como fruto de la renovación del Concilio Vaticano II y las exigencias de la Nueva Evangelización a la que nos impulsa el Espíritu del Señor, la Iglesia ha prestado muchísima atención y dedicado muchos recursos a la formación de los candidatos al ministerio presbiteral. Como prueba de ello hemos tenido el regalo de que el Papa Juan Pablo II nos dirigiera la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis recogiendo las reflexiones del Sínodo de los Obispos del año 1990.
A partir de allí el Episcopado Argentino elaboró y presentó con la aprobación de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, el plan para los Seminarios de la República Argentina «La formación para el sacerdocio ministerial» (1993) conocido como “Ratio Argentina”. De allí en más se imponía el trabajo de que, inspirándose en ese instrumento pastoral y pedagógico, cada Seminario de nuestra patria elaborara su Proyecto Formativo.
Así lo hicimos nosotros y después de una tarea ardua y laboriosa, fruto de mucho diálogo y dedicación, tenemos en nuestras manos el Proyecto formativo. Agradezco a quienes llevaron el mayor peso a la hora de elaborar el texto definitivo después de muchas redacciones, incorporando las correcciones y los variados aportes y sugerencias. No fue sencillo poner en orden las ideas, las orientaciones de la Iglesia y conjugarlas con nuestra propia realidad.
¿Y ahora qué..? Llegó la hora de integrarlo, y darle vida enriqueciéndolo… Nos inspirará el obrar y nos dará el marco orientador de toda la formación. Ponemos este instrumento en las manos de todos ustedes, queridos seminaristas, pensando en que será de mucha ayuda para situarlos y acompañarlos en el proceso de formación que comienza en esta etapa inicial del Seminario pero que se extiende a lo largo de toda la vida por la formación permanente.
Quisiera que este instrumento nos ayudara a ejercitar un permanente discernimiento evangélico a la luz del Espíritu Santo para poder responder con docilidad a la llamada del Señor asumiendo los retos que nos presenta la cultura que vivimos y la situación compleja que vive nuestra patria y en la que se desarrollará la acción pastoral de cada uno de ustedes.
Para los pastores de la nueva evangelización, para aquellos que se animan a «remar mar adentro» en el inicio de este tercer milenio, están destinadas estas orientaciones.
Para aquellos que quieren moldear cada día su corazón a semejanza de Cristo, el Buen Pastor, están encaminados nuestros mejores esfuerzos y nuestro acompañamiento paternal.
Que la Virgen María, nuestra Madre Inmaculada cuide y forme los corazones de cada uno de ustedes a semejanza del de su Hijo Jesucristo.
Pbro. Daniel Fernández
y Formadores
Mayo 2005
Año de la Eucaristía
INDICE
I. LA FORMACIÓN PARA EL SACERDOCIO MINISTERIAL
1. Naturaleza y misión del sacerdocio ministerial
2. El seminario como ámbito propio de la formación al sacerdocio
3. El seminario como itinerario formativo al sacerdocio. El proceso formativo en su conjunto
II. DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN
1. Formación Humana
– FUNDAMENTOS
– OBJETIVOS GENERALES
2. Formación Comunitaria
– FUNDAMENTOS
– OBJETIVOS GENERALES
3. Formación Espiritual
– FUNDAMENTOS
– OBJETIVOS GENERALES
4. Formación Intelectual
– FUNDAMENTOS
– OBJETIVOS GENERALES
5. Formación Pastoral
– FUNDAMENTOS
– OBJETIVOS GENERALES.
III. EL PROCESO FORMATIVO
III A. ETAPAS
1. Ingreso
2. Curso Introductorio
– CONSIDERACIONES GENERALES
– METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
3. Primera Etapa: Previa a la Admisión
– CONSIDERACIONES GENERALES
– METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
4. Segunda Etapa: Ministerio del Lector
– CONSIDERACIONES GENERALES
– METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
5. Tercera Etapa: Ministerio del Acólito
– CONSIDERACIONES GENERALES
– METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
6. Cuarta Etapa: Diaconado
– CONSIDERACIONES GENERALES
– METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
7. Evaluación del Proceso
III B. MEDIOS Y ACTIVIDADES
1. Medios y actividades comunes a todas las etapas
– EN LA DIMENSIÓN HUMANA
– EN LA DIMENSIÓN COMUNITARIA
– EN LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL
– EN LA DIMENSIÓN INTELECTUAL
– EN LA DIMENSIÓN PASTORAL
2. Medios y actividades específicos por etapa
• CURSO INTRODUCTORIO
• PRIMERA ETAPA
• SEGUNDA ETAPA
• TERCERA ETAPA
• CUARTA ETAPA
3. Experiencias Especiales
IV. PROTAGONISTAS Y ÁMBITOS DE LA FORMACIÓN
1. El Espíritu Santo, Primer Formador
2. El formando, protagonista insustituible
3. La Iglesia local
4. La Comunidad del Seminario
5. La Parroquia
6. La Familia
Documentos Citados
CIC | Código de Derecho Canónico (1982) |
DMVP | CONGREGACIÓN PARA EL CLERO Directorio para el Ministerio y Vida de los Presbíteros. (1994) |
EN | PABLO VI Exhortación Evangelii Nuntiandi (1975) |
GS | CONCILIO VATICANO II Constitución Pastoral Gaudium et Spes (1965) |
IFLS | CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA Instrucción sobre La formación litúrgica en los Seminarios (1979) |
LG | CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium (1964) |
LPNE | CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización (1990) |
NMA | CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA Navega Mar Adentro (2003) |
NMI | JUAN PABLO II Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte (2001) |
OECS | CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal (1974) |
OEEDSI | CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia en la formación sacerdotal (1988) |
OT | CONCILIO VATICANO II Decreto Optatam Totius (1965) |
PDV | JUAN PABLO II Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Dabo Vobis (1992) |
PO | CONCILIO VATICANO II Decreto Presbiterorum Ordinis (1965) |
RA | CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA La formación para el sacerdocio ministerial en los Seminarios de la República Argentina – Ratio Argentina (1994) |
RFIS | CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (1970) |
I. La Formación
para el Sacerdocio Ministerial
1. NATURALEZA Y MISIÓN DEL SACERDOCIO MINISTERIAL
1. El rico y abundante Magisterio sobre el sacerdocio ministerial en general y la formación sacerdotal en particular, constituyen la fuente inspiradora de este proyecto formativo, cuyas ideas rectoras a continuación exponemos.
A imagen de Cristo Buen Pastor
2. El ministerio sacerdotal participa del único sacerdocio y ministerio con que Cristo mismo edifica, santifica y gobierna a su Iglesia.1 El sacerdote, por tanto, debe configurarse a Cristo Maestro, Sacerdote y Pastor en el ministerio por el que la Iglesia se edifica como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.2
3. Así como el Padre envió a su Hijo, también Cristo envió a sus Apóstoles “e hizo partícipes de su propia consagración y misión a los sucesores de aquéllos, que son los obispos”, y estos a su vez, “mediante la ordenación sacramental encomendaron su ministerio en grado subordinado, a los presbíteros”. En virtud de esta ordenación se crea en el presbítero un “vínculo ontológico específico que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor”, para obrar in persona Christi Capitis.3
4. “Mediante el sacerdocio que nace de la profundidad del inefable misterio de Dios, o sea, del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y del don de la unidad del Espíritu Santo, el presbítero está inserto sacramentalmente en la comunión con el Obispo y con los otros presbíteros, para servir al Pueblo de Dios que es la Iglesia y atraer a todos a Cristo”.4
Al servicio de la Iglesia
5. De esta manera, “el ministerio del presbítero está totalmente al servicio de la Iglesia; está para la promoción del ejercicio del sacerdocio común de todo el Pueblo de Dios; está ordenado no sólo para la Iglesia particular, sino también para la Iglesia universal, en comunión con el Obispo, con Pedro y bajo Pedro”.5
6. En esto se funda “la esencial dimensión misionera del orden sagrado, y por lo mismo, el ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los apóstoles” que “se dirige necesariamente a todos los pueblos”.6
7. Los sacerdotes, por el don peculiar de su vocación y misión, son segregados en el seno del Pueblo de Dios, pero no para estar separados de él, sino para consagrarse totalmente al ministerio.7
En la donación total de la vida
8. El núcleo teologal del sacerdocio ministerial y el fundamento de su peculiar estilo de vida, lo constituye su específica participación en la caridad pastoral de Cristo Buen Pastor y Esposo, cuyo contenido esencial es el don de sí mismo por el rebaño que le ha sido confiado (1Jn 3,16) y hace del ministerio un “amoris officium”.8
9. Para mantener la unidad de vida, los presbíteros están invitados a descubrir que “por las mismas acciones sagradas de cada día, como por todo su ministerio, que ejercen unidos con el Obispo y sus presbíteros, ellos mismos se ordenan a la perfección de vida9. Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio ministerio”.10
2. EL SEMINARIO COMO ÁMBITO PROPIO DE LA FORMACIÓN AL SACERDOCIO
10. Las numerosas intervenciones del magisterio eclesiástico y la experiencia secular de la Iglesia convergen en señalar que la Institución del Seminario mayor como “lugar óptimo de formación, debe ser confirmada como ambiente normal, incluso material, de una vida comunitaria y jerárquica, es más, como casa propia para la formación de los candidatos al sacerdocio, con superiores verdaderamente consagrados a esta tarea”.11
11. “La identidad profunda del Seminario es ser, a su manera, una continuación en la Iglesia, de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús, en la escucha de su Palabra, en camino hacia la experiencia de la Pascua, a la espera del don del Espíritu para la misión”.12 Por eso “es esencial para la formación de los candidatos al sacerdocio y al ministerio pastoral –eclesial por naturaleza- que se viva en el Seminario no de un modo extrínseco y superficial, como si fuera un simple lugar de habitación y de estudio, sino de un modo interior y profundo: como una comunidad específicamente eclesial, una comunidad que revive la experiencia del grupo de los Doce unidos a Jesús”.13
12. Somos conscientes de que el Seminario “es una especial comunidad educativa”, y por tanto “los contenidos y formas de la labor educativa, exigen que el Seminario tenga definido su propio plan, o sea, un programa de vida que se caracterice tanto por ser orgánico-unitario, como por su sintonía o correspondencia con el único fin que justifica la existencia del Seminario: la preparación de los futuros presbíteros.”14 El presente proyecto formativo no intenta ser otra cosa que, la aplicación, adecuada a nuestras circunstancias, de estos principios fundamentales.
13. En este sentido, el Seminario de la Inmaculada Concepción confirma su vocación e identidad en el servicio que, desde 1622, presta la Iglesia de Buenos Aires para la formación de pastores según el Corazón de Cristo.15
14. El Seminario, como institución formativa, se adapta a los continuos cambios socioculturales y eclesiales, respondiendo a las exigencias y desafíos actuales del mundo, del país y de la Arquidiócesis, y a las orientaciones del Magisterio reciente en Argentina16.
3. EL SEMINARIO COMO ITINERARIO FORMATIVO AL SACERDOCIO. EL PROCESO FORMATIVO EN SU CONJUNTO
15. La totalidad del proceso formativo en el Seminario tiende a una formación integral y personalizada, en el marco institucional del bien común y de las normas objetivas establecidas. Ese proceso adquiere su fisonomía específica con “el acompañamiento vocacional de los futuros sacerdotes, y por tanto el discernimiento de la vocación, la ayuda para corresponder a ella y la preparación para recibir el Sacramento del Orden con las gracias y responsabilidades propias, por las que el sacerdote se configura con Jesucristo Cabeza y Pastor y se prepara y compromete para compartir su misión de salvación en la Iglesia y en el mundo.”17
16. Este proyecto formativo trata de las diferentes dimensiones de la formación: humana, comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral, las que procura integrar armoniosamente, conforme a los objetivos que presenta cada etapa del itinerario formativo. Y puesto que “al sacerdocio no se llega sino por etapas”18, nuestro Seminario concibe un camino gradual que contempla cinco pasos: Iter-Curso Introductorio, Primera etapa previa a la Admisión, Segunda etapa o del ministerio del lector, Tercera etapa o del ministerio del acólito, y por último el Diaconado.
