Testimonio de una experiencia: El «iter» previo al ingreso en el Seminario – P. Mario Poli Y P. Mario Beverati (1995)

BOLETIN OSAR
Año 1 – N° 2
P. Mario A. Poli y P. Mario E. Beverati
Instituto Vocacional «San José» (Arq. Buenos Aires)

El siguiente trabajo fue presentado en el «Primer Curso Intensivo sobre Dirección Espiritual con especial referencia a la Vocación Sacerdotal «, celebrado en el Seminario Metropolitano de Bs. As., del 15 al 17 de mayo.

EL «ITER»

«Y lo llevó a Jesús» (Jn. 1,42)

El tema que nos ocupa: el «Iter» como camino previo al ingreso al Seminario y la iluminación bíblica como preparación al Curso Introductorio (Instituto vocacional San José), nos hablan de una cierta «provisoriedad», de un «camino previo», de «preparación»; de algún modo, de un carácter temporario en nuestro seguimiento y acompañamiento de la búsqueda de un joven en orden a su maduración vocacional. Es por ello que la oferta de trabajo en este itinerario de su vocación quiere darle al joven una cierta «permanencia», ofrecerle a través del «Iter» un ámbito, una opción muy clara de acompañamiento donde el acento esté puesto en un «ponerse en situación» de discernimiento espiritual a través de la Palabra de Dios, y la purificación del corazón en orden a llegar a una decisión personal y libre. Ante la «provisoriedad», la «permanencia» en la palabra que guía y el acompañamiento que ilumina.

l. El Ámbito

«Yo soy el camino»

Al joven que busca, es importante ofrecerle un ámbito de oración y de meditación de la Palabra de Dios. Cuando esto se hace compartiendo un camino con otros jóvenes que están en lo mismo, anima, alienta y contagia un estado de ánimo que ayuda a superar las adversidades que nunca faltan. Asimismo no son simplemente «un grupo», sino que hay un objetivo común, que no es otro que el amar y servir al Señor a través de nuestra vida cristiana y, a través de este itinerario, llegar a una decisión libre y profunda de consagración a Cristo. Para tener un mínimo de orden y continuidad, se pide a los jóvenes candidatos un compromiso mensual donde se intenta vivir los momentos del encuentro como momentos de recogimiento y oración. Estos encuentros se realizan habitualmente en la Casa del Seminario, (tanto en Villa Devoto como en San Isidro), lo que permite al candidato un acercamiento al lugar donde otros como él buscan al Señor y realizar su voluntad («-Maestro ¿donde vives? -Ven y lo verás», Jn 1, 39). Allí seminaristas de primera etapa los reciben y acompañan sirviéndoles durante estos encuentros que suelen ser de unas cuatro horas. Los directores espirituales están disponibles también para escucharles. En fin, se trata de crear un ambiente de confianza y familiaridad.

Asimismo existe el deseo de querer crecer en el curso del año en el ejercicio de la oración y de reducir al mínimo indispensable el uso de la televisión considerando que toda imagen no es inocua, y que las imágenes generan emociones y las emociones comportamientos. Se busca que el joven crezca en su confianza y abandono en Dios, ayudándole a vencer toda forma de ansiedad y angustia que paraliza y desanima. Se les pide aceptar el compromiso mensual asumido y asimismo la continuidad y prolongación del mismo a través del trabajo propuesto para ese mes, sobre todo en el encuentro con su director espiritual. En una sociedad que masifica y despersonaliza, en la que prima «el fragmento» sobre la totalidad, pero en la cual el joven lleva en su corazón el deseo de vincularse para madurar y crecer, se le ofrece este ámbito de encuentro eclesial con un compromiso concreto.

2. El discernimiento espiritual

«Yo soy la Verdad»

El itinerario es un tiempo de discernimiento guiado y junto a otros. Un ponerse en camino, meditando la Palabra de Dios, ofreciendo momentos de encuentro personal y grupal frente a ella, y llevando lo reflexionado y orado ante Jesús Eucaristía en la adoración común.

Nos ha parecido oportuno tomar el llamado que Dios hace a Samuel, puesto que pone en evidencia, como dice el Cardenal Martini, la dimensión profética de toda vocación, o sea la tensión hacia la evangelización y la misión, y encarna los dos aspectos que «cualifican» la vocación: consagración total a Dios y dedicación a la salvación de los hombres en el compromiso asumido. La agitada vocación de Samuel presenta semejanzas y referencias con otros llamados divinos, aún con el de cada uno de nosotros.