17. Es conocida la sentencia pedagógica que señala la necesaria adhesión y docilidad del discípulo para que el proceso formativo logre sus objetivos, “también el futuro sacerdote –él el primero- debe crecer en la conciencia de que el protagonista por antonomasia de su formación es el Espíritu Santo, que con el don de un corazón nuevo configura y hace semejante a Jesucristo el Buen Pastor; en este sentido, el aspirante fortalecerá de una manera más radical su libertad, acogiendo la acción formativa del Espíritu. Pero acoger esta acción significa también, por parte del aspirante del sacerdocio, acoger las «mediaciones» humanas de las que el Espíritu se sirve. Por esto la acción de los varios educadores resulta verdadera y plenamente eficaz sólo si el futuro sacerdote ofrece su colaboración personal, convencida y cordial.”19
18. En tal sentido, el Seminario aspira, según las normas magisteriales, a que nuestros candidatos al sacerdocio sean protagonistas de este proceso formativo porque “toda formación –incluida la sacerdotal- es en definitiva autoformación”, es decir, la internalización libre y responsable de las pautas impartidas en el Seminario, lo cual exige que el seminarista sea también “protagonista necesario e insustituible de su formación”.20 Este proceso se inscribe en un itinerario con objetivos, metas y actividades planificadas y evaluables.
19. Las mediaciones formativas se dan en el mismo seno de la Iglesia Madre, que es “como tal el sujeto comunitario que tiene la gracia y la responsabilidad de acompañar a cuantos el Señor llama a ser sus ministros en el sacerdocio”21.Aquí se inscribe en primer lugar la paternidad del obispo a quien corresponde reconocer y confirmar la vocación de los candidatos como auténtica llamada que procede de Cristo22. Unida al obispo, la comunidad educativa del Seminario ejerce un rol decisivo en esta tarea, y la misma queda articulada en torno a los diversos formadores: el rector, el director o padre espiritual, los otros formadores. Igualmente, el Seminario cuenta con el aporte de las distintas comunidades eclesiales con las que se vinculan los seminaristas: su propia familia, las comunidades parroquiales –de origen y a las que son enviados-, las instituciones diocesanas, asociaciones, movimientos, etc.22
20. El proceso educativo del Seminario de la Inmaculada Concepción se ve coronado con la recepción del Sacramento del Orden por parte de los candidatos; lo cual, lejos de concluir su maduración personal, por el mismo dinamismo del Sacramento, la abre sin solución de continuidad al amplio horizonte de la formación permanente en el seno del clero diocesano. De este modo, la formación inicial y la formación permanente se relacionan entre si y constituyen un solo proyecto orgánico de vida cristiana y sacerdotal.23
21. Nuestro Seminario, siguiendo las orientaciones universales de la Iglesia sobre la formación sacerdotal, las adapta convenientemente en orden a preparar los pastores que necesita nuestra Iglesia particular de Buenos Aires, teniendo en cuenta la peculiar idiosincrasia porteña.
II. Las Dimensiones
de la Formación
1. FORMACIÓN HUMANA
FUNDAMENTOS
22. “«Sin una adecuada formación humana toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento necesario». En efecto, la existencia cristiana y sacerdotal, como don de la gracia, no destruye ni anula la naturaleza del hombre sino que la supone y asume para elevarla y perfeccionarla”23.
23. Esta “exigencia encuentra sus motivos más profundos y específicos en la naturaleza misma del presbítero y de su ministerio:
– El presbítero, llamado a ser imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia, debe procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, aquella perfección humana que brilla en el Hijo de Dios hecho hombre”.
– El ministerio del sacerdote… se dirige siempre y sólo a hombres concretos”24.
24. Esta formación humana tiene como base una antropología cristiana 25, integrando a la vez los conocimientos y recursos que nos ofrecen las actuales ciencias del hombre.
25. Esta formación supone el cultivo de una serie de cualidades humanas, junto a un conocimiento realista de la propia persona y una recta valoración de sí mismo, que permite potenciar las virtudes, asumir las propias limitaciones y las de los demás 26.
26. “La vida en comunidad es el ambiente natural y cotidiano donde se forman los seminaristas y posee una importancia decisiva debido a las posibilidades que ofrece para su maduración humana, cristiana y sacerdotal”27.
27. La formación humana requiere, por sí misma, una armonía entre la atención a los procesos personales y la exigencia de una creciente integración en la vida de la comunidad.
OBJETIVOS GENERALES
28. Lograr una creciente maduración de toda la personalidad en sus diversas dimensiones28, de modo que el Espíritu vaya configurando el corazón del seminarista con los sentimientos de Jesús, Hijo del Padre y Buen Pastor.
29. Fomentar un creciente y sereno conocimiento y aceptación de sí mismo, como camino imprescindible para una auténtica libertad, entendida ésta como “obediencia convencida y cordial a la verdad del propio ser, al significado de la propia existencia, o sea, al don sincero de sí mismo”29.
En el marco de la formación inicial, esto incluirá:
– El reconocimiento de las necesidades, sentimientos, actitudes y valores sobre los que se asienta el comportamiento habitual y, de un modo especial, la identificación de las debilidades y condicionamientos fundamentales en el proceso de elección. Esto deberá ayudar a detectar y corregir las inconsistencias centrales de la persona.
– “El reconocimiento sincero de la historia personal y familiar, así como del influjo del medio cultural en la estructuración de la propia personalidad”30.
30. Ayudar a cimentar una autoestima estable, no construida sobre los aspectos más superficiales (el propio cuerpo, los logros intelectuales o pastorales, la presencia o no de vínculos afectivos, etc.), sino sobre los fundamentos más profundos y trascendentes del propio ser.
31. Cultivar los vínculos fundamentales de la persona (filiación, fraternidad, amistad, paternidad), y las cualidades propias de cada uno de ellos, dado “el aspecto esencialmente relacional de la identidad del presbítero”31.
32. Educar en el crecimiento de las principales virtudes y valores humanos32.
33. Formar el corazón para “vivir la afectividad y la sexualidad como camino de maduración humana y preparación al celibato sacerdotal”33.
34. Educar la conciencia moral que posibilite la obediencia consciente y libre a las exigencias de Dios y de su amor34, superando el subjetivismo y el relativismo propios de la época, como así también la falta de valoración de la fidelidad en los compromisos asumidos 35.
35. Promover “una mirada de la realidad serena, inteligente e integradora…, evitando la rigidez y la cerrazón del corazón”36.
36. “Educar… en el conocimiento, aprecio y discernimiento de los valores de la cultura”37.
2. FORMACIÓN COMUNITARIA
FUNDAMENTOS
37. “La vida en comunidad es el ambiente natural y cotidiano donde se forman los seminaristas y posee una importancia decisiva debido a las posibilidades que ofrece para su maduración humana, cristiana y sacerdotal… La importancia de esta experiencia queda más clara si se comprende que la fecundidad del ministerio sacerdotal depende, en cierta medida, de la capacidad que posea el sacerdote para el encuentro y la comunión con los hombres”38.
38. “Por otra parte, en el ejercicio de su ministerio pastoral, el sacerdote no debe limitarse a cuidar individualmente de los fieles, sino que está llamado a formar junto con ellos una genuina comunidad cristiana, lo cual requiere constantemente de su parte una abierta disposición para la comunión, así como la capacidad para conducirlos a la unidad en la caridad.
39. La formación en el Seminario debe comunicar la convicción viva de que «el ministerio ordenado tiene una radical forma comunitaria y puede ser ejercido sólo como una tarea colectiva»39.
OBJETIVOS GENERALES
40. Adquirir, por la experiencia de la vida en común, “una disposición constante para la colaboración, el diálogo sincero, la integración y comunicación con los demás, y el trabajo en equipo”40, la comunión de bienes y la búsqueda del bien común.
41. Fomentar lazos de unión entre los seminaristas y su Obispo, a la vez que con el presbiterio diocesano41.
42. Cultivar la “unidad eclesial desde la diversidad de dones que el Espíritu ha regalado a cada uno; de esta manera se prepararán para relacionarse estrechamente con los otros miembros del Pueblo de Dios – diáconos permanentes, consagrados, consagradas y fieles laicos – con quienes habrán de compartir la tarea de la evangelización”42
43. Educar un “espíritu abierto y sensible a las preocupaciones pastorales de la propia diócesis y a los problemas de la sociedad, como también a las situaciones de otros pueblos y regiones, para hacer de ellos motivo de reflexión y de oración en común”43
3. FORMACIÓN ESPIRITUAL
FUNDAMENTOS
44. El cuidado de la dimensión humana constituye el fundamento necesario de la formación espiritual.
45. La vida espiritual entendida como amistad con Dios, tiene que empeñar totalmente a la persona del seminarista, introduciéndolo en la comunión profunda con Jesucristo Buen Pastor bajo el impulso del Espíritu y en actitud filial respecto del Padre44.
46. La formación espiritual del seminarista se ordena a la perfección de la caridad45, entendida como caridad pastoral, la cual es el elemento unificador de toda la formación. La caridad crece en la amistad con Jesús Buen Pastor, el cual irá ayudando a plasmar la vida del futuro sacerdote con sus mismos sentimientos y actitudes hasta la donación total de sí mismo.
47. La vida espiritual del que se prepara al sacerdocio está dominada por la búsqueda de Cristo a través de un triple camino: la meditación fiel de la Palabra de Dios; la participación activa en los Sagrados Misterios de la Iglesia y su prolongación en la vida cotidiana; y el servicio de la caridad hacia todos los hombres, en especial hacia los más pequeños.46
48. La formación espiritual crece en la escucha, discernimiento y docilidad a la voz del Espíritu.
49. El Seminario cultiva una espiritualidad apostólica, donde la vida espiritual y el ejercicio del ministerio se imbrican y exigen mutuamente. Dicho ministerio está especificado por su secularidad y se desenvuelve en medio de los hombres.
50. La espiritualidad del futuro sacerdote, como la de todo cristiano, es una espiritualidad de comunión 47, y por su peculiar ubicación al frente del Pueblo de Dios le cabe una especial responsabilidad en su cuidado y construcción.
51. La formación espiritual de futuros sacerdotes diocesanos posee una esencial e irrenunciable dimensión eclesial 48. En este aspecto debe cuidarse de un modo especial el sentido de pertenencia a la diócesis particular y la amplitud universal de su misión.
52. La formación espiritual ha de proporcionarse de manera que dinamice y plenifique el crecimiento humano y cristiano de los futuros sacerdotes, y que sea el sólido fundamento de su formación pastoral.49
OBJETIVOS GENERALES
53. Integrar los distintos aspectos que surgen de un creciente conocimiento y aceptación de sí mismo: historia, capacidades, virtudes y límites, realidad familiar y social, ideales e intereses, en una mirada de fe que posibilite la realización de un proceso de maduración y unificación de la vida como historia de salvación.
54. Cuidar y fomentar una sincera y creciente comunión con Dios que se debe reflejar en todos los aspectos de la vida y que permita realizar la común vocación a la santidad en la entrega y fidelidad de cada día50.
55. Cultivar la amistad con Jesús Buen Pastor que irá desarrollando en el corazón del seminarista los sentimientos, pensamientos, actitudes y comportamientos propios de quien va a ser configurado por el Sacramento del Orden con Jesús Cabeza, Siervo, Esposo y Pastor de la Iglesia.
56. Incentivar la genuina búsqueda de Cristo que, en su Palabra como Maestro irá modelando con criterios evangélicos el corazón del discípulo; que, en los Sacramentos como Sacerdote lo asimilará de un modo progresivo al Misterio Pascual; que, presente en los hermanos –principalmente en los pobres, los niños, los pecadores y los incrédulos 51- lo invitará a que, siguiendo su ejemplo de Pastor, se entregue cada vez más exigente y desinteresadamente.
57. Ayudar al seminarista a tomar conciencia y a experimentar que su espiritualidad brota y se alimenta del llamado de Cristo para una misión. Dicha misión la realiza en Su nombre y como su instrumento vivo, asumiendo su misma preocupación por la salvación de todos, compartiendo las vicisitudes concretas de los hombres de su tiempo e intentando conservar la unidad de vida en medio de las múltiples tareas.
58. “Promover una espiritualidad de la comunión52, proponiéndola como principio educativo”53. Dicha comunión implica una mirada desde el corazón hacia el misterio de la Trinidad, hacia los pastores de la Iglesia, hacia los hermanos en la fe, hacia todo hombre de buena voluntad. Le exigirá tener capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro para acogerlo como un don y de dar espacio al hermano, ayudándose mutuamente a llevar las cargas.
59. Encarnar en esta espiritualidad de comunión el sentido de pertenencia a la Iglesia particular54. El mismo comporta una estrecha y filial relación con el Obispo, un vínculo sincero y fraterno con el presbiterio y los diáconos; y la dedicación al cuidado evangélico del pueblo de Dios. Esto incluye la generosa disponibilidad misionera que pide, hoy más que nunca, la Nueva Evangelización.
60. Acompañar un proceso de maduración en el discernimiento espiritual que incluya sus aspectos moral, comunitario, pastoral-eclesial y su verificación en la vida concreta. En particular permitirá profundizar y purificar la propia opción vocacional.