A su vez, la parábola del sembrador o parábola de los terrenos (Cf. Mt. 13, 1-9.18-23), se presenta como página bíblica útil para el momento de la purificación que todo corazón necesita para seguir al Señor. Como la vocación es un dinamismo, los «tres terrenos» nos ayudan a comprender cómo la maduración y el discernimiento espiritual ocurre de un modo lento y a veces fallido sobre los tres terrenos: el maligno, la tribulación, los abrojos. Esto ayuda al joven a ver cuáles son sus obstáculos, sus resistencias sutiles. Así, la «lectio», nos hace entrar en el mundo de Dios, escrutar los acontecimientos espirituales interiores; da espacio a la reflexión tan necesaria sobre uno mismo pero a la luz de la Palabra, en un intento de comprendernos desde su mirada divina. La vocación es un dinamismo, y es necesario que nuestra libertad creativa se confronte con la obra del Espíritu en nosotros, dejar que Él ayude a vernos auténticamente delante de Dios, a fin de purificar la propia decisión de todo afecto egoísta y la mundanidad que nos disipa, y así poder «escrutar» lo que de veras «quiero, deseo, ofrezco a Dios». La agudeza de la Palabra va agrietando muros que se alzan entre nosotros y el descubrimiento de nuestra autenticidad.

3. El acompañamiento

«Yo soy la Vida»

Lo propio del «Iter», a diferencia de cualquier estado anterior, es el acento que ponemos en el discernimiento de cada una de las personas y en las exigencias de las notas que deben caracterizar a un joven que quiere seguir al Señor. El «Iter» es, por lo tanto, un itinerario, es decir un tiempo en el cual trabajamos para elaborar decisiones precisas, y en el cual se ayuda al joven a determinar el arco de su servicio en la Iglesia. Se trata entonces de valorar las referencias habituales. El padre espiritual asume explícitamente el compromiso de seguir al joven. Ellos «sirven y acompañan» su búsqueda de la voluntad de Dios.

Como decíamos, en una sociedad que masifica y despersonaliza, se hace cada vez más necesaria la figura del que acompaña y cuida, que ayuda también a ver, a través del gozo del ministerio asumido, que vale la pena el esfuerzo de ponerse en camino, a fin de madurar una vocación de consagración y entrega para la misión en un ambiente que no acepta el valor de lo permanente y le cuesta asimismo tanto la fidelidad. Se trata del arte de acompañar.

PDV, cuando nos habla del contexto de la Pastoral Vocacional, nos dice de ella: «se trata más bien de una atención que debe integrarse e intensificarse plenamente con la cura de almas ordinaria «(PDV 34).

¡Cuánto fruto se obtiene de la figura del director espiritual, aquél que acompaña el trabajo del Espíritu en el corazón de un joven! El tema depende, en gran parte, de la generosidad con que vivimos nuestro ministerio, porque se trata de contagiar el entusiasmo apostólico, ante el cual la vocación de un joven, que fundamentalmente siente un llamado interior de Dios (momento misterioso y trascendente), tiene la posibilidad de reflejarse en la ejemplaridad de un estilo sacerdotal concreto (momento testimonial). Más aun, los jóvenes se sienten alentados a responder a la moción del Espíritu Santo en sus vidas, cuando el sacerdote, dentro de sus múltiples actividades, encuentra el tiempo para acompañarlos en lo que muchas veces se manifiesta como un ideal inalcanzable: llegar a ser consagrados llegar a ser sacerdotes (DMVP 54).

PDV el n. 40 insiste en que «la atención a las vocaciones al sacerdocio se debe concretar en una propuesta decidida y convincente de dirección espiritual. Es necesario redescubrir la gran tradición del acompañamiento espiritual individual, que ha dado siempre tantos y tan preciosos frutos en la vida de la Iglesia.

El que acompaña es, pues, quien en una tarea oculta y testimonial, dedica varias horas al diálogo que la conciencia y la personalidad de un joven de hoy reclama para resolver dudas, vencer miedos y luchar ante un contexto donde, hemos visto, se hace hoy muy difícil escuchar la voz de Dios. Todos sabemos que si la vocación es una llama encendida en el corazón de un joven, cada vez son más fuertes los vientos que pretenden apagarla.

En la voz de los sacerdotes, sus consejos, el aliento recibido, la prudencia y la sabiduría con que ayudan a leer lo que Dios quiere de cada uno, respetándolos y esperándolos pacientemente, los jóvenes encuentran la fuente para alimentar la alegría de la entrega y superar los miedos (cuando no el egoísmo) que tantas veces los paraliza.

Ante un modo cultural de vida egoísta y disipado hay que proponerle al joven, el «descubrir la perla preciosa» (Mt 13, 46) por la cual empeñar al propia vida. Ayudar al joven a llegar al gozo y la paz de una vida regulada por la oración, el deseo de una intimidad con Dios y de poder descubrirse a sí mismo a la luz de la Palabra de Dios. Una global maduración en la vida espiritual, que desde la dirección espiritual, desde el Seminario, pueda ayudar a la entrega confiada en Dios, que hoy y siempre, llama