61. Cuidar que paulatinamente se integren las distintas dimensiones de la formación sacerdotal, desde una vida conducida en fidelidad al Espíritu y que se manifieste en una progresiva unificación de la vida, concretada en la donación de sí a Cristo sirviendo a los hermanos. En este sentido será necesario formar a los seminaristas para que aprendan a vincular siempre su oración con los estudios teológicos, con la actividad pastoral y con los acontecimientos de su propia vida55.
4. FORMACIÓN INTELECTUAL
FUNDAMENTOS
62. La formación intelectual de los futuros pastores «encuentra su justificación específica en la misma identidad del ministerio ordenado y manifiesta su urgencia actual ante el reto de la Nueva Evangelización»56.
63. El presbítero, por el carácter profético que posee su ministerio, es “evangelizador, testigo de la verdad y maestro de la fe”57. Como evangelizador anuncia el Evangelio; como testigo de la verdad, procura vivirlo; finalmente, como maestro de la fe “conduce a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo”58.
64. Al presbítero de hoy le corresponde “discernir los signos de los tiempos como reclamos de evangelización…alentando cuanto hay de bueno y verdadero en las posibilidades de este momentos histórico…para acercarnos al corazón de esta realidad…y transformarla desde sus raíces con la novedad del Evangelio”59.
65. Debe ejercer su ministerio hoy, en un contexto cultural complejo que ofrece nuevas posibilidades y desafíos60, los que no podría encarar sin una adecuada formación intelectual.
66. La formación intelectual de quien se prepara al sacerdocio «no es un elemento extrínseco y secundario de su crecimiento humano, cristiano, espiritual y vocacional; en realidad, a través del estudio, sobre todo de la teología, el futuro sacerdote se adhiere a la Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su ministerio pastoral»61 .
67. Podemos considerar dos ámbitos fundamentales dentro de la formación intelectual de los candidatos al ministerio: el ámbito de la Filosofía, y el de la Teología 62.
OBJETIVOS GENERALES
68. El objetivo general de formación intelectual es conducir al formando a la sabiduría, y capacitarlo para su futura función como mistagogo, es decir, como el que introduce a los hombres al conocimiento del misterio de Cristo.
69. Esta tarea presenta dos aspectos:
-en cuanto a los contenidos de la fe: alcanzar una visión integral y orgánica de los misterios de la salvación;
-en cuanto a las disposiciones personales: suscitar el amor a la verdad que se expresa en:
+hábitos de estudio: como dedicación personal activa y sistemática, hecha posible a través de una adecuada disciplina (esfuerzo perseverante, manejo del tiempo, disposición de lugares apropiados, etc.);
+habitos de reflexión : como capacidad de razonamiento claro y ordenado; de investigación; de análisis y discernimiento personal y comunitario de situaciones concretas;
+capacidad de comunicación y expresión de la fe, en un lenguaje accesible a todos.
70. El desafío más importante a encarar en la dimensión intelectual de la formación, es el de poder ayudar a los seminaristas a lograr una visión sintética y orgánica de los conocimientos, así como la integración de lo intelectual a las otras cuatro dimensiones –humana, comunitaria, espiritual y pastoral-.
71. La formación filosófica tiene como fin la reflexión sobre los grandes temas del pensamiento humano. Se fundamenta en la “filosofía perennis”, incorporando los aportes filosóficos modernos. A través de ella se cultiva aquella “certeza de verdad” esencial para la comprensión del propio ministerio, para la radicalidad de la entrega personal y para la capacidad de interpelar profundamente la conciencia de los hombres.63
72. ”Para una comprensión más profunda del hombre y de los fenómenos y líneas de evolución de la sociedad, en orden al ejercicio, « encarnado » lo más posible, del ministerio pastoral, pueden ser de gran utilidad las llamadas «ciencias del hombre», como la sociología, la psicología, la pedagogía, la ciencia de la economía y de la política, la ciencia de la comunicación social”64.
73. La formación teológica “tiene su centro en la adhesión a Cristo, Sabiduría de Dios”65 y, como punto de partida, el estudio de la Palabra revelada y del misterio del hombre66. Por tanto, tiene como objetivo conducir al seminarista a la comprensión más profunda de la fe de la Iglesia.
74. La formación intelectual debe capacitar al seminarista para un discernimiento crítico de los valores y antivalores de la cultura actual, a fin de que pueda contribuir a la evangelización “de los criterios de juicios, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida”66 que la caracterizan.
75. Es conveniente, durante el período de formación inicial, favorecer las vocaciones específicas para el estudio, la investigación y la docencia, en orden a este “peculiar y necesario servicio en la Iglesia”67.
76. La formación intelectual no se agota en el período de la formación inicial. Ésta debe “promover un tipo de educación activa y personalizante donde los seminaristas, como primeros responsables de su crecimiento, logren una capacitación y un hábito de lectura y estudio que les permita continuarla en su formación permanente”68.
5. FORMACIÓN PASTORAL
FUNDAMENTOS
77. Toda la formación de los candidatos al presbiterado está orientada a prepararlos de una manera específica para comunicar la caridad de Cristo, Buen Pastor. Afirma el decreto conciliar Optatam totius: “La educación de los alumnos debe tender a la formación de verdaderos pastores de las almas, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor”(4a). Por tanto, esta formación, en sus diversos aspectos, debe tener un carácter esencialmente pastoral69.
78. Definimos «Pastoral» como el ejercicio de la acción salvadora de Jesucristo a través de la Iglesia, en las circunstancias concretas que viven los hombres. Por lo cual los elementos indispensables de la Pastoral son: Jesucristo, la Iglesia y el hombre.
79. La formación pastoral se orienta a anunciar a Jesucristo. Él es “el contenido de la Nueva Evangelización”70 y revelándonos que Dios es Comunión de Personas en el seno de la Trinidad, nos hace partícipes de esa comunión por su entrega en la cruz. Él es el “rostro humano de Dios”71 y, como “rostro divino del hombre”,72 nos revela la dignidad de todo ser humano, al permitirnos descubrir en cada hombre a un hermano en Cristo.
80. Del corazón de Cristo surge la Iglesia como reflejo de la Trinidad, que hoy nos convoca a una santidad comunitaria y social73. La pastoral es acción de la Iglesia; el seminarista ha de asumir las consecuencias que se derivan del ser y quehacer de la Iglesia en el mundo. Por lo tanto, “ya que la actividad pastoral está destinada por su naturaleza a animar la Iglesia, que es esencialmente «misterio», «comunión», y «misión», la formación pastoral deberá conocer y vivir estas dimensiones eclesiales en el ejercicio del ministerio.”74
81. La acción pastoral se dirige a todos los hombres y a todo el hombre, pues la existencia cristiana que trata de promover la acción pastoral integra todas las dimensiones, los dinamismos y las relaciones del hombre, y las unifica en Cristo.
82. La formación pastoral incluye tres aspectos inseparables: por un lado, la reflexión teológica acerca de la misión evangelizadora de la Iglesia; por otro, las necesarias ejercitaciones y prácticas en las cuales el seminarista va madurando su ser y obrar sacerdotal75. Ambos aspectos se “alimentan y apoyan en una fuente interior que es la comunión cada vez más profunda con la caridad pastoral de Jesucristo. De esta manera, los seminaristas crecerán sobre todo en «un modo de estar en comunión con los mismos sentimientos y actitudes de Cristo, Buen Pastor»76.
83. La finalidad pastoral asegura a las demás dimensiones de la formación algunos contenidos y características concretas, a la vez que unifica y determina toda la formación de los futuros sacerdotes77.
84. La formación pastoral tiene un marcado carácter ministerial, vinculado al triple servicio de la Palabra, del culto y de conducción de la comunidad, que pueden ser considerados como la traducción concreta de los ministerios del Lector, del Acólito y del Diácono78.
OBJETIVOS GENERALES
85. El principal objetivo de la formación pastoral es preparar a los candidatos al presbiterado para vivir y comunicar la caridad de Cristo Buen Pastor79, de modo tal que aprendan a buscar la santidad en el cumplimiento fiel e incansable del ministerio80, según el estilo de vida del presbítero diocesano.
86. Adquirir y cultivar progresivamente una mirada pastoral de la realidad que les permita realizar un discernimiento evangélico de los principales signos de los tiempos81.
87. Educar en la virtud de la prudencia pastoral que les permita discernir desde la fe cuáles son las auténticas prioridades 82, de manera que, al tiempo que responden a las urgencias pastorales, preserven en ellos la necesaria unidad de vida 83.
88. Preparar para ejercer el ministerio de comunicar la Palabra de Dios a los fieles y a todos los hombres, de un modo profundo y sencillo 84.
89. Preparar para el ministerio de la presidencia litúrgica, a fin de que sepan representar a Cristo en las celebraciones de la comunidad.85
90. Formar a los candidatos al sacerdocio en el arte de la conducción pastoral 86, para que puedan vivir como servicio la propia misión de autoridad; y para que estén capacitados para acompañar, aconsejar y dirigir espiritualmente a los fieles.
91. Educar en un estilo de relación sencillo, cordial y respetuoso, donde prevalezca el sentido pastoral de los vínculos humanos, y el hábito de un verdadero diálogo de salvación con los hombres y sus culturas. Para ello se promueven actitudes de búsqueda, cercanía y respeto, propios de quién será enviado a vivir en medio de los hombres como consagrado.87
92. Conocer y vivir las dimensiones de la Iglesia como Misterio de Comunión Misionera:
– tomando conciencia de que la Iglesia es, ante todo, «misterio» de gracia, obra divina, fruto del Espíritu de Cristo 88… aunque no excluye el sentido de responsabilidad propio del futuro pastor;
– profundizando la convicción de que la Iglesia como «comunión» 89, reclama, en primer lugar, un conocimiento amplio y detallado de nuestra Iglesia de Buenos Aires, su historia, sus instituciones y recursos apostólicos y de sus principales líneas de acción pastoral a fin de lograr una incorporación activa en la pastoral ordinaria y orgánica 90, en colaboración cordial con los diversos agentes eclesiales; y, en segundo lugar, reclama la fraternidad y solidaridad presbiteral, que nacen de la pertenencia a un único presbiterio en comunión con su obispo, lo cual implica la corresponsabilidad en la misión pastoral;
– generando en el seminarista la solicitud por la «misión» de modo que pueda comprender que la ordenación sacerdotal lo prepara para la misión universal y amplísima de salvación hasta los confines de la tierra.
93. Conocer, valorar, discernir y asumir las expresiones auténticas de la religiosidad de nuestro pueblo.
94. Acrecentar en los futuros pastores el amor a los más pobres, débiles y sufrientes.
III. El Proceso Formativo
III A. Etapas
1. INGRESO
95. Para ingresar al Seminario Metropolitano, además del cumplimiento de las normas canónicas generales, se piden los siguientes requisitos:
a) Vocación manifiesta, libre y perseverante al sacerdocio ministerial, testimoniada con una entusiasta vida cristiana.
b) Seria dirección espiritual que se prolongue aproximadamente un año antes de su ingreso.
c) Amor profundo a Cristo y a su Iglesia.
d) Madurez humana proporcionada a su edad, que implica una cierta estabilidad de ánimo, una personalidad equilibrada y buena salud psicológica 91.
e) Conocidos valores y cualidades humanas que muestren la riqueza de su personalidad.
f) Conveniente experiencia apostólica; si no la tuviera, se le aconsejará que la inicie desde el momento que plantea su inquietud vocacional.
g) Buena salud física corroborada por un profesional competente 92.
h) La edad mínima de quien concluye normalmente los estudios secundarios.
i) Estudios secundarios concluídos 93.
j) Carta de presentación de un sacerdote que conozca al candidato y que acredite su idoneidad para el ingreso.
96. El Seminario, de modo ordinario, integra a los candidatos en un grupo de acompañamiento denominado “Itinerario de la Vocación” o, sencillamente, “Iter”. El objetivo principal del Iter es el de conocer a la persona de los aspirantes y colaborar en la obra de discernimiento que fundamentalmente lleva adelante el sacerdote que lo presenta. El Iter consta de encuentros mensuales donde, bajo la luz de la Palabra de Dios, se ofrecen elementos para discernir y profundizar la opción vocacional. Asimismo, incluye un retiro de fin de semana organizado por el Equipo Arquidiocesano de Vocaciones.
97. Durante este tiempo, previo al ingreso, un equipo de superiores designado por el Padre Rector, constata, a través de entrevistas personales, las idoneidades requeridas (cf. supra), y tiene a su cargo la selección de los candidatos, en comunicación con los respectivos sacerdotes presentadores, de modo de establecer el momento más prudente para el ingreso. Reunidos los elementos de discernimiento la admisión en el Seminario es decisión del Sr. Arzobispo 94.
2. CURSO INTRODUCTORIO
CONSIDERACIONES GENERALES
98. El Curso Introductorio o Propedéutico está constituido por los jóvenes que comienzan su formación hacia el sacerdocio, en el Instituto Vocacional San José. Su duración es de un año lectivo. Consiste en un período especial destinado a considerar “la grandeza y naturaleza de la vocación sacerdotal y las obligaciones a ella inherentes, para que los candidatos se entreguen a una madurada deliberación, por medio de una reflexión más cuidadosa y una más intensa oración” 95.
99. El objetivo de este año es iniciar, desde el Seminario, el discernimiento, primer acompañamiento e iluminación de la vocación al sacerdocio ministerial, para ir modelando el corazón del pastor. Esto se realiza mediante la iniciación en las cinco dimensiones de la formación, con especial referencia a las dimensiones humana, comunitaria y espiritual, y en un clima religioso, donde cada uno pueda tener una fuerte experiencia de Dios.
100. La identidad propia de esta etapa es la disponibilidad del hombre llamado por Dios a seguir a Cristo en el ministerio sacerdotal.
101. El eje bíblico de esta etapa puede sintetizarse en la frase del Señor: “Ven y sígueme”(Mt.19,21).
METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
102. En la dimensión humana, se inicia:
-un nuevo estilo de vida, propio del nuevo modo de seguimiento de Cristo que supone el camino hacia el sacerdocio. Consecuentemente, al abandonar el anterior estilo de vida laical, se genera una experiencia de corte como respuesta a la invitación del Señor: “Vende todo…y tendrás un tesoro en el cielo”(Mc.10, 21);
-un equilibrado conocimiento de sí mismo 96;
-una sana mirada crítica del mundo con sus valores y antivalores;
-la formación de criterios afines a la vocación sacerdotal.
103. En la dimensión comunitaria se inician los hábitos de convivencia desde el ideal cristiano, en un clima de confianza y transparencia.
104. En la dimensión espiritual, se inicia un estilo de vida más religioso, consolidando la vida cristiana en una experiencia de filiación-fraternidad y madurando una nueva modalidad de espiritualidad, más ordenada y objetiva de cara al ministerio.
105. En la dimensión intelectual se inicia la maduración y nivelación de los hábitos de estudio, sembrando inquietudes en torno al descubrimiento del valor de la sabiduría humana (dimensión humanística) 97 y despertando el interés por las ciencias sagradas (dimensión teológica), mediante la adquisición de los conocimientos básicos de la fe, en el estudio y meditación del Catecismo de la Iglesia Católica 98.
106. En la dimensión pastoral, considerando que durante este año no se realizan actividades pastorales parroquiales, se inicia a los jóvenes en un creciente “modo de estar en comunión con los mismos sentimientos y actitudes de Cristo”99 y, por ende, en algunas actitudes propias del corazón del pastor 100, a saber:
-la oración de intercesión por las necesidades de la Iglesia y del mundo;
-el ejercicio de la caridad en la vida cotidiana a imitación de la caridad de Cristo101
-el amor preferencial por los más pobres en los que se descubre la presencia de Jesús.
3. PRIMERA ETAPA : PREVIA A LA ADMISIÓN
CONSIDERACIONES GENERALES
107. Pertenecen a esta etapa los seminaristas de primero y segundo año de estudios eclesiásticos. Coincide con los primeros años del sexenio con predominio de los estudios filosóficos 102.
108. El objetivo de esta etapa es afianzar:
-la opción vocacional, verificándola e internalizándola en orden a la Admisión;
-un desarrollo humano y cristiano básico y estable 103.
109. Respecto al objetivo enunciado, la verificación e internalización de la opción vocacional exige que el seminarista mire de frente la opción que ya ha hecho y la profundice desde motivaciones rectas y firmes 104, objetivables a través de claros signos vocacionales.
110. Para afianzar el desarrollo humano y cristiano básico y estable el seminarista debe madurar en el ejercicio de su propia libertad y responsabilidad (autoformación), siendo dócil a la voluntad de Dios en lo cotidiano.
111. La identidad propia a desarrollar en esta etapa es la del hombre consagrado.
112. El eje bíblico que puede sintetizar esta etapa es la frase del Señor: “Dejándolo todo, lo siguieron” (Lc.5,11).
METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
113. En la dimensión humana, en continuidad con el Curso Introductorio, se busca afianzar:
-“un conocimiento realista y una aceptación humilde de sí mismo, a fin de lograr mayor coherencia y unificación de la personalidad”105;
-“la vivencia de la afectividad y la sexualidad como camino de maduración humana y preparación al celibato sacerdotal” 108;
-el crecimiento de las virtudes humanas 107, a partir de los propios dones, por una ascesis de purificación de los defectos dominantes 108.
114. En la dimensión comunitaria se busca afianzar las actitudes evangélicas de convivencia fraterna.109
115. En la dimensión espiritual se busca afianzar:
-la experiencia cristiana básica (filiación-fraternidad) 110;
-la conciencia de consagración y la centralidad de la relación personal de amistad con Jesús Buen Pastor;
-los hábitos de oración, la vida litúrgica y la Lectio Divina.
116. En la dimensión intelectual se busca adquirir una sólida formación filosófica 111 que posibilite afianzar:
-una visión unitiva y sapiencial (cosmovisión) del ser, del hombre, de la historia y de la cultura;
-un discernimiento lúcido frente a los valores y antivalores presentes en las actuales ideologías y sistemas de pensamiento.
117. En la dimensión pastoral, se busca iniciar al seminarista en la actividad apostólica, sin responsabilidades directas de conducción 112, a fin de que:
-desarrolle actitudes humanas necesarias para el futuro pastor 113;
-se inicie en una mirada pastoral de la realidad;
-alcance “un sentido vivo de pertenencia y amor a la Iglesia”114;
-cuente con nuevos elementos de discernimiento acerca de sus motivaciones vocacionales al situarse, desde el rol pastoral, frente a la opción que ha hecho.
4. SEGUNDA ETAPA : ADMISIÓN Y MINISTERIO DEL LECTOR
CONSIDERACIONES GENERALES
118. Pertenecen a esta etapa los seminaristas de tercer y cuarto año de estudios eclesiásticos. Es una etapa caracterizada por los estudios teológicos.
119. El objetivo de esta etapa es integrar las distintas dimensiones de la formación, en torno a la persona de Cristo Palabra.
120. En referencia a este objetivo, se trata de que el seminarista aprenda a leer, escuchar, celebrar y transmitir la Palabra de Dios, desde los distintos lugares teológicos, es decir, la Sagrada Escritura, la Liturgia, la vida de la Iglesia, la Teología, la propia historia personal, etc.
121. La identidad propia a desarrollar en esta etapa es la del hombre enviado.
122. El eje bíblico que puede sintetizar esta etapa es la frase evangélica: “En tu Palabra echaré las redes” (Lc.5,5).
123. Esta etapa se caracteriza por: la Admisión a las Órdenes, el Ministerio del lector, la primera consolidación de la identidad ministerial y la inserción mayor en la Iglesia Arquidiocesana, en un marco de cambios 115.
124. La Admisión a las Sagradas Órdenes es el paso más importante en el proceso de la formación. Constituye, de parte de la Iglesia, el reconocimiento público de la objetividad de los signos vocacionales del seminarista, ante su libre y responsable petición. Al ser admitido por el Obispo, se constituye así, en candidato cierto al Orden Sagrado.
125. El Ministerio del Lector, conferido también en esta etapa, configura al seminarista como el hombre de la Palabra de Dios, en consonancia con la actitud contemplativa y profética propia del hombre enviado. Tal ministerio implica una especial cercanía y familiaridad con la Palabra de Dios, para poder transmitirla con fidelidad. Junto con el ministerio, el seminarista recibe su primer envío a una comunidad bajo la guía de un párroco, y, en algunos casos, también a otro destino pastoral (como por ejemplo: hospital, instituto de minoridad, colegio, pastoral vocacional, M.C.S., etc.), iniciando una etapa más apostólica.
126. Si la primera etapa intenta formar los hábitos iniciales del futuro sacerdote, la segunda debe forjar la primera consolidación de la identidad ministerial, integrando los hábitos espirituales, intelectuales, humanos, comunitarios y pastorales en la caridad pastoral y en una progresiva identificación con Cristo Maestro.
127. La inserción mayor en la Iglesia Arquidiocesana se genera a partir del envío a una comunidad parroquial y por el contacto con otras realidades pastorales de la Arquidiócesis. Se intenta que el seminarista tenga una visión global de la Iglesia particular en relación con la pastoral territorial y sectorial. Esto exige la formación de hábitos de trabajo y reflexión común, en orden a la pastoral arquidiocesana.
METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
128. En la dimensión humana se busca:
-integrar la personalidad en unidad y armonía;
-asumir con fidelidad lo cotidiano;
-alcanzar suficiente maduración afectiva, en particular, con referencia al celibato.
129. En la dimensión comunitaria se busca integrar la experiencia de fraternidad evangélica, como anticipo de la futura fraternidad sacerdotal.
130. En la dimensión espiritual se busca integrar una mirada contemplativa y apostólica de la realidad por:
-el cultivo de la familiaridad con Cristo, en la Palabra de Dios, meditada y celebrada;
-la oración de intercesión.
131. En la dimensión intelectual se busca integrar hábitos de pensamiento teológico-pastoral.
132. En la dimensión pastoral se busca integrar:
-la actitud ministerial propia de la configuración con Cristo Buen Pastor;
-una más profunda conciencia y vivencia eclesial.
5. TERCERA ETAPA : MINISTERIO DEL ACÓLITO
CONSIDERACIONES GENERALES
133. Pertenecen a esta etapa los seminaristas de los dos últimos años del sexenio filosófico-teológico y aquellos que, habiéndolo concluido, continúan su formación sacerdotal.
134. El objetivo de esta etapa es consolidar:
-la capacidad de entrega y comunión eclesial, propia de quien es llamado al sacerdocio ministerial;
-el auténtico estilo de vida del presbítero del clero diocesano;
-el discernimiento final de la vocación sacerdotal y de los carismas personales;
-la disponibilidad para la formación permanente.
135. La identidad propia a desarrollar en esta etapa es la del hombre oblativo.
136. El eje bíblico que puede sintetizar esta etapa es la frase del Señor: “Denles de comer ustedes mismos” (Lc.9,13).
137. Esta etapa se caracteriza por el Ministerio del acólito, la paulatina transición entre el estilo de vida del Seminario y el propio de la vida ministerial; y la maduración en orden a la vivencia de la caridad pastoral.
138. El Ministerio del acólito, conferido en esta etapa, crea un especial vínculo con la Eucaristía, en consonancia con la actitud oblativa, expresada en la disponibilidad y el sacrificio. Tal ministerio exige del seminarista: una especial cercanía, respeto y devoción por Jesús Sacramentado, del cual se convierte en ministro extraordinario; la formación de los fieles en los ministerios litúrgicos; y el servicio a los más pobres, débiles y sufrientes. El seminarista recibe un nuevo envío a una comunidad bajo la guía de otro párroco. También es posible un envío a algún ámbito de pastoral específica (hospital, universitarios, seminario catequístico, minoridad, adictos, M.C.S., etc.).
139. Durante esta etapa se lleva a cabo un Tiempo de Experiencia en Parroquia (T.E.P.) cuyos objetivos son:
-conocer y compartir más de cerca lo cotidiano de una comunidad parroquial en la convivencia con sus sacerdotes;
-asumir responsable y prudentemente las mayores exigencias que comporta esta experiencia;
-ayudar al discernimiento final de la vocación
140. En esta experiencia el seminarista se encuentra encomendado a un párroco co-formador y bajo la supervisión del superior. Al final de la misma ambos evalúan, con el seminarista, los objetivos propuestos.
141. Los seminaristas de esta etapa, por su mayor madurez, están en condiciones de asumir opciones personales más estables. Por eso mismo, la estabilidad en el cumplimiento de sus compromisos en el estudio, la vida espiritual, comunitaria y pastoral, será un punto de referencia adecuado para evaluar la maduración de la identidad ministerial y su formación en orden a la caridad pastoral 116.
METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
142. En la dimensión humana se busca consolidar:
-la estabilidad en el cumplimiento de los compromisos;
-la disponibilidad para lo arduo e imprevisto;
-la gratuidad de la entrega y la gratitud, como actitud eucarística.117
143. En la dimensión comunitaria se busca consolidar la capacidad de amistad y encuentro, en armonía con la formación para la soledad.
144. En la dimensión espiritual se busca consolidar:
-una actitud permanente de oblación y entrega a Cristo en la Iglesia.
-el descubrimiento del ministerio como configurador de la espiritualidad presbiteral118.
-la unificación de la vida espiritual en la Eucaristía, como máxima actualización del ministerio sacerdotal.
145. En la dimensión intelectual se busca consolidar una primera síntesis teológico-espiritual-pastoral de los misterios centrales de la fe 119.
146. En la dimensión pastoral se busca consolidar actitudes conducentes a una auténtica paternidad sacerdotal: caridad pastoral, espíritu misionero, comunión eclesial, amor preferencial por los pobres, inserción en el mundo desde la propia identidad 120. Dentro de estas metas deben considerarse también los objetivos propios del T.E.P. ya indicados.
6. CUARTA ETAPA : DIACONADO.
CONSIDERACIONES GENERALES
147. Pertenecen a esta etapa los candidatos que, luego de concluir sus estudios filosófico-teológicos, han recibido la ordenación diaconal junto con el correspondiente envío canónico a un destino pastoral.
148. El objetivo de esta etapa es ejercer el ministerio diaconal, en su triple dimensión de ministerio de la Liturgia, de la Palabra y de la Caridad, desde la configuracion con Cristo Siervo y Pastor, y como preparación próxima para el ministerio presbiteral.
149. Por tanto, la identidad propia es la del servidor, a imagen de Cristo.
150. El eje bíblico de esta etapa puede sintetizarse en la exhortación evangélica: “El que quiera ser grande que se haga servidor” (Mt. 20,26).
151. Esta etapa se verifica en el ejercicio del Ministerio del diácono, vivido desde la nueva condición de ministro ordenado, en los aspectos de conducción y servicio pastoral, y en comunión con el Obispo y el Presbiterio 121. En el despliegue del sacramento recibido, se inicia el proceso de la formación permanente 122, “entendida como opción consciente y libre”123.
METAS POR DIMENSIONES DE FORMACIÓN
152. En la dimensión humana se busca ejercitar:
-la personalidad del pastor por el ejercicio de sus funciones propias;
-el espíritu de servicio, humilde y abnegado, propio de todo ministerio eclesial;
-el compromiso ante responsabilidades cada vez mayores;
-la capacidad de entrega gozosa en la consagración del celibato.
153. En la dimensión comunitaria se busca ejercitar las actitudes propias del hombre de la comunión eclesial, vividas en los distintos ámbitos donde el diácono está inserto: sus compañeros de curso, la comunidad presbiteral y parroquial de envío, las estructuras de participación decanal y diocesana, entre otras.
154. En la dimensión espiritual se busca ejercitar:
-la espiritualidad diocesana del ministro ordenado;
-el ministerio diaconal como camino propio de santificación;
-los vínculos filiales con el Arzobispo y fraternales con los presbíteros y diáconos, como también con laicos y consagrados;
-la integración de la dimensión activa y contemplativa del ministerio.
155. En la dimensión intelectual se busca ejercitar:
-los hábitos de estudio y reflexión teológica, que orienten la acción pastoral;
-la capacidad de discernimiento como preparación próxima al sacramento de la Reconciliación y el acompañamiento espiritual.
156. En la dimensión pastoral, bajo la guía del párroco, se busca ejercitar:
-la capacidad para asumir actividades pastorales propias de su ministerio;
-la responsabilidad en la animación y coordinación de comunidades y grupos;
-las funciones presidenciales propias del ministerio diaconal;
-la participación en la pastoral ordinaria y orgánica en sus diversos niveles: parroquial, arquidiocesano y nacional.
7. EVALUACIÓN DEL PROCESO
157. Durante el Curso Introductorio y en cada una de las sucesivas etapas de la formación, el superior inmediato practicará, junto al seminarista, una evaluación periódica de su proceso vocacional y su crecimiento personal en referencia a los objetivos, metas y actividades propuestos.
158. A partir de la libre y expresa petición del seminarista, manifestando su deseo de ser admitido a las Sagradas Órdenes, recibir algún Ministerio o de ser promovido al Orden Sagrado, el superior elevará, por escrito, al Rector, un informe que se discutirá con el cuerpo de superiores del fuero externo en los escrutinios pertinentes 124.
159. El juicio de idoneidad valora “la integración personal de los distintos aspectos formativos, teniendo en cuenta la situación de cada seminarista, sus cualidades y sus limitaciones” 125.
III B. Medios y Actividades
1. MEDIOS Y ACTIVIDADES COMUNES A TODAS LAS ETAPAS
EN LA DIMENSIÓN HUMANA
160. “La vida en el Seminario, asumida con todas sus exigencias, constituye el instrumento adecuado y más necesario para la maduración humana de los jóvenes candidatos” 126.
161. En este marco los principales medios que la formación ofrece para este fin son:
-“Una vida sobria, austera y disciplinada, inspirada en el Evangelio y programada conforme a un proyecto de vida, que se revise periódicamente en comunidad” 127;
-“Clima de libertad y autoformación responsable” 128;
-“Diálogo personal con los formadores y los compañeros” 129;
-Fidelidad cotidiana a las propias responsabilidades: la oración personal y comunitaria; la“dedicación constante al estudio personal y preparación atenta de las tareas apostólicas” 130;
-Oficios propios de la casa; desempeño en cargos y oficios comunitarios; recto uso y cuidado de los bienes materiales;
-Cuidado de la salud física, descanso, deporte, educación física, esparcimiento, actividades comunes (salidas y actividades comunitarias, campamento anual, convivencia de verano en La Montonera, etc);
-Cuidado de la salud psicológica y , cuando se estima necesario, apoyo psicoterapéutico y psicopedagógico;
-Relación cercana del Seminario con las familias y participación de éstas en actividades del Seminario (reuniones de padres, peregrinación a Luján, Semana Santa, Día de la Familia, etc.);
-Encuentros de reflexión sobre distintos aspectos de la formación humana y afectiva: educación de las virtudes humanas, educación de la afectividad (sensibilidad, sexualidad, corporeidad), etc.
EN LA DIMENSIÓN COMUNITARIA
162. -Vida litúrgica (especialmente la Eucaristía) y oración común;
-Distribución y organización en pequeñas comunidades con su propio superior;
-Ambiente familiar, que posibilite sanas relaciones interpersonales entre formadores, seminaristas, empleados, etc.;
-Desempeño en cargos y oficios, con responsabilidades crecientes;
-Recto uso y cuidado de los bienes materiales;
-Solidaridad para afrontar situaciones de necesidad individuales o comunitarias (Aporte personal al Fondo Común de Seminaristas FO.CO.SE.);
-Recreo comunitario; salidas y actividades comunitarias;
-Campamento anual;
-Tareas pastorales en conjunto: misiones de verano, peregrinación a Luján, Semana Santa, celebración de responsos en el Cementerio, colaboración en santuarios, visita a los sacerdotes del Hogar Sacerdotal, Obras de misericordia, etc.;
-Organización de fiestas y celebraciones (Fiestas patronales de cada comunidad, Día de la Familia, etc.);
-Evaluaciones periódicas de la vida cotidiana en comunidad;
-Experiencia de eclesialidad en la Facultad y en los envíos parroquiales (colaboración con laicos, consagrados, etc).
EN LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL
163. La vida litúrgica, como expresión máxima de la celebración de la fe, se aborda desde dos perspectivas: desde sus contenidos teóricos y desde la práctica cotidiana. En relación con la vida litúrgica, se intenta cultivar la intrínseca unidad entre la liturgia y la vida a través de la misma pedagogía que la liturgia ofrece, y tratando de destacar los distintos tiempos litúrgicos o los signos que realzan una festividad determinada.
164. El centro de la vida del Seminario lo constituye la Eucaristía diaria 131, que celebra toda la comunidad del Seminario. Por ser, como es sabido, la “fuente y culminación” de la vida cristiana, es la que modela la espiritualidad del futuro pastor. A través de la rotación de los diversos ministerios litúrgicos y del recurso a la riqueza de la misma Liturgia, se intenta fomentar la participación “plena, conciente y activa”132 de los seminaristas y su formación como futuros animadores de la oración de la asamblea litúrgica. La devoción eucarística, como preparación y prolongación de la celebración diaria, se fomenta también a través de la visita comunitaria al Santísimo, de la oración personal perseverante frente a Jesús Sacramentado y la Adoración Eucarística semanal, resaltándose los primeros viernes de mes y el culto al Sagrado Corazón de Jesús. Esto anima la experiencia de vivir en la presencia continua de Dios, madurando actitudes eucarísticas 133: la gratitud, la donación, la caridad y el deseo de contemplación y adoración.
165. El cultivo de la Liturgia de las Horas, como oración de la Iglesia en estrecha vinculación con la Eucaristía 134, se inicia en el mismo Curso Introductorio y se van incorporando los diversos elementos a lo largo del Seminario, a fin de crear un hábito estable que se perpetúe en el ministerio. Se intentan estudiar los fundamentos espirituales, teológicos y escriturísticos que destaquen la gran riqueza avalada por la Tradición de la Iglesia.
166. En estrecha conexión con la Eucaristía, se propone la práctica frecuente de la Reconciliación sacramental como medio para estimular la vida de la gracia y para madurar la invitación a la conversión diaria y permanente, ayudados por el examen de conciencia cotidiano 135.
167. El espíritu penitencial se cultiva en la práctica de los viernes penitenciales, la celebración comunitaria del Vía Crucis durante el tiempo de Cuaresma, las celebraciones penitenciales al inicio del Adviento y la Cuaresma, y de gestos concretos de atención a los más necesitados (v.g. colectas), como así también de la exhortación al buen uso y administración de los bienes, creando una conciencia de austeridad en la vida cotidiana. En consonancia con el Misterio Pascual del Señor, se cultivan el espíritu de renuncia, la ascesis y la aceptación de la cruz 136, como elementos esenciales de una vida de donación al servicio de la Iglesia.
168. La oración personal, elemento imprescindible de la formación espiritual, se destaca en el Curso Introductorio donde se dedican dos horas diarias al silencio orante. Posteriormente, se exhorta a que cada seminarista dedique, al menos, una hora diaria a la oración personal.
169. Como condición indispensable se cultiva un clima general de silencio que ayude a la necesaria interioridad 137, particularmente el silencio nocturno, y aquel que continúa la celebración eucarística. Asimismo, se trata de madurar la capacidad para la soledad como “condición indispensable para el crecimiento de la vida interior 138”.
170. Al iniciar cada año, todos los seminaristas participan de una semana de Ejercicios espirituales, para nutrirse, en el silencio, de la intimidad con Cristo. Del mismo modo, a mitad de año, al reanudarse las actividades luego del receso invernal, se organiza, en un fin de semana, un Retiro predicado. Programadamente se realizan también retiros (v.g. Pentecostés) y jornadas de silencio periódicos con adoración eucarística, que afiancen el clima de interioridad para el encuentro con Dios.
171. Un elemento que no debe faltar en este aspecto de la formación, es la iniciación en la oración de intercesión por todos los hombres 139. Por tal razón, junto a esta forma de oración, se cultivan también otras (súplica, alabanza, acción de gracias, pedido de perdón, etc.) que enriquecen la vida espiritual personal y comunitaria.
172. El acercamiento orante y contemplativo a la Palabra de Dios como Lectio divina vertebra todas las etapas de la formación desde el inicio al final, en un itinerario que abarca distintos métodos de abordaje. Además de la meditación diaria personal de la Escritura, semanalmente se practica la Lectio comunitaria en clave espiritual y pastoral. La misma tiene distintas acentuaciones en cada etapa.
173. La práctica frecuente de la dirección espiritual, se considera medio imprescindible de la vida espiritual personal. El Seminario ofrece varios directores espirituales. Junto a la dirección espiritual personal, se programan pláticas semanales de dirección espiritual comunitaria de acuerdo a una planificación prevista.
174. Lugar destacado en la formación espiritual tiene la devoción a la Santísima Virgen a través de las distintas festividades marianas, del rezo cotidiano personal y comunitario del Rosario, del Mes de María, etc., reconociendo el lugar peculiar que ocupa como colaboradora del Espíritu en la modelación del corazón de los futuros sacerdotes.140
175. Se fomenta el conocimiento de la vida de los Santos, su trato familiar y cercano con ellos, aprendiendo de sus ejemplos y confiando en su intercesión. Entre todos, la devoción a San José es cultivada de modo particular.
176. El acercamiento a los grandes maestros de vida espiritual y a los Santos Padres se realiza a través de Lecturas guiadas, coordinadas por los directores espirituales.
177. La búsqueda de Cristo en los hombres 141, particularmente en los más pobres, débiles y enfermos, como expresión privilegiada de la caridad del futuro pastor, se verifica en los distintos destinos pastorales 142, en las misiones de verano y en las diversas obras de misericordia (por ejemplo: visita a hospitales, cárceles, geriátricos, cottolengos, villas de emergencia, etc.), y también se concreta en la vida comunitaria, en el encuentro compasivo con los pecadores 143, etc.
178. ”En la perspectiva de la caridad, que consiste en el don de sí mismo por amor, encuentra su lugar, en la formación espiritual del futuro sacerdote, la educación de la obediencia, del celibato y de la pobreza”144.
179. La educación en la obediencia, con sus específicas notas de apostólica, comunitaria y pastoral 145, se propone como un valor que no menoscaba la libertad personal ni la iniciativa, sino que las promueve y las purifica 146, de modo que el seminarista pueda madurar un auténtico espíritu eclesial.
180. Especial mención merece la formación para el celibato sacerdotal 147, a partir de la virtud de la castidad cristiana. Desde su significado esponsalicio y como participación singular en la paternidad divina, el celibato se propone a los seminaristas como una gracia que implica la entrega total de la persona, para lo cual se requiere un adecuado grado de madurez humana y cristiana 148.
181. La austeridad de vida, como actitud de desprendimiento afectivo y efectivo de las cosas superfluas e incluso de aquellas que, aún siendo lícitas, no convienen (cf. 1 Co 10, 23) 149 a un auténtico estilo de vida sacerdotal, se intenta cultivar en la vida cotidiana, de modo que el seminarista adquiera la libertad interior para valorar, usar y administrar los bienes que la Iglesia pone a su alcance, y pueda vivir a imagen de Cristo pobre y humilde, expresando el amor preferencial de la Iglesia por los pobres 150.
EN LA DIMENSIÓN INTELECTUAL
182. El recurso fundamental y ordinario de la formación intelectual consiste en el Bachillerato en Teología que los seminaristas cursan en la Facultad de la Universidad Católica Argentina. El mismo consta de un sexenio de estudios filosófico-teológicos. A esto se suma la posibilidad de obtener el título de Profesor en Teología.
183. Entre los medios habituales , en este ámbito, se encuentran:
-ciclo propedéutico con énfasis en la dimensión humanística e introducción al estudio de las ciencias sagradas;
-asistencia activa y regular a clases;
-cumplimiento responsable de los requisitos académicos;
-tiempo suficiente y clima de silencio, para una dedicación responsable al estudio personal;
-trabajo en biblioteca y acceso directo a fuentes.
184. Se favorecen espacios de reflexión y encuentros con especialistas en distintos temas que ayuden a los seminaristas a integrar sus estudios con la actividad pastoral y con las otras dimensiones de su formación.
185. El Seminario ofrece acompañamiento psicopedagógico para aquellos seminaristas con dificultades en el proceso de aprendizaje.
.
186. La ejercitación pastoral constituye un importante ámbito de comunicación de la fe (catequesis, celebración, misión, etc.) y de integración entre estudio y pastoral, para lo cual se requiere la correspondiente preparación y evaluación de la tarea.
187. Es necesario prever, a lo largo de la formación inicial, momentos integradores que posibiliten al seminarista progresar en el esfuerzo de síntesis entre las distintas disciplinas (por ejemplo, exégesis y teología sistemática; ciencias y experiencias religiosas en relación con la acción pastoral, etc.151), y entre sus estudios y su vida.
EN LA DIMENSIÓN PASTORAL
188. La formación pastoral se desarrolla mediante la “reflexión madura y la aplicación práctica, y tiene sus raíces profundas en un espíritu que es el soporte y la fuerza impulsora y de desarrollo de todo”152. Por consiguiente, en la dimensión pastoral será necesario integrar estos tres aspectos: lo que hay que ser (actitudes), lo que hay que saber (conocimientos y reflexión)y lo que hay que saber hacer (habilidades).
189. En cuanto a los conocimientos y la reflexión pastoral, se proponen los siguientes medios y actividades:
-Charlas introductorias previas a la participación de distintos actos y celebraciones arquidiocesanas. (Misa Crismal, Corpus, Vigilia de oración por las Vocaciones, obras de misericordia, peregrinación a Luján, etc.);
-Cursos de catequética;
-Presentación de distintos ámbitos de la pastoral: santuarios, cementerio, hospital, villas, colegios, minoridad, movimientos e instituciones, etc.;
-Presentación de la organización arquidiocesana y del Plan Orgánico de Pastoral;
-Preparación a los ministerios del Lector y Acólito;
-Lectura guiada de documentos del magisterio social;
-Curso de formación para los M.C.S.;
-Encuentros semanales de reflexión pastoral;
-Curso de formación para la pastoral de niños y jóvenes;
-Estudio de la Teología Pastoral (cuatro materias);
-Curso de preparación al ministerio de la reconciliación (dos años);
-Cursos de preparación sobre la liturgia de los sacramentos y sacramentales;
-Visita de personas que comunican sus experiencias evangelizadoras, misioneras y ecuménicas; y sus conocimientos sobre los problemas del hombre y la sociedad.
190. A la formación de habilidades se orientan las prácticas pastorales que deben ser: progresivas, armónicas con las demás dimensiones formativas, con una duración determinada y una evaluación metódica. Enumeramos las siguientes:
-Práctica pastoral en la parroquia de envío con ejercicio del ministerio del lector, del acólito y del diácono;
-Tiempo de vacaciones: misiones, convivencias parroquiales, campamentos, etc.;
-Actividades pastorales específicas: hospitales, cárceles, villas, institutos de menores, institutos para drogadependientes, universitarios, colegios, cementerio, M.C.S., etc.;
-Misiones de verano;
-Participación en eventos, celebraciones y peregrinaciones arquidiocesanas;
-Participación en algunas comisiones arquidiocesanas de pastoral: vocacional, de niños, de juventud, de catequesis, de animación misionera, etc.;
-Educación en el sentido, uso y administración de los bienes de la Iglesia.
191. La formación pastoral tiende sobre todo, a garantizar el crecimiento de ciertas actitudes pastorales que maduran a medida que el seminarista va purificando sus motivaciones y va asumiendo los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Buen Pastor. En esta perspectiva de la acción pastoral nos remitimos a los medios de la formación espiritual, destacándose la oración de intercesión personal y comunitaria.
2. MEDIOS Y ACTIVIDADES ESPECÍFICOS POR ETAPA
CURSO INTRODUCTORIO
192. En la dimensión humana:
-Proyección de películas y debates;
-Reuniones sobre temas de actualidad y temas de formación humana;
-Presencia particular de las familias en ciertas actividades (Pascua, peregrinación a Luján, día de la familia, encuentro con padres y hermanos, clausura del año);
-Educación física y deportes (semanal y obligatorio);
-P.V.C. (Proyecto de Vida Comunitario).
193. En la dimensión comunitaria:
-Ritmo y estilo de vida pautado con horarios comunes: oración, estudio, trabajo, comidas, descanso, recreación;
-Desempeño en cargos y oficios en la casa: es propio de esta etapa el trabajo manual, en el parque y en la casa;
-Lectura y trabajo en grupo de textos que favorezcan el diálogo comunitario;
-P.V.C. (Proyecto de Vida Comunitario).
194. En la dimensión espiritual:
-Vida litúrgica: iniciación mistagógica; iniciación a los signos, palabras y gestos de las celebraciones, iniciación al canto sagrado;
-Introducción a la Liturgia de las Horas (Laudes y Completas en comunidad);
-Introducción a la oración; conocimiento y aprendizaje de diversas modalidades de oración;
-Iniciación al clima de silencio (dos horas diarias de silencio para la oración; una de ellas, de adoración eucarística; educación en el silencio nocturno).
-Preparación espiritual para grandes acontecimientos y celebraciones: Ordenaciones, Admisión y Ministerio;
-Participación de la Semana Santa en la Abadía Santa Escolástica;
-Introducción a la dirección espiritual para la elección del director espiritual personal;
-Lectura espiritual comunitaria;
-Retiro predicado mensual, jornadas de silencio; retiro ignaciano de mitad de año.
195. En la dimensión intelectual:
-Charla introductoria a la formación intelectual y al estudio;
-Clases participativas y trabajos escritos;
-Tiempo especial en silencio para la estudio;
-Evaluación diagnóstica de literatura y gramática;
-Diagnóstico psicopedagógico.
196. En la dimensión pastoral:
-Obras de misericordia corporales.
-Iniciación en el conocimiento de la Iglesia Arquidiocesana.
-Participación en la campaña de oración por las vocaciones.
-acompañamiento a los retiros vocacionales e Iter.
-Peregrinación a Luján.
-Visita del Arzobispo, los Obispos auxiliares y los sacerdotes presentadores.
PRIMERA ETAPA
197. En la dimensión humana y comunitaria:
-Trabajos de reflexión personal y comunitaria sobre:
+dimensiones de la libertad,
+estima de sí,
+afectividad,
+sexualidad,
+celibato sacerdotal,
+vida comunitaria
+opción vocacional.
198. En la dimensión espiritual:
-Encuentros semanales de formación litúrgica;
-Encuentros (2) de formación sobre Música Litúrgica;
-Lectura de textos sobre la identidad y espiritualidad sacerdotal (en 2º año).
199. En la dimensión intelectual:
-Encuentro introductorio al estudio y la vida intelectual;
-Trabajo de reflexión personal y comunitaria sobre valores y antivalores de la cultura contemporánea.
200. En la dimensión pastoral:
-Trabajo en parroquias el fin de semana, sin responsabilidades directas de conducción;
-Obras de misericordia;
-Trabajo pastoral en el santuario de San Cayetano (B) el 7 de Agosto;
-Trabajo pastoral, junto a la comunidad del Seminario, en la Peregrinación a Luján;
-Participación de la Semana Santa en la Parroquia Inmaculada (D);
-Curso de Catequética: introducción y lectura de documentos básicos (Evangelii Nuntiandi, Catechesi Tradendae, Directorio Catequístico General, Juntos para una evangelización permanente).
SEGUNDA ETAPA
201. En la dimensión humana:
-Experiencia de adaptación en el primer envío parroquial;
-Pláticas sobre la madurez humano-afectiva en orden a la opción celibataria (4to.año).
202. En la dimensión comunitaria:
-Experiencias de colaboración en distintas actividades pastorales (Semana Santa en la Catedral, Peregrinación a Lujan, etc.) y últimas responsabilidades organizativas en actividades del Seminario (Ordenaciones, Ministerios, Día de a Familia, etc.);
-Encuentros formativos semanales.
203. En la dimensión espiritual:
-Retiros preparatorios a la Admisión y al Ministerio del lector;
-Lectura personal de los documentos “Ministeria quaedam” y “Ad pascendum”;
-Preparación para el Ministerio del lector:
+charla sobre aspectos espirituales (a partir de los rituales);
+charlas sobre aspectos teológicos, litúrgicos y pastorales:“Ministerio del Lector y aspectos prácticos de las Celebraciones de la Palabra, “Primeros elementos de Homilética”; “Introducción al Leccionario”; e “Introducción a la Liturgia de las Horas” (al comenzar el rezo comunitario de Vísperas);
+taller de “Oralidad , Escritura y Argumentación” (aspectos técnicos de la Proclamación de la Palabra) ( Lectores mayores);
-Celebración semanal de la Palabra con los textos dominicales, presidida por los seminaristas;
-Rezo comunitario diario de Vísperas;
-Lectio por grupos en horarios de libre elección.
204. En la dimensión intelectual:
-Encuentros formativos semanales.
205. En la dimensión pastoral:
-Primer envío parroquial (que incluye la permanencia en la parroquia durante la noche del sábado);
-Encuentros formativos semanales e iniciación pastoral en áreas relacionadas con el Ministerio del lector:
+Religiosidad popular y Liturgia: celebración de la Semana Santa en la Catedral; celebración de responsos en el Cementerio y visita en el día de los fieles difuntos; colaboración en el Santuarios de San Cayetano (L), el 7 de agosto; evaluación comunitaria de las experiencias a la luz de la lectura del documento de Puebla y material anexo; charla acerca de la pastoral de santuarios; charla acerca de la pastoral de cementerios;
+Catequesis de iniciación: metodología catequística y catequesis de iniciación de niños (lectores menores); catecumenado de jóvenes y adultos y catequesis familiar (lectores mayores);
+Parroquia: investigación pautada de alguna realidad parroquial; charla sobre la organización pastoral parroquial;
+Organización diocesana y conocimiento del Plan pastoral arquidiocesano.
TERCERA ETAPA
206. En la dimensión humana:
-Discernimiento personal de los permisos.
-Responsabilidad mayor en las tareas encomendadas.
-Vida cotidiana en el T.E.P.
207. En la dimensión comunitaria:
-Convivencia sacerdotal y parroquial en el T.E.P.
-Cena semanal del curso.
208. En la dimensión espiritual:
-Celebración individual de Completas;
-Preparación próxima al Ministerio del acólito:
+charla sobre aspectos espirituales (a partir del ritual);
+charla sobre aspectos litúrgicos;
+charla sobre aspectos teológico-pastorales;
+retiro previo;
-Oración con los sacerdotes y la comunidad parroquial (T.E.P.)
209. En la dimensión intelectual:
-Encuentros semanales de reflexión pastoral;
-Examen Sintético Final de Teología.
210. En la dimensión pastoral:
-Nuevo envío pastoral;
-Celebración de la Semana Santa en las parroquias de envío;
-T.E.P.;
-Pastoral especializada;
-Catequética: Pastoral de la Catequesis. Coordinación y Conducción (5to.año);
-Curso de Pastoral Juvenil (5to.año);
-Encuentro sobre aspectos litúrgico-pastorales del Bautismo y Matrimonio (6to.año);
-Curso Ad audiendas I (6to.año);
-Encuentros con los obispos zonales.
CUARTA ETAPA
211. En la dimensión humana:
-Convivencia parroquial y sacerdotal;
-Iniciación en el estilo de vida ministerial.
212. En la dimensión comunitaria:
-Jornada semanal de convivencia en el Seminario;
-Participación en las distintas instancias de comunión eclesial: parroquial, decanal, vicarial, arquidiocesana.
213. En la dimensión espiritual:
-Celebración completa de la Liturgia de las Horas;
-Retiros previos a la Ordenación diaconal y presbiteral.
214. En la dimensión intelectual:
-Curso Ad audiendas II;
-Lectura y estudio personal;
-Encuentros de formación:
+Homilética,
+Pastoral sacramental (Bautismo, Eucaristía, Matrimonio, Unción de los Enfermos),
+Expedientes matrimoniales,
+Realidades pastorales arquidiocesanas (MFC, ACA, Scouts, Minoridad, etc.)
+Acompañamiento de la vida religiosa.
215. En la dimensión pastoral:
-Envío canónico a parroquias y ejercicio del ministerio diaconal.
-Atención del cementerio (Chacarita).
-Predicación en el Seminario y en la parroquia.
-Participación en la pastoral de la Arquidiócesis.
3. EXPERIENCIAS ESPECIALES
216. Las experiencias especiales 153 son medios y actividades que pueden implementarse en el itinerario de formación y tienen como objetivos facilitar el discernimiento, madurar la opción vocacional o atender otras situaciones particulares.
217. Dichas experiencias especiales, de duración variable, a pedido del seminarista y/o a juicio del Rector y los superiores, pueden consistir en: ir a vivir a una parroquia cursando o no materias en la Facultad; alguna experiencia de servicio (v.g. en Cottolengo, Hospital, etc.); otro tipo de estudios o de trabajo no específicamente pastoral, etc.
IV . Protagonistas y Ámbitos
de la Formación
1. EL ESPÍRITU SANTO, PRIMER FORMADOR
218. El Espíritu Santo, en su acción insustituible y determinante, es el protagonista por antonomasia del proceso formativo que “con el don de un corazón nuevo configura y hace semejante a Jesucristo el Buen Pastor” 154. Es en comunión y bajo la acción del Espíritu Santo que el futuro sacerdote ejercerá las dimensiones fundamentales de su ministerio: su misión profética, la celebración litúrgica y la conducción de la comunidad 155.
219. Por eso, su acción invisible deberá encontrar eco en las actitudes vitales del formando “para poder ejercitar su (futuro) ministerio y vivir la caridad pastoral como don total de sí mismo para la salvación de los propios hermanos” 156.
2. EL FORMANDO, PROTAGONISTA INSUSTITUIBLE
220. Para corresponder a esta acción del Espíritu, de parte del candidato al sacerdocio se requiere una viva conciencia de la necesidad de la gracia y de la cotidiana docilidad a las mociones del Espíritu. “No se puede olvidar que el mismo aspirante al sacerdocio es también protagonista necesario e insustituible de su formación: toda formación – incluida la sacerdotal – es en definitiva, autoformación. Nadie nos puede sustituir en la libertad responsable que tenemos cada uno como personas” 157.
221. Es en orden a formar esta libertad responsable que transcurren las etapas del proceso formativo, que habrá de culminar en una decisión irreversible de entregar su vida como respuesta a la vocación divina. Frente a esta llamada de Dios que es irrevocable, la única actitud de parte del formando habrá de ser una entrega absoluta y definitiva de toda la vida, de la cual habrá de dar cuenta a Dios.
3. LA IGLESIA LOCAL
222. “Puesto que la formación de los aspirantes al sacerdocio pertenece a la pastoral vocacional de la Iglesia, se debe decir que es la Iglesia como tal el sujeto comunitario que tiene la gracia y la responsabilidad de acompañar a cuantos el Señor llama a ser sus ministros en el sacerdocio” 158.
223. Toda la comunidad diocesana participa, de modo diverso pero orgánico, en la formación de los futuros pastores. Es claro que, dentro de ella, “el primer representante de Cristo en la formación sacerdotal es el Obispo”159. “La presencia del Obispo tiene un valor particular, no sólo porque ayuda a la comunidad del Seminario a vivir su inserción en la Iglesia particular y su comunión con el Pastor que la guía, sino también porque autentifica y estimula la finalidad pastoral, que constituye lo específico de toda la formación de los aspirantes al sacerdocio…y colabora…a la formación del «sentido de Iglesia», como valor espiritual y pastoral central en el ejercicio del ministerio sacerdotal” 160.
224. Es habitual en nuestro Seminario que anualmente el Obispo visite cada una de las comunidades, manteniendo un encuentro con los seminaristas. Asimismo mantiene reuniones periódicas con el cuerpo de formadores.
4. LA COMUNIDAD DEL SEMINARIO
225. El ámbito más propio de la formación sacerdotal es el Seminario. La modalidad concreta que en la actualidad posee nuestro Seminario combina el sentido de pertenencia a la gran comunidad presidida por el Rector y constituida por todo el cuerpo de formadores y seminaristas, junto con la pertenencia a comunidades más pequeñas, que permiten un mejor seguimiento de los procesos personales y grupales.
226. La comunidad del Seminario en su conjunto fortalece sus vínculos ante todo en la Eucaristía, celebrada en la Iglesia del Seminario de lunes a jueves. Asimismo en las comidas realizadas en esos mismos días en el comedor común, como también en encuentros de toda la gran comunidad, sea para reuniones formativas, o bien para trabajos apostólicos y misioneros, así como para los distintos retiros espirituales y también para el tiempo de vacaciones en nuestra casa de descanso, llamada “La Montonera”; y de otras formas de integración y de recreación o actividades deportivas, que ayudan a manifestar la comunión de todo el Seminario.
227. Sin menoscabo de esta unidad, el Seminario se estructura, tanto a nivel edilicio como humano, en pequeñas comunidades que se van formando desde el momento en el cual los jóvenes comienzan su discernimiento vocacional en el Iter. De este Iter se seleccionan aquellos que están en condiciones de comenzar juntos el Curso Introductorio. A partir de allí, irán recorriendo un camino común, en tanto que sea posible armonizar las necesidades de los procesos personales con el ritmo comunitario.
228. En el seno de estas pequeñas comunidades presididas por un superior encargado, nuevamente nos encontramos en primer lugar con la Eucaristía, celebrada comunitariamente los días viernes y sábados y reservada en la capilla para la adoración personal cotidiana. Los vínculos se fortalecen además al compartir los frutos de la lectio divina personal. También a esto contribuyen las pláticas espirituales semanales, las reuniones periódicas del formador para profundizar en los objetivos de la etapa, la celebración comunitaria de alguna parte de la Liturgia de las Horas, la adoración solemne semanal del Santísimo Sacramento y otras prácticas de piedad. Debemos también señalar las comidas comunitarias de los viernes y sábados, así como las recreaciones diarias después de las comidas. Mencionamos, por último, otros recursos que ayudan a esta integración, tales como salidas formativas y la realización anual de un campamento.
229. En cuanto atañe a las personas y roles, nos atendremos a la descripción de los mismos que se estableció en la Ratio Argentina y señalaremos – cuando sea necesario – las características peculiares que pueda tener en nuestra casa de formación.
a. EL EQUIPO DE SUPERIORES
230. “El equipo de superiores está integrado por quienes desempeñan las diversas funciones en la dirección de la comunidad”161.
231. “Los presbíteros formadores, con el rector como principio de unidad, están llamados a formar entre ellos una auténtica comunidad sacerdotal, que se alimenta de la fraternidad sacramental que los une y de la misión común que se les ha encomendado” 162.
232. “El equipo de superiores mantendrá una verdadera comu¬nión con la comunidad diocesana (parroquias, movimientos, comunidades religiosas y familiares de los seminaristas, etc.) y el presbiterio, para que todos sientan al Seminario como «el corazón de la diócesis» 163.
b. EL RECTOR
233. “Corresponde al rector la totalidad de la dirección de la comunidad del Seminario y la prudente conducción de cuantos se ocupan de la formación. En el cumplimiento de sus respectivas funciones todos deben prestarle la debida obediencia, de acuerdo con las normas establecidas para la formación sacerdotal y con el reglamento del Seminario” 164.
234. “El rector, que ejerce su misión en profunda comunión con el Obispo, debe mantener un constante diálogo con él acerca de la marcha del Seminario y de los seminaristas en particular”165.
235. “En el ejercicio de su función de dirección y para lograr la unidad en la formación de los seminaristas ha de fomentar una estrecha colaboración entre los superiores Con este propósito ha de reunirlos periódicamente a fin de organizar la tarea educativa, abordar las dificultades y asuntos del Seminario y encontrar las oportunas soluciones”166.
236. “En relación con los seminaristas, recuerde que al ejercer su autoridad, hace las veces de «padre de familia». El diálogo personal y frecuente será uno de sus principales actos de caridad pastoral. Por ello manifieste en el trato con los alumnos las virtudes del Buen Pastor: don de consejo, firmeza en la conducción y misericordia” 167.
c. EL VICERRECTOR
237. “Es la autoridad inmediata al rector y su colaborador más estrecho en la dirección del Seminario. Sus funciones son asumir la conducción de la comunidad en ausencia del rector y atender en forma habitual las tareas que éste le encomiende, en especial, la atención de los seminaristas”168.
d. LOS RESPONSABLES DEL CURSO INTRODUCTORIO
238. El director “es el responsable directo de coordinar y promover el cumplimiento de los objetivos propios de esta etapa formativa. La convivencia con los seminaristas y la atención personal a cada uno contribuirá eficazmente a su crecimiento”169.
239. En nuestro Seminario, siempre que las circunstancias lo permiitieron, el Director del Curso Introductorio, sito en el Instituto Vocacional “San José”, en la localidad de San Isidro, estuvo acompañado por otro sacerdote que asumió el rol de vice–director.
e. LOS “SUPERIORES DE COMUNIDAD”
240. “Son los responsables más inmediatos de los seminaristas y ejercen su tarea compartiendo la vida cotidiana de las diversas comunidades de alumnos. Es competencia del responsable de comunidad, dentro de su ámbito, orientar y promover la práctica y el desarrollo en cada seminarista de la vida espiritual, el estudio, la vida en comunidad y la actividad pastoral, cuidando que todo esto se realice en profunda unidad de vida”170.
241. El superior “debe tener presente que, como pastor de la comunidad que el rector le ha asignado, la eficacia de su tarea depende de que logre establecer con los seminaristas una relación educativa, humana y cristiana. En esta función el superior «no puede ser sustituido por una disciplina férrea, por una regla minuciosa o por una vigilancia rígida; sino que, con caridad de pastor debe guiar y potenciar al educando a través de una relación amistosa, mediante el diálogo confidencial, atendiendo a las situaciones que vive el alumno»171 y adaptando, de ser necesario, los principios generales a cada caso en concreto”172.
f. LOS DIRECTORES ESPIRITUALES
242. Los directores espirituales colaboran en la animación de la vida espiritual del Seminario, a través de la instrucción espiritual de la comunidad y del acompañamiento personal de los seminaristas en orden al discernimiento y libre maduración de su vocación 173. Además asumen otras tareas que el Rector les pueda encomendar oportunamente.
243. “Los superiores cuidarán que cada seminarista tenga su director espiritual desde el ingreso al Seminario. Los seminaristas por su parte, podrán elegirlo libremente entre los sacerdotes designados por el Obispo para esta función”174.
244. “Para cumplir su tarea, el director espiritual ha de estar integrado en el equipo de superiores, atento a la reserva concerniente al fuero interno, y conviviendo cuanto pueda con los seminaristas”175.
g. EL ENCARGADO DE ESTUDIOS
245. Es quien, bajo la guía del rector, asume la supervisión y seguimiento de la situación académica de los seminaristas que cursan sus estudios en la Facultad de Teología, en diálogo con sus responsables y de acuerdo a las instrucciones del cuerpo de superiores.
h. EL ENCARGADO DE PASTORAL
246. Esta función es ejercida por el Rector en estrecha colaboración con el equipo de formadores. En el orden práctico puede delegar en algún superior el seguimiento, evaluación y animación de algunas tareas específicas.
i. EL ECÓNOMO
247. El ecónomo es quien se ocupa, siguiendo las instrucciones y directivas del Consejo Económico – presidido por el Rector – de la administración de los recursos y del buen mantenimiento del edificio, muebles y elementos de uso común del Seminario, la distribución de oficios y tareas entre los empleados, y de proveer lo necesario para el normal desarrollo de la vida cotidiana.
j. LOS AUXILIARES DE LA FORMACIÓN
248. En la formación de los seminaristas, y en orden a examinar su salud física y/o psíquica, acudimos habitualmente a la ayuda de profesionales idóneos en estas áreas (médicos, psicólogos, psicopedagogos, etc.). Asimismo, requerimos los servicios de profesores y profesionales para cubrir necesidades de la formación integral en las distintas áreas (formación humanística, deportes, música, etc.).
5. LA PARROQUIA Y OTROS ÁMBITOS ECLESIALES
249. “Por ser la realización local más inmediata del misterio de la Iglesia…”176, la Parroquia constituye un ámbito privilegiado para el despertar de la vocación y su primer discernimiento. La comunidad parroquial queda, además, comprometida a sentir “como parte viva de sí misma al joven en camino hacia el sacerdocio, lo debe acompañar con la oración, acogerlo entrañablemente en los tiempos de vacaciones, respetar y favorecer la formación de su identidad presbiteral, ofreciéndole ocasiones oportunas y estímulos vigorosos para probar su vocación a la misión”177.
250. En este sentido nuestro Seminario cultiva sus vínculos con las Parroquias, movimientos o asociaciones en las cuales surgen vocaciones al sacerdocio, y las involucra en el proceso formativo en los distintos momentos del itinerario vocacional:
-durante el Iter: el Seminario constata la vinculación del candidato con su comunidad eclesial de origen y busca promover su participación en tareas apostólicas, catequísticas, litúrgicas, misioneras, con el fin de profundizar su discernimiento vocacional y descubrir en su desempeño apostólico algunos signos de su vocación;
-durante el año introductorio: teniendo en cuenta los objetivos de esta etapa, el candidato mantiene los vínculos con su comunidad de origen principalmente a través de la oración y de una acotada presencia los domingos;
-durante la primera etapa: el seminarista vuelve a su comunidad de origen durante un tiempo más amplio (los sábados por la tarde y medio día del domingo) colaborando en la tarea pastoral de acuerdo a los objetivos que se plantean en este período;
-durante la segunda etapa (ejercicio del ministerio de lector): en este momento el seminarista es enviado formalmente a ejercer el ministerio recibido en el seno de una nueva comunidad parroquial. Esto supone asumir el destino de la misión, en la cual se busca que pueda abrirse a otros horizontes eclesiales que aún no haya conocido o que sean provechosos para el desarrollo de sus aptitudes. Para ello los superiores se mantienen en diálogo con el párroco al cual es enviado el seminarista, de modo que, asumiendo un rol de verdadero co-formador, ayude a este último a integrarse más plenamente en la nueva comunidad eclesial a la cual debe servir;
-durante la tercera etapa (ejercicio del ministerio del acólito): se produce un nuevo envío pastoral por otros dos años a una nueva comunidad parroquial. Viven durante un tiempo más prolongado en la Parroquia para aprovechar algunos momentos más significativos del año litúrgico o de las actividades del verano. Aquí se profundiza la inserción en la vida pastoral y en el estilo de vida sacerdotal, a través de una presencia más intensa que puede asumir diversas modalidades;
-durante el diaconado: el candidato al sacerdocio ha adquirido ya una nueva identidad sacramental y la ejercitará viviendo en el seno de una comunidad parroquial a la cual es enviado por el Obispo. En ella completa su formación inicial y preparación próxima al sacerdocio, a la vez que ejercita plenamente su ministerio diaconal. Un día a la semana, los diáconos concurren al Seminario para recibir la formación prevista para ellos durante esta última etapa.
251. Durante todas las etapas, el Seminario mantiene un diálogo fluido con los sacerdotes que reciben en sus envíos pastorales a los seminaristas a fin de compartir con ellos todo lo que sea necesario para ayudarlos en su desempeño pastoral y su maduración personal y vocacional.
6. LA FAMILIA
252. En el cuidado y formación de cada uno de los candidatos al sacerdocio no se ha de olvidar el lugar insustituible que ocupa su propia familia. Primero y principalmente, porque cada persona ha nacido y crecido en el seno de una familia concreta. También porque el apoyo y la cercanía afectiva de la familia es un factor importante en la maduración de la personalidad, y en muchos casos tuvo un papel decisivo en la transmisión de la fe y de la vida cristiana y en el surgimiento de la vocación. El Seminario tiene clara conciencia que detrás de cada joven está el influjo (positivo – negativo) de su historia familiar y procura ayudar al seminarista a integrar positivamente esos vínculos en su proceso vocacional.
253. La familia del seminarista participa, en cierto modo, de su llamado. Jesús mismo la elige para hacer con ella un camino de salvación. Ayudar a descubrir esto desde la fe y a través de actitudes de cercanía, comprensión y sincero afecto, forma parte de nuestra pedagogía pastoral.
254. Por eso, de diversos modos, se procura la integración y la participación de las familias de los seminaristas en la vida del Seminario. Ante todo a través de la oración cotidiana y el recuerdo de sus necesidades en la celebración eucarística; también interesándonos por las circunstancias particulares que puedan estar atravesando y teniéndolos al tanto de la marcha de las actividades del Seminario. Además las familias son invitadas a participar en los momentos más importantes de la vida de los seminaristas, en particular la celebración de la Pascua, la Institución de los ministerios y las Ordenaciones; anualmente son también convocadas para el Día de la familia, encuentros de padres, jornadas de espiritualidad, etc.
Referencias
1. Cf. PO 2c.7.
2. Cf. PO 1.
3. Cf. LG 28; PO 2; DMVP 2; PDV 11.
4. Cf. PDV 12c; DMVP 5; LG 28; PO 7-8.
5. PDV 16; PO 10.
6. PO 10; PDV 16.
7. Cf. PO 3.
8. PDV 23.
9. Cf. PO 14.
10. PO 12; PDV 24.
11. PDV 60a.
12. PDV 60c.
13. PDV 60f.
14. PDV 61c.
15. Cf. PDV 49.
16. Cf. PDV 5.
17. PDV 61a.
18. RFIS 56.
19. PDV 69b.
20. PDV 69a.
21. PDV 65a.
22. Cf. PDV 65d.
23. Cf. PDV 68.
24. Cf. PDV 42e.
25. Cf. RA 83; PDV 43a.
26. PDV 43ab.
27. Cf. GS 12-18; 22.
28. Cf. PDV 43c; RA 87.
29. RA 189a.
30. Cf. OECS 19.
31. PDV 44f.
32. RA 87.
33. PDV 12c.
34. Cf. RA 86.
35. RA 88.
36. Cf. PDV 44g.
37. Cf. PDV 7.
38. RA 91.
39. RA 92.
40. RA 189ab.
41. RA 190; cf. PO 8.
42. RA 191b.
43. Cf. RA 192.
44. RA 193.
45. RA 194.
46. Cf. PDV 45; RA 96-98.
47. Cf. RFIS 44.
48. Cf. PDV 46.
49. Cf. NMI 42-43.
50. Cf. PDV 31.
51. RA 96.
52. Cf. NMA 17.
53. OT 8.
54. Cf. NMA 84.
55. Cf. NMI 43.
56. Cf. PDV 31; NMA 87.
57. Cf. RA 107.
58. PDV 51.
59. Cf. RA 133b.
60. Cf. PDV 26b.
61. Cf. NMA 21 y 27.
62. Cf. NMA 21-48.
63. Cf. PDV 51c; RA 134.
64. Cf. PDV 54b; RA 143.
65. Cf. PDV 52a.
66. PDV 52c.
67. Cf. PDV 53c.
68. Cf. PDV 54b.
69. Cf. EN 19.
70. Cf. RA 147.
71. Cf. RA 146.
72. Cf. PDV 57a.
73. Cf. NMA 49.
74. Cf. NMA 52.
75. Cf. NMA 56.
76. Cf. NMA 60-67.
77. PDV 59a.
78. Cf. PDV 57d.e; RA 164.
79. Cf. PDV 57f; RA 165.
80. Cf. PDV 57b.
81. Cf. PDV 58e.
82. Cf. PDV 57a.
83. Cf. CIC c. 276 §1.
84. Cf. OEEDSI 8 ; PDV 10.
85. Cf. PDV 58.
86. Cf. PO 14.
87. LPNE 51.
88. Cf. IFLS 20.
89. Cf. RA 171; PDV 58.
90. Cf. RA 174.
91. Cf. PDV 59.
92. Cf. NMA 46-47.
93. Cf. NMA 19 y 70.
94. La idoneidad psicológica de los candidatos se verifica por el recurso a examen psicodiagnóstico practicado por profesionales competentes.
95. Cf. RA 216.
96. Cf. OT 13; RFIS 16.
97. Cf. CIC c. 241.
98. Cf. RFIS 42.
99. Cf. RA 222, punto 1.
100. Cf. PDV 54: “las Ciencias del Hombre”.
101. Cf. PDV 62.
102. Cf. RA 165; PDV 57 in fine.
103. Cf. PDV 49c.
104. Cf. PDV 49d.
105. Los primeros meses de esta etapa son un tiempo de ubicación y asentamiento del seminarista en su nueva realidad. Durante el primer año, el seminarista vive una serie de circunstancias que es necesario acompañar de cerca: el cambio de lugar (del Introductorio al Seminario Mayor); el encuentro con la comunidad mayor y, por lo tanto, con un ambiente de menor contención; el comienzo de los estudios filosóficos con las consecuentes exigencias académicas; y, por último, una mayor libertad de estructura.
106. Cf. RA 225.
107. Cf. RFIS 39.
108. RA 226.
109. RA 88.
110. Cf. RA 86.
111. Cf. RA 226.
112. Cf. RA 226, punto 4.
113. Cf. RA 222.
114. Cf. RA 226.
115. Cf. RA 226.
116. Cf. RA 86.
117. RA 226, punto 5.
118. Los cambios característicos del comienzo de esta etapa y sus mayores exigencias, prueban la vida comunitaria y exigen el necesario equilibrio para no caer en la dispersión. El empeño en los estudios teológicos, la transición hacia una etapa más apostólica y la mayor carga de responsabilidad en el servicio hacia la comunidad del Seminario, exigen el cuidado de la necesaria interioridad del hombre de la Palabra Todo esto constituye un desafío importante en el camino de la maduración humana, cristiana y vocacional.
119. Cf. RA 232.
120. Cf. PDV 48.
121. Cf. PO 13.
122. Cf. RA 233.
123. Cf. RA 230.
124. Cf. RA 236.
125. Cf. PDV 70e.
126. PDV 70l.
127. Cf. RFIS 41; RA 249; CIC c. 1051.
128. RA 245.
129. RA 95.
130. RA 95.
131. RA 95.
132. RA 95.
133. RA 95.
134. Cf. RFIS 52.
135. Cf. PDV 48 citando SC 14.
136. Cf. PDV 48.
137. Cf. PDV 48.
138. Cf. RA 117.
139. Cf. RA 121.
140. Cf. RA 109.
141. Cf. PDV 74k.
142. Cf. RA 108.
143. Cf. RA 131.
144. Cf. RA 122 citando PDV 49.
145. Cf. RA 128.
146. Cf. RA 122.
147. Cf. RA 124; PDV 49.
148. Cf. PDV 28.
149. Cf. RA 125.
150. Cf. PDV 29; 49.
151. Cf. RA 126.
152. Cf. RA 127; OT 9; PDV 30; 49.
153. Cf. RA 127; PO 17e.
154. Cf. RA 145.
155. PDV 57c.
156. Cf. RFIS 42b; RA 250-251.
157. Cf ut supra 16; PDV 69b.
158. Cf. DMVP 8-11.
159. DMVP 8.
160. PDV 69a.
161. PDV 65a.
162. PDV 65d.
163. PDV 65e.
164. RA 264.
165. RA 266.
166. RA 268.
167. RA 269.
168. RA 270.
169. RA 271.
170. RA 272.
171. RA 273.
172. RA 274.
173. RA 275.
174. OECS 74; Cf. 80.
175. RA 276.
176. RA 277.
177. RA 278.
178. RA 279.
179. PDV 68c.
180. PDV 68c